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Estambul: El tesoro de Turquía

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Asiática y europea; Católica, Musulmana y Judía; Bizantina, Romana y Otomano; caótica, densa y serena; antigua y cosmopolita… Así es Estambul, una de las ciudades con más historia, personalidad y contraste del mundo.

Estambul tiene olor a castañas y maíz; con el colorido de sus mezquitas, de los velos de las mujeres y las lámparas; y en sus calles se escucha la música sensual del cantante Tarkan. Posee un sabor a pistacho por su ‘baklava’ y a manzana por su famoso té turco.

Esta ciudad fue mi sitio estratégico en Turquía antes de Capadocia. Para ser honesta solo planifiqué mi estadía por dos días. ¡Qué gran error! No contemplé que la ciudad era gigantesca, colmada de palacios, mezquitas, museos, torres y mercados, y con una población de 15 millones.

Al salir del aeropuerto, su sobrepoblación, el desconocimiento del idioma y los casi 40 grados de temperatura podrían ser la peor combinación para una bienvenida. Al menos lo fue para mí. Luego una hora y media en bus hasta llegar a la ciudad y de haber sido estafada por un taxista estaba un poco alarmada. ¿Dónde me fui a meter? Era una pregunta que se repetía en mi cabeza, mientras esperaba por mi habitación.

“No te asustes”, dijo el recepcionista mientras abría el inmenso mapa de Estambul. Luego explicarme los sitios para visitar, me recalcó que la ciudad es segura y no me defraudará.

Seguí sus consejos y comencé esta “breve” aventura por la antigua Constantinopla. ¡Cortísima! A esa hora solo me quedaba día y medio para recorrerla.

Nunca creas en la primera impresión. Sé que suena a lugar común, pero en este caso es totalmente cierto. Mi hotel quedaba en Sultanahmet, el barrio más antiguo de Estambul. Super colorido, con calles empedradas y con decenas de restaurantes. A tres cuadras estaba frente a dos de los más hermosos, impresionantes y emblemáticos sitios del mundo: Santa Sofía y la Mezquita Azul.

Santa Sofía, Hagia Sofia or Ayasofya

Dos medallones con caligrafía árabe dedicados a Alá y Mahoma junto a la imagen de Jesucristo en los brazos de la Virgen María me hicieron erizar. Es que en Santa Sofía o iglesia de la Santa Sabiduría se observa la primera fusión de culturas y credos de la ciudad.

En el siglo III fue la primera catedral ortodoxa bizantina, luego católica. En 1453 con la conquista Otomana paso a ser una mezquita y recién en el año 1935 se convirtió en un museo.

Santa Sofía es una joya arquitectónica compuesta de un altar y sus magníficos candelabros; sus pilares de mármol de la época otomana, los ocho enormes medallones con caligrafía árabe, los azulejos, los mosaicos bizantinos, las imponentes columnas, su enorme cúpula y los vitrales. Todo junto te provocan un éxtasis visual.

Su entrada es de 60 liras, equivalente a 10 USD. Y perfectamente puedes recorrerla en dos horas.

El Bósforo en bote

La hora de la caída del sol se acercaba. Había leído que la mejor vista era desde el Bósforo, el estrecho donde Asia y Europa se dan la mano. El tiempo era corto para elegir un crucero. La opción más sencilla fue un ferry para cruzar al otro continente: el barrio asiático Uskudar.

Los ferry parten cada 20 minutos y el ticket menos de 1 USD. Son amplios y cómodos. En el viaje las gaviotas nos escoltaban y era el mejor sitio para una foto panorámica de la ciudad, donde la enmarcan las mezquitas iluminadas, los faros, el puente y la Torre Gálata.

Ya de vuelta es imperdonable no cenar una de las terrazas a lo largo del Bósforo y debajo del puente Gálata. Decenas de turcos usarán sus habilidades para convencerte de que te quedes en su restaurante.

La Mezquita Azul

¡8 am! Me quedaban pocas horas para terminar esta travesía. Rápidamente fui a la Mezquita Azul, el símbolo de la belleza musulmana e ícono de Turquía.

Por fuera, la también conocida Mezquita de Sultán Ahmed, tiene una escalera ascendentes de cúpulas y semicúpulas que terminan con una más grande y por dentro está recubierto por 20 mil azulejos hechos a mano donde el color azul prima.

La luz entra a través de 200 ventanas, su decoración tiene versos del Corán y el suelo está cubierto de alfombras bien conservadas, claro debes entrar sin zapatos y cubierta. Solo los musulmanes tiene acceso al área de oración, por lo que el recorrido puede ser corto. Su entrada es gratis.

El Palacio de Topkapi

La historia y los tesoros del Imperio Otomán -que duró alrededor de 500 años- se encuentran en el Palacio Topkapi. Es gigante pero que mejor que enriquecerse al ver las habitaciones de los sultanes, quienes tenían su harén; sus bibliotecas, su artillería y sus joyas como la daga imperial empuñada con oro y esmeraldas; y el cuarto diamante más grande del mundo. La entrada vale 12 USD

El Gran Bazar

Llego el momento favorito del viaje: el del ‘shopping’. Cómo no volverse loca entre las casi 4 mil tiendas que conforman el Gran Bazar. Imposible no perderse entre lámparas, candelabros, alfombras, cojines, platos, tazas, pañuelos, carteras, joyas…

Es una mezcla de lo tradicional como amuletos con ojos y lo moderno como las réplicas de zapatos, carteras y ropa Chanel, Gucci, Versace o Louis Vuitton.

¡Lo quería todo! Y, en cada paso que das, los vendedores no me lo hacían fácil y trataban de llamar mi atención, brindarme té de manzana y convencerme (en español) de comprar hasta lo que no necesitaba.

En el Gran Bazar la cultura del regateo debe ser prioridad. Esa habilidad la exprimí hasta salir corriendo de comprar una cartera en la que me pedían 1.500 liras y finalmente pagué solo 500.

La Torre Gálata

Llegó la noche en Estambul. Muy tarde para subir al mirador de la torre más alta de Estambul: el Gálata, ubicado en el barrio europeo Beyoglu . Pero, temprano para recorrer la zona.

Sus calles son estrechas y al ser una colina hay que subir escalinatas. Al llegar, la imponente torre medieval te recibe iluminada con colores azules y naranjas.

A su alrededor se fusionaba la música, el arte y los platos tradicionales. Inevitable no deleitarse con el tradicional dulce, baklava, y mi último té turco en esta ciudad, mientras contemplo la magnitud de la torre.

Para regresar al hotel en Sultanahmet, el camino más rápido fue con el tranvía. Es seguro, cómodo y la tarjeta vale menos de 1 USD. Eso sí, mentiría si digo que entendí como funcionaban las ‘Istanbulkart’. Las indicaciones estaban en turco, pero tuve la suerte que siempre había alguien dispuesto a ayudarme.

De este manera y casi sin sentir mis pies le saqué el jugo a mis dos días en esta monumental ciudad. No logré llegar al Bazar Egipcio, ni a los barrios asiáticos, ni al museo de historia o las otras mezquitas. Ese será el recordatorio de que debo volver. Con más tiempo y con más maletas para llevarme todas las lámparas.

Hagia Sofia

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Estambul: El tesoro de Turquía

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Asiática y europea; Católica, Musulmana y Judía; Bizantina, Romana y Otomano; caótica, densa y serena; antigua y cosmopolita… Así es Estambul, una de las ciudades con más historia, personalidad y contraste del mundo.

Estambul tiene olor a castañas y maíz; con el colorido de sus mezquitas, de los velos de las mujeres y las lámparas; y en sus calles se escucha la música sensual del cantante Tarkan. Posee un sabor a pistacho por su ‘baklava’ y a manzana por su famoso té turco.

Esta ciudad fue mi sitio estratégico en Turquía antes de Capadocia. Para ser honesta solo planifiqué mi estadía por dos días. ¡Qué gran error! No contemplé que la ciudad era gigantesca, colmada de palacios, mezquitas, museos, torres y mercados, y con una población de 15 millones.

Al salir del aeropuerto, su sobrepoblación, el desconocimiento del  idioma y los casi 40 grados de temperatura podrían ser la peor combinación para una bienvenida. Al menos lo fue para mí. Luego una hora y media en bus hasta llegar a la ciudad y de haber sido estafada por un taxista estaba un poco alarmada. ¿Dónde me fui a meter? Era una pregunta que se repetía en mi cabeza, mientras esperaba por mi habitación.

“No te asustes”, dijo el recepcionista mientras abría el inmenso mapa de Estambul. Luego explicarme los sitios para visitar, me recalcó que la ciudad es segura y no me defraudará. 

Seguí sus consejos y comencé esta “breve” aventura por la antigua Constantinopla. ¡Cortísima!  A esa hora solo me quedaba día y medio para recorrerla.

Nunca creas en la primera impresión. Sé que suena a lugar común, pero en este caso es totalmente cierto. Mi hotel quedaba en Sultanahmet, el barrio más antiguo de Estambul. Super colorido, con calles empedradas y con decenas de restaurantes. A tres cuadras estaba frente a dos de los más hermosos, impresionantes y emblemáticos sitios del mundo: Santa Sofía y la Mezquita Azul.

Santa Sofía, Hagia Sofia o Ayasofya

Dos medallones con caligrafía árabe dedicados a Alá y Mahoma junto a la imagen de Jesucristo en los brazos de la Virgen María me hicieron erizar. Es que en Santa Sofía o iglesia de la Santa Sabiduría  se observa la primera fusión de culturas y credos de la ciudad.

En el siglo III fue la primera catedral ortodoxa bizantina, luego católica. En 1453 con la conquista Otomana paso a ser una mezquita y recién en el año 1935 se convirtió en un museo.

Santa Sofía es  una joya arquitectónica compuesta de un altar y sus magníficos candelabros; sus pilares de mármol de la época otomana, los ocho enormes medallones con caligrafía árabe, los azulejos, los mosaicos bizantinos, las imponentes columnas, su enorme cúpula y los vitrales. Todo junto te provocan un éxtasis visual.

Su entrada es de 60 liras, equivalente a 10 USD. Y perfectamente puedes recorrerla en dos horas.

El Bósforo en bote

La hora de la caída del sol se acercaba. Había leído que la mejor vista era desde el Bósforo, el estrecho donde Asia y Europa se dan la mano. El tiempo era corto para elegir un crucero. La opción más sencilla fue un ferry para cruzar al otro continente: el barrio asiático Uskudar.

Los ferry parten cada 20 minutos y el ticket menos de 1 USD. Son amplios y cómodos. En el viaje las gaviotas nos escoltaban y era el mejor sitio para una foto panorámica de la ciudad, donde la enmarcan las mezquitas iluminadas, los faros, el puente y la Torre Gálata.

Ya de vuelta es imperdonable no cenar una de las terrazas a lo largo del Bósforo y debajo del puente Gálata. Decenas de turcos usarán sus habilidades para convencerte de que te quedes en  su restaurante.

La Mezquita Azul

¡8 am! Me quedaban pocas horas para terminar esta travesía. Rápidamente fui a la Mezquita Azul, el símbolo de la belleza musulmana e ícono de Turquía.

Por fuera, la también conocida Mezquita de Sultán Ahmed, tiene una escalera ascendentes de cúpulas y semicúpulas que terminan con una más grande y por dentro está recubierto por 20 mil azulejos hechos a mano donde el color azul prima.

La luz entra a través de 200 ventanas, su decoración tiene versos del Corán y el suelo está cubierto de alfombras bien conservadas, claro debes entrar sin zapatos y cubierta. Solo los musulmanes tiene acceso al área de oración, por lo que el recorrido puede ser corto. Su entrada es gratis.

El Palacio de Topkapi  

La historia y los tesoros del Imperio Otomán -que duró alrededor de 500 años- se encuentran en el Palacio Topkapi. Es gigante pero que mejor que enriquecerse al ver las habitaciones de los sultanes, quienes tenían su harén; sus bibliotecas, su artillería y sus joyas como la daga imperial empuñada  con oro y esmeraldas; y el cuarto diamante más grande del mundo.  La entrada vale 12 USD

El Gran Bazar

Llego el momento favorito del viaje: el del ‘shopping’. Cómo no volverse loca entre las casi 4 mil  tiendas que conforman el Gran Bazar. Imposible no perderse entre lámparas, candelabros, alfombras, cojines, platos, tazas, pañuelos, carteras, joyas…

Es una mezcla de lo tradicional como amuletos con ojos y lo moderno como las réplicas de zapatos, carteras y ropa Chanel, Gucci, Versace o Louis Vuitton.

¡Lo quería  todo! Y, en cada paso que das, los vendedores no me lo hacían fácil y  trataban de llamar mi atención, brindarme té de manzana  y  convencerme (en español) de comprar hasta lo que no necesitaba.

En el Gran Bazar la cultura del regateo debe ser prioridad. Esa habilidad la exprimí hasta salir corriendo de comprar una cartera en la que me pedían 1,500 liras y finalmente pagué solo 500.

La Torre Gálata

Llegó la noche en Estambul. Muy tarde para subir al mirador de la torre más alta de Estambul: el Gálata, ubicado en el barrio europeo Beyoglu . Pero, temprano para recorrer la zona.

Sus calles son estrechas y al ser una colina hay que subir escalinatas. Al llegar, la imponente torre medieval te recibe iluminada con colores azules y naranjas.

A su alrededor se fusionaba la música, el arte y los platos tradicionales. Inevitable  no deleitarse con el tradicional dulce, baklava, y mi último té turco en esta ciudad, mientras contemplo la magnitud de la torre.

Para regresar al hotel en Sultanahmet, el camino más rápido fue con el tranvía. Es seguro, cómodo y la tarjeta vale menos de 1 USD. Eso sí, mentiría si digo que entendí como funcionaban las  ‘Istanbulkart’. Las indicaciones estaban en turco, pero tuve la suerte que siempre había alguien dispuesto a ayudarme.

De este manera y casi sin sentir mis pies le saqué el jugo a mis dos días en esta monumental ciudad.  No logré llegar al Bazar Egipcio, ni a los barrios asiáticos, ni al museo de historia o las otras mezquitas. Ese será el recordatorio de que debo volver. Con más tiempo y con más maletas para llevarme todas las lámparas.

Santa Sofia
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Martinica: Un secreto francés en El Caribe

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Honestamente, hace 3 años no tenía idea dónde quedaba Martinica. Luego de que una amiga me comentara sus planes de viajar, decidí abrir Google.  ¡Era parte de las Antillas Francesas!  Me había olvidado completamente que existían y eso que fui una de las mejores estudiantes de geografía.

En enero, una vez más Martinica volvió a mi mente. Esta vez mientras buscaba vuelos para escapar del frío neoyorkino. República Dominicana, Barbados y México eran otras opciones, pero la idea de ir al Caribe que pocos conocen me atraía mucho más. Y lo digo porque amigos, familia y compañeros de trabajo también la desconocían. Incluso, apostaban que estaba en el Mediterráneo.

Martinica es un pedacito de Francia, con un toque de sensualidad caribeña y por supuesto playas paradisiacas.

Cuando llegué a la también conocida “Isla de las Flores”, por la noche, las diminutas carreteras con rotondas, las placas de los carros y los letreros publicitarios me transportaban a los pueblos europeos. Sin contar su moneda, el euro, y su idioma, el francés. Aunque con los días, escuchaba a muchos locales conversar en su lengua nativa, el criollo martiniqués o ‘créole’.

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Su población es en su mayoría católica. Cada comuna conserva su iglesia en la plaza principal.

Al arribar a ‘Saint Anne’ o Santa Ana, al sur de la isla, se acabaron las comparaciones. Su clima tropical, la brisa del mar, el olor del ron añejo, las embarcaciones pesqueras, los yates y los sonidos de las bandas musicales eran suficientes para sentir y formar parte de esa atmósfera caribeña.

Martinica es una isla volcánica en el archipiélago de las Antillas. En el norte, el Monte Pelee es su volcán activo y su excursión debe estar en la lista de “cosas por hacer”.

En mi caso, definitivamente la playa me llamaba y mi parada fue la más famosa y hermosa de Martinica: ‘Les Salines’ o Salinas. Cada rincón es una postal. Lo bordean las palmeras inclinadas, su arena fina y blanca; y el mar cálido color turquesa.

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‘Le Salines’ o Salinas está ubicado al suroeste de la isla.

‘Les Salines’ tiene un ambiente de paz y tranquilidad. No hay hoteles. Solo restaurantes pequeños y kioscos con ‘souvenirs’, carteras, pareos, vestidos…

Pero, su playa más turística es Diamante o ‘Le Diamant’.  Es ancha y descansa sobre una bahía enmarcada en rocosas y verdes colinas, que desde el sur se observa como la forma de una mujer acostada. Al frente y en medio del Mar Caribe, una roca volcánica de 175 metros de altura es ideal para bucear y disfrutar la fauna marina.

‘Anse Dufour’, al norte de Diamante es una de las más encantadoras. Al ser una ensenada, su caída de sol es uno de los más mágicos y espectaculares de la isla.  Del otro lado de la isla, ya en el océano Atlántico también está ‘Lé Robert’, con el tour de los islotes.

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‘Anse Dufour’

Sí, mi aventura en Martinica consistía en disfrutar nuevas playas y deleitarme en mi hora favorita: la del ‘sunset’, buscando locaciones para tener la mejor vista. Sin importar que fuera hasta en el cementerio, como en ‘Saint Anne’.

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Y fue en esa pequeña comuna, de no más de 4.000 habitantes, donde me hospedé por casi una semana. ‘Saint Anne’ al igual que el resto de Martinica no tiene un turismo masivo, no se observa con frecuencia  americanos o latinos. En cambio, en un sitio de retiro para los europeos. Lo que lo convierte aún más pacífico.

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Uno de los platos tradicionales de Martinica son las frituras o ‘Accras’. Las hay de vegetales, mariscos o pescado.

Pero, es tan cálido que te hace sentir local desde que la pisas, en especial cuando entras a la panadería por el fresco y caliente pan ‘baguette’, haces fila para probar los famosos ‘accras’ o frituras bacalao y camarón o cuando en la noche luego de bailar te sientas en el único sitio que no tiene hora de cierre la crepería de Charles.

Mientras esperas por tus crepes, Charles te presta su equipo de sonido para que pongas tu música favorita. Para mi buena suerte era uno de los pocos (por no decir el único que hablaba español). Su alegría y su buena energía es contagiosa y con él, el ron y la cerveza local Lorraine nunca  faltó. Así el resto del pueblo esté apagado.

Así es que en Martinica el ron forma parte de la rutina diaria. A lo largo de las carreteras están los sembríos de caña de azúcar junto a las destilerías donde uno puede hacer una pequeña parada de degustar las diferentes variaciones de éste espíritu caribeño. En la calle, playa y restaurantes el famoso ‘ti punch’ (ron, azúcar y limón) es la estrella y la firma de la isla. Y para anotarlo. Cero resaca.

Martinica es el secreto mejor guardado de los franceses. Es su sitio para retirarse o vacacionar en familia. Para disfrutar de lo simple y plácido que puede convertirse la vida, donde lo único que necesitas es tu bikini, bronceador, una cámara fotográfica y un buen vaso de ron.

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Por la autopista US 89: Utah y Arizona

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El Parque Nacional Zion resplandecía con sus colores rojizos, rosados, anaranjados y amarillos. Su paisaje rocoso y semidesértico era la puerta de entrada al estado de Utah, en el oeste de Estados Unidos. Al conducir, era como estar inmerso en un parque temático de la naturaleza.

Así fue como inicié mi travesía en carro “road trip” por el oeste del país. Luego de 10 años viviendo en Nueva York, era tiempo de explorar esos espectaculares parques nacionales, aún habitados por comunidades de  indios americanos. Manejando desde Las Vegas, Nevada y tomando la ruta 89, visité 4 sitios. Zion, Cañón del Antílope​​ (Antelope Canyon), la Curva de la Herradura (Horseshoe bend) y el Lago Powell.

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Springdale, es el pueblo más cercano al Parque Nacional de Zion

Imponentes muros, que forman parte del cañón; majestuosa topografía, colinas, desfiladeros, altos precipicios, miradores, riachuelos, lagos, estanques, pantanos, desierto… Eso es Zion. Si eres amante de la naturaleza y de acampar, recorrerlo completamente requerirá de al menos 5 días.

El parque tiene 15 senderos con caminatas fáciles, moderadas e intensas. Los buses gratuitos te llevan desde el parqueadero hasta el comienzo de cada trayecto. En mi caso elegí ‘Canyon Overlook’. Es el único lugar en el que puedes parquear el vehículo en un punto cercano.

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La experiencia es fascinante. Parte del camino es tallado sobre las piedra, hay abismos en los que debes agarrarte de la sogas y subidas sobre rocas. El calor de julio, intenso. Pero con agua, ropa cómoda y gorra llegarás en una hora al punto panorámico, donde las montañas se entrelazan y le dan forma al cañón.

‘Narrows’ es la más famosa y difícil porque caminas por el río Virgin y el trayecto es de 8 horas. En cambio, ‘Angels Landing’ es el “estrella”, apta para los que no sufren de vértigo. Por tiempo no pude completar otro sendero porque debía manejar tres horas hasta llegar al pueblo de Page, cercano a mi siguiente punto. Antílope.

Cañón del Antílope o ‘Antelope Canyon’

Ubicado dentro del desierto en el estado de Arizona, para los indios Navajos, Antílope es su sitio espiritual, en el que ellos sienten esa armonía con la naturaleza.

Este cañón, con curvaturas en sus paredes, es sin duda uno de los sitios más fotografiados y visitados del país. Debido a su delgadez, la luz que penetra a la roca arenisca le da unos tonos naranja, amarillo y rojo espectaculares.

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El cañón alto tiene hasta 40 metros de altura.

Solo se puede ingresar con un tour dirigido por Los Navajos. La mejor hora por su luz, 12pm. Conseguir esos tickets, misión casi imposible. Hay que comprarlos con semanas de anticipación.

Con suerte conseguí para las 11am. Durante la espera, el calor, una vez más, era intenso. Luego una camioneta nos llevó  por una ruta de arena hasta el Antílope Alto, donde ya la marejada de turistas hacía línea para ingresar.

Adentro la atmósfera era única. Mágica. A medida que acercaba el mediodía, Antílope tenía una  fusión  de luces y sombras. En ciertos espacios era como estar dentro de la cueva. Tomarse fotos era desafiante por la cantidad de turistas y la estrechez del cañón. Y, se suma la forma del sitio porque no es circular.

Luego de una hora entre este fantástico juego de colores, la siguiente parada era a 15 minutos. La Curva de la Herradura (Horseshoe bend).

Mi favorito. La vista natural más espectacular de US. Es como un lienzo. La altura del cañón, Glen, y el perfecto meandro rodeado por el rio Colorado (400m. de altura), te erizará  la piel y te dejará sin aliento.

La ruta desde el parqueadero hasta el borde, es muy corta. 15 minutos. Pero, al ser desierto y con la temperatura de 42 grados, hay decenas de letreros aconsejando llevar mucha agua y protección solar. Y, tienen razón porque a los 5 minutos era difícil hasta respirar y caminar.

Una vez en el mirador, solo hay que disfrutar de la vista. Llenarse de energía y fotografiar cada rincón. Los más arriesgados se acercaban al limite para conseguir el retrato perfecto. La mejor hora. La caída del sol.

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Una vez culminada esta travesía, regresaba a Las Vegas. Pero un letrero de entrada al Lago Powell captó mi atención. Decenas de carros-casa estaban parqueados a lo largo del lago artificial. Al ver el agua cristalina y con la temperatura tan alta, era imposible no sumergirse antes de regresar a Nevada.

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El lago Powell se ubica entre Arizona y Utah.

Datos:

  • La entrada a Zion es de 35 USD por vehículo. El pase dura hasta una semana.
  • No hay muchos pueblos cercanos. Las mejores opciones son Springdale (cerca de Zion) y Page ( Antílope).
  • Antílope tiene dos cañones. Alto y bajo. La mejor vista es el primero. La entrada vale 60USD adultos. 30USD niños. Solo se puede pagar en efectivo.
  • Los aeropuertos cercanos a estos sitios son el del Las Vegas, Nevadas y el de Phoenix, Arizona.
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Bali, un mito para los viajeros

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El año pasado me sumergí en el archipiélago más grande del planeta y dentro de las cerca de 17,500 islas que conforman Indonesia, llegué a Bali.

Lo admito. Agregué a Bali en mi lista luego de regresar de la isla  Ko Phi Phi en Tailandia, leer el libro ‘Come, reza y ama’, cautivarme con las fotos de una amiga en un columpio contemplando una espectacular caída de sol y por el bombardeo mediático en redes sociales.

En el libro, la escritora Elizabeth Gilbert recreaba una isla tranquila con tradiciones milenarias, donde los turistas llegan en busca de esa “paz” espiritual. Su tapiz eran los verdes arrozales y sus playas turquesas.

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Pero la vida en Bali es una contradicción. Si bien es conocida por sus playas vírgenes y paradisiacas, a menos que te alojes en los lujosos hotels también hay áreas en las que te sumerges a nadar en medio de plásticos y la contaminación es visible.

La isla es un santuario Hindú, el único dentro de un país  musulmán. Sus ciudades principales Kuta y Ubud, en cambio, tienen un caótico tráfico y una marejada de turistas. Y, cuando digo tráfico me refiero a permanecer una hora y media en el carro por una distancia de 10 km.

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En el centro de Ubud

A diferencia de Tailandia, no hay templos con budas de oro, sino casas con altar. Cada mañana, los balineses ofrecen flores, arroz, comida e incienso a los dioses y espíritus de sus antepasados para pedirles protección contra los demonios.

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Y, por la tarde, las mujeres fabrican nuevas ofrendas con hojas y flores para dejar en las veredas al otro día. Estos cuadraditos de colores no duran más que una par de horas. Muchas ofrendas mueren bajo las motos, otras son aplastadas por los peatones, caen al río o quedan en la basura.

Bali genera expectativas. Es una isla gigante y para conocerla a fondo mis 5 días no fueron nada.  Así que al menos puedo sugerir 6 sitios para conocer si te atreves a vivir la aventura balinesa.

1.-Tirta Empul

Este templo fue construido en el año 926 d.C. durante la dinastía Warmadewa, es un lugar de peregrinación para los balineses ya que la leyenda cuenta que sus 12 fuentes tienen poderes curativos. Su precio es de 1USD. Incluso puedes bañarte entre los peces.

2.- Pura Ulun Danu Batur “El Templo del Lago”

Es la postal de Bali. Un templo con diferentes tejados que emerge de las aguas de un lago volcánico con un marco montañoso. Está dedicado a la diosa Dewi Danu, encargada de proteger el área como símbolo de fertilidad y prosperidad. Su precio es de USD 4

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3.-Ubud

Es una ciudad con mucho encanto en el centro de la isla. Para llegar pasarás por los arrozales. Se volvió famosa entre los turistas por el libro y la película Come, Reza y Ama. Por eso es parada obligatoria la casa (que ahora es un hostal) del sabio balinés  Ketut Liyer.

Aunque el curandero murió hace un par de años, su hijo hace lecturas de la palma de la mano, debido a las decenas de turistas que tocan su puerta y desean vivir la experiencia de la escritora y de la actriz Julia Roberts.

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4.-Monkey Forest, reserva de monos en Ubud

Es una reserva natural. Más de 340 monos  ‘macacos’ de cola larga viven en este bosque y campan a sus anchas por los senderos y árboles del recinto. Ten cuidado porque arranchan todo lo que tengas en la mano o aretes, gafas, carteras. La entrada a este templo cuesta 1.50 USD por persona

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5.- El mercado de Ubud

Máscaras de madera, carteras, sarongs (pareos), vestidos y recuerdos del viaje, es un mercado de dos pisos donde regateando comprarás todo a buen precio.

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6.- Dia de playa

Escapa del tráfico de la isla. Relájate todo el día en uno de los clubs privados a lo largo de la playa de Kuta. Mi favorito fue Potatoe Head. Una cama con vista al mar. El bar adentro de la piscina. Mojitos hasta ver la caida del sol.

Los columpios de la isla Gili Trawangan

Al planificar mi viaje me di cuenta que la caída de sol con los columpios que ví en las fotos, fueron en una de las tres islas Gili. Así que tome el ferry y en 3 horas llegué a esta playa que literal te tomará una hora darle la vuelta completa a pie y 15 minutos en el único medio de transporte. Los caballos.

Gili Trawangan al igual que el resto de Indonesia su población es musulmana. No decoraciones, ni ofrendas y solo se escuchaba por los parlantes los rezos provenientes de la  mezquita. Y, aunque pensé que la isla era  menos habitada, mi sorpresa fue ver la cantidad de turistas en busca de fiestas.

Luego de la lluvia y casi al final de la tarde llegué al sitio donde muchos se alistaban para disfrutar el espectáculo. A lo largo de la playa encontrarás decenas de columpios que forman parte de los hoteles y restaurantes del área.

Así fue que en uno de estos y con la gama de colores pasteles en el cielo disfruté mi último día en las playas de Indonesia.

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Ten years of journey

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It’s October 2nd. Your suitcase is ready. You still don’t know if the return will be in 6 months or in a couple of years. Worried? I know. You forgot to give the I94 back that day when you came back home in June. Well, that paper will change your plans. Don’t forget to bring the ID of the magazine.

Hey, it’s you. 10 years older, 10 pounds heavier and 10 thousand grey hair. Couple wrinkles, but I can tell, still looks like the old you.

Why am I writing to you? Just nostalgia. I miss writing. No, you will never go back to journalism as you hope to right now and I want to apologize. Your perspectives and priorities have been changed in all these years. But, good news. Finally, after studying in three schools, you speak English. Of course still afraid to talk on the phone.

New York is difficult. VERY. That is aggressive, intense, fascinating, noisy and extremely demanding, yes, like no other city in the world. Your life will be a challenge, full of ups and downs like a roller-coaster. Even though the patience,  tolerance, and resistance are going to help in the road.

This is not a vacation anymore. You will live the other face of the coin when it comes to rent, insurance, MTA’s card and Federal and State taxes. In the beginning looking for an apartment will be your worst nightmare. Jumping between apartments at Queens and The Bronx will all be part of the journey. Unfortunately, the Upper East Side and West Village are still in your dreams.

You will be working in a bakery, selling ice creams, making Christmas baskets until one day will find stability in the Hospitality business. But with the time you will become an Immigration Lawyer, financial adviser, economist, travel agent, guide tourist, plumber, electrical technician, handywoman…

Without any doubt, you will love and hate the city, even on the same day or an hour. When you enjoy a night with a glass of Moet on top of a nice building and then you are stuck in traffic on the bridge or on the train. Your favorite season will be Spring (after the allergies), Fall makes you feel sentimental and the sad days are when you hang all the coats and jackets in your closet.

Your friends will become your family. During these years some of them will disappoint you. True friends will help you anytime, with hospital appointments, giving you a hand and a couch to sleep on. Likewise, you will be that shoulder. And with the time you will have a lot of nephews.

I will warn you, a lot of times you will be scared. But there is one particular situation the fear will run through your veins until it feels like you can breathe. Believe me, this event is going to change your situation for good. It will be the door of your freedom, to the world, and after that, nothing stops you.

You will travel like you’ve never imagined, visiting places you read about in books. A little bit of Asia, Africa, Oceania and more of Europe. Will love the sunset. Traveling will enrich you so much and share it with your family even more.

Now you are a ‘Newyorker’. People say it when you’ve been here for more than 8 years. You are always late or in a rush and never keep quiet. Know your rights and vote for Hillary!

Finally, you found that stability and peace that you were working hard for through the years. For moments you thought it was your biggest mistake. But trust me. You have learned to accept that life doesn’t follow a pre-determined plan. Every person and opportunity appeared and happens at the right time.

You and I love New York. I feel an immense amount of gratitude toward this city that helped me grow into who I am today at my 36th’s. It’s become part of my identity. There’s still a lot to learn and experience. More museums, streets, neighborhoods, corners, building, restaurants, bars, exhibitions. A lot to try and work.

You have no idea how much longer you’ll be here, but you are completely certain it will not be another 10 years.

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NY: Diez años de travesía

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Hoy es 2 de octubre. Tienes las maletas listas. No sabes si regresarás en seis meses o años. Estás preocupada. Sé que se te olvidó entregar el I94 cuando volviste en junio. Ese papel cambiarán tus planes. No olvides llevar tu carnet de la revista.

Hola soy tú. 10 años mayor, 10 libras de más y decenas de canas. Un par de arrugas, pero puedes decir que aún luces como en este instante.

Porqué te escribo. Solo nostalgia. Extraño escribir. No, nunca pudiste ejercer tu profesión como lo quieres tanto. Discúlpame. Tus perspectivas, expectativas y tus prioridades fueron cambiando con el tiempo. Eso sí, luego de estudiar en tres escuelas, finalmente hablas inglés.  Aunque sigues estresándote al hablarlo por teléfono.

Que New York es difícil,  DIFICILISIMO. Que es agresiva, intensa, fascinante, ruidosa, extremadamente exigente. Si, como ninguna otra ciudad. Tu vida aquí será un deporte de velocidad y reflejos. Una constante montaña rusa.  Pero la tolerancia, la paciencia y la resistencia te ayudarán en esta carrera.

Estas ya no son vacaciones. Tú misma vivirás el otro lado de la moneda, donde todo girará sobre una renta, una tarjeta del tren y los impuestos. Al principio buscar donde vivir será tu pesadilla. Saltarás de departamento en departamento entre Queens y El Bronx. El Upper East Side y West Village seguirán solo en tus sueños.

Trabajarás en una panadería, venderás helados, decorarás canastas navideñas, hasta que finalmente te quedarás en restaurantes. Y la vida te convertirá en abogada de migración, agente de viaje, guía turística, asesora financiera, plomera, electricista…   

Sin duda amarás y odiarás la ciudad, incluso en la misma hora. Cuando estés disfrutando de una copa de Moet en un rascacielos frente al Empire State y luego permanezcas 30 minutos dentro de un tren sin moverse. La primavera será tu estación favorita y el otoño te pondrá melancólica. Y el invierno… sin palabras.

Tus amigos serán tu familia. Algunos con el tiempo te decepcionaron. Los verdadero son los que te acompañarán al hospital, te darán una mano, un sofá para dormir. Pero tú también serás ese hombro e incluso ayudarás a una de tus amigas a tener su bebé.

Te diré que en unos años sentirás miedo. Pero en una situación concreta, el temor correrá por tus venas hasta sentir que no puedes respirar. Creerás que ese episodio será tu puerta a la libertad. Al mundo. Luego nadie te detendrá.

Viajarás como nunca pensaste hacerlo. Conocerás sitios que desde pequeña veías en las enciclopedias. Conocerás un poquito África, Oceanía, Asia y más de Europa. Amarás ver las caídas de sol desde diferentes partes del mundo. Viajar te enriquecerá tanto y compartir con la familia mucho más. 

Ahora eres newyorker. Asi dicen cuando tienes más de 8 años. Caminas apurada, no te quedas callada y reaccionas cuando alguien se mete contigo. Votas en las elecciones.

Finalmente encontraste esa estabilidad. Por un tiempo pensarás que toda esta travesía había sido un error. Pero confía que todo ocurrió en el momento oportuno.

Amas New York. Has aprendido tanto y falta mucho. Museos, barrios, calles, restaurantes y esquinas por conocer. Comida que probar y trabajos por experimentar. Aún no sabes cuanto tiempo te quedarás, pero ya estás segura que no serán otros 10.   

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Por la autopista US 89: Utah y Arizona

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Zion National Park was glowing with its reddish, pink, orange, and yellow hues. Its rocky and semi-desert landscape was the gateway to the state of Utah, in the United States. Driving through it felt like being immersed in a nature theme park. 

This is how I began my first road trip journey through the west of the country. After 10 years living in New York, it was about time to explore those spectacular national parks, still inhabited by American Indian communities. Driving from Las Vegas, Nevada, I went through Route 89, visiting 4 sites: Zion, Antelope Canyon, Horseshoe bend and Lake Powell. 

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Springale es el pueblo más cercano al Parque Nacional de Zion

Imposing walls, which form the canyon, majestic topography, hills, gorges, high precipices, lookouts, streams, lakes, ponds, swamps, desert… All of it is Zion.  

El parque tiene 15 senderos con caminatas fáciles, moderadas e intensas. Los buses gratuitos te llevan desde el parqueadero hasta el comienzo de cada trayecto. En mi caso elegí ‘Canyon Overlook’. Es el único lugar en el que puedes parquear el vehículo en un punto cercano. 

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La experiencia es fascinante. Parte del camino es tallado sobre las piedra, hay abismos en los que debes agarrarte de la sogas y subidas sobre rocas. El calor de julio, intenso. Pero con agua, ropa cómoda y gorra llegarás en una hora al punto panorámico, donde las montañas se entrelazan y le dan forma al cañón.  

‘Narrows’ es la más famosa y difícil porque caminas por el río Virgin y el trayecto es de 8 horas. En cambio, ‘Angels Landing’ es el "estrella", apta para los que no sufren de vértigo. Por tiempo no pude completar otro sendero porque debía manejar tres horas hasta llegar al pueblo de Page, cercano a mi siguiente punto. Antílope.  

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Ubicado dentro del desierto en el estado de Arizona, para los indios Navajos, Antílope es su sitio espiritual, en el que ellos sienten esa armonía con la naturaleza.

Este cañón, con curvaturas en sus paredes, es sin duda uno de los sitios más fotografiados y visitados del país. Debido a su delgadez, la luz que penetra a la roca arenisca le da unos tonos naranja, amarillo y rojo espectaculares.

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Solo se puede ingresar con un tour dirigido por Los Navajos. La mejor hora por su luz, 12pm. Conseguir esos tickets requiere de un golpe de suerte o hay que comprarlos con semanas de anticipación.  

Con suerte conseguí para las 11am. Durante la espera, el calor, una vez más, era intenso. Luego una camioneta nos llevó  por una ruta de arena hasta el Antílope Alto, donde ya la marejada de turistas hacía línea para ingresar. 

Adentro la atmósfera era única. Mágica. A medida que acercaba el mediodía, Antílope tenía una  fusión  de luces y sombras. En ciertos espacios era como estar dentro de la cueva. Tomarse fotos era desafiante por la cantidad de turistas y la estrechez del cañón. Y, se suma la forma del sitio porque no es circular. 

Luego de una hora entre este fantástico juego de colores, la siguiente parada era a 15 minutos. La Curva de la Herradura (Horseshoe bend).  

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Mi favorito. La vista natural más espectacular de Estados Unidos. Es como un lienzo. La altura del cañón, Glen, y el perfecto meandro rodeado por el rio Colorado (400m. de altura), te erizará  la piel y te dejará sin aliento.

La ruta desde el parqueadero hasta el borde, es muy corta. 15 minutos. Pero, al ser desierto y con la temperatura de 42 grados, hay decenas de letreros aconsejando llevar mucha agua y protección solar. Y, tienen razón porque a los 5 minutos era difícil hasta respirar y caminar.

Una vez en el mirador, solo hay que disfrutar de la vista. Llenarse de energía y fotografiar cada rincón. Los más arriesgados se acercaban al límite para conseguir el retrato perfecto. La mejor hora. La caída del sol. 

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Una vez culminada esta travesía, regresaba a Las Vegas. Pero un letrero de entrada al Lago Powell captó mi atención. Decenas de carros-casa estaban parqueados a lo largo del lago artificial que es el segundo reservorio más grande de Estados Unidos

Al ver el agua cristalina y con la temperatura tan alta, era imposible no sumergirse antes de regresar a Nevada. 

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El lago Powell se ubica entre Arizona y Utah.

Datos:

  • La entrada A Zion es de 35 USD por carro. El pase dura hasta una semana. 
  • En la zona no hay muchos pueblos cercanos. Las mejores opciones son Springdale (cerca de Zion) y Page ( Antílope). 
  • Antílope tiene dos cañones. Alto y bajo. La mejor vista es en el primero. La entrada vale 60 USD adultos. 30 USD niños. Solo se puede pagar en efectivo. 
  • Los aeropuertos cercanos a estos sitios son el del Las Vegas, Nevadas y el de Phoenix, Arizona. 
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Bali, un mito para los viajeros

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El año pasado me sumergí en el archipiélago más grande del planeta y dentro de las cerca de 17,500 islas que conforman Indonesia, llegué a Bali. 

Lo admito. Agregué a Bali en mi lista luego de regresar de la isla  Ko Phi Phi en Tailandia, leer el libro ‘Come, reza y ama’, cautivarme con las fotos de una amiga en un columpio contemplando una espectacular caída de sol y por el bombardeo mediático en redes sociales.  

En el libro, la escritora Elizabeth Gilbert recreaba una isla tranquila con tradiciones milenarias, donde los turistas llegan en busca de esa “paz” espiritual. Su tapiz eran los verdes arrozales y sus playas turquesas. 

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Pero la vida en Bali es una contradicción. Si bien es conocida por sus playas vírgenes y paradisiacas, a menos que te alojes en los lujosos hotels también hay áreas en las que te sumerges a nadar en medio de plásticos y la contaminación es visible. 

La isla es un santuario Hindú, el único dentro de un país  musulmán. Sus ciudades principales Kuta y Ubud, en cambio, tienen un caótico tráfico y una marejada de turistas. Y, cuando digo tráfico me refiero a permanecer una hora y media en el carro por una distancia de 10 km. 

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El tráfico en centro de la ciudad de Ubud, en Bali

A diferencia de Tailandia, no hay templos con budas de oro, sino casas con altar. Cada mañana, los balineses ofrecen flores, arroz, comida e incienso a los dioses y espíritus de sus antepasados para pedirles protección contra los demonios. 

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Y, por la tarde, las mujeres fabrican nuevas ofrendas con hojas y flores para dejar en las veredas al otro día. Estos cuadraditos de colores no duran más que una par de horas. Muchas ofrendas mueren bajo las motos, otras son aplastadas por los peatones, caen al río o quedan en la basura. 

Bali genera expectativas. Es una isla gigante y para conocerla a fondo se necesita más de una semana.  Puedo sugerir 6 sitios para conocer si te atreves a vivir la aventura balinesa. 

1.-Tirta Empul

Este templo fue construido en el año 926 d.C. durante la dinastía Warmadewa, es un lugar de peregrinación para los balineses ya que la leyenda cuenta que sus 12 fuentes tienen poderes curativos. Su precio es de 1USD. Incluso puedes bañarte entre los peces. 

2.- Pura Ulun Danu Batur o El Templo del Lago 

Es la postal de Bali. Un templo con diferentes tejados que emerge de las aguas de un lago volcánico con un marco montañoso. Está dedicado a la diosa Dewi Danu, encargada de proteger el área como símbolo de fertilidad y prosperidad. Su precio es de USD 4 

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3.-Ubud

Es una ciudad con mucho encanto en el centro de la isla. Para llegar pasarás por los arrozales. Se volvió famosa entre los turistas por el libro y la película Come, Reza y Ama. Por eso es parada obligatoria la casa (que ahora es un hostal) del sabio balinés  Ketut Liyer.

Aunque el curandero murió hace un par de años, su hijo hace lecturas de la palma de la mano, debido a las decenas de turistas que tocan su puerta y desean vivir la experiencia de la escritora y de la actriz Julia Roberts.

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4.- Reserva de monos en Ubud  

Es una reserva natural. Más de 340 monos  'macacos' de cola larga viven en este bosque y campan a sus anchas por los senderos y árboles del recinto.

Ten cuidado porque arranchan todo lo que tengas en la mano o aretes, gafas, carteras. La entrada a este templo cuesta 1.50 USD por persona 

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5.- El mercado de Ubud

Máscaras de madera, carteras, sarongs (pareos), vestidos y recuerdos del viaje, es un mercado de dos pisos donde regateando comprarás todo a buen precio. 

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6.- Dia de Playa

Escapa del tráfico de la isla. Relájate todo el día en uno de los clubs privados a lo largo de la playa de Kuta. Mi favorito fue Potatoe Head. Una cama con vista al mar. El bar adentro de la piscina. Y, mojitos hasta ver la caida del sol. 

Los columpios de la isla GiliTrawangan 

Al planificar mi viaje me di cuenta que la caída de sol con los columpios que ví en las fotos, fueron en una de las tres islas Gili. Así que tome el ferry y en 3 horas llegué a esta playa que literal te tomará una hora darle la vuelta completa a pie y 15 minutos en el único medio de transporte: Los caballos. 

Gili Trawangan al igual que el resto de Indonesia su población es musulmana. No decoraciones, ni ofrendas y solo se escuchaba por los parlantes los rezos provenientes de la  mezquita. Y, aunque pensé que la isla era  menos habitada, mi sorpresa fue ver la cantidad de turistas en busca de fiestas. 

Luego de la lluvia y casi al final de la tarde llegué al sitio donde muchos se alistaban para disfrutar el espectáculo. A lo largo de la playa encontrarás decenas de columpios que forman parte de los hoteles y restaurantes del área. 

Así fue que en uno de estos y con la gama de colores pasteles en el cielo disfruté mi último día en las playas de Indonesia. 

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Por las calles de Fez

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El arco azul, conocido como Bad Bou Jeloud, te da la bienvenida a este laberinto de 9.000 calles dentro de la Medina. Era julio. Siglo XXI, pero aquí el tiempo se detuvo en la Edad Medieval, específicamente en el siglo VIII.

No hay edificios altos, solo se imponen las mezquitas de la ciudad. Tampoco se escuchan carros. No hay contaminación. El paisaje es arcilloso, no hay asfalto y las calles son adoquinadas, unas tan estrechas que solo una persona puede ingresar a la vez.

Nos adentrábamos y a mi mente llegaban las imágenes de la telenovela brasileña El Clon, que se transmitió en Ecuador -en horario estelar en el año 2001- y que me cautivó desde ese momento. Cada mujer con velos islámicos me recordaba a Jade y el rostro de las señoras, a Soraide. Incluso, me emocionaba cuando escuchaba entre los comerciantes gritar los nombres:  Mohamed, Said, Alí o Mustafá.

Después de 16 años (cuando por primera vez vi El Clon) lo había logrado. Estaba en Marruecos, específicamente en Fez. Una ciudad árabe que visualmente me cautivó por ser una cápsula en el tiempo y tener tradiciones musulmanas muy arraigadas.

La Medina de Fez, como todas, es amurallada. Para seguir con la tradición me hospedé en un Riad, que son casas típicas. Por fuera tenía una diminuta puerta, pero por dentro era grande -con patio interior, fuentes y árboles- similar a la casa del tío Alí.

Mi sorpresa fue que justamente Alí nos recibió. El chico alto, delgado y vestido con una túnica nos invitó el famoso té de menta y nos abrió el mapa de la ciudad. Era una misión casi imposible moverse sola en la Medina y más complicado por ser mujer. Mi mejor opción fue contratar un guía.

Junto con Hassan comenzó la aventura de seis horas por al menos la mitad de los 300 barrios que componen la ciudad antigua Fez El-Bali. Las calles tienen nombres escritos en árabe y difícilmente volverás a pasar por la misma área. Pero el guía las conocía a ojos cerrados.

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Aproximadamente 9.000 calles  conforman la Medina de Fez.

Entre el mercado de especias se divisa una gigante puerta de cedro que es la entrada de Madraza o Medersa El Attarine, la escuela coránica más antigua. Ahí resaltan sus columnas de mármol, azulejos y labrados hechos pieza por pieza por sus artesanos. Su fuente central es usada para la purificación.

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La entrada de la Madraza o Medersa El Attarine, la escuela coránica más antigua del mundo.

 La ciudad es conocida por tener los mejores artesanos. Es inevitable que el guía no te lleve de compras a las tiendas de sus amigos que elaboran joyas, alfombras, sábanas de seda, ollas de cobre, artículos de cuero, vasijas, fuentes… Así se vive el comercio en Fez.

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Un imponente “La shukran”, “no gracias”, te salvará de llevarte una alfombra en la maleta o hasta evitar que te compres una puerta y te la envíen a tu casa. Y eso fue exactamente lo que dijimos, luego de que nos llevaran a la terraza para mostrarnos las gigantes alfombras elaboradas con piel de camello, gacela e hilo del agave.

Cruzando uno de sus puentes, el sonido de los martillos al unísono  mostraba una armonía en la Plaza Seffarine. Abdul -conocido por ser el hombre con las manos más duras del barrio de los orfebres y los metaleros- y sus amigos les dan forma a los calderos, ollas, teteras, lámparas de cobre.

La temperatura alcanzaba los 37 grados, el sol era intenso, pero nos acercábamos al sitio más fotografiado de Fez. El terrible olor te indicaba la cercanía. Subimos a la tienda de Amman y nos regalaron un ramillete de menta para poder respirar.

Llegamos al balcón y desde ahí los hombres sumergidos en las tinas de colores de la Curtiduría Chouwara eran parte de esta postal. Tal cual como en los primeros capítulos de la novela, cuando Latiffa le mostraba a Jade que el tío Alí era el dueño de la mitad de los tanques.

En la Curtiduría Chouwara se tiñe el cuero. Este es un  negocio milenario de las familias de Fez.

En estas gigantes acuarelas blancas, rojas, azules, cafés y verdes se tiñen el cuero de ovejas, vacas, cabras y camellos previamente sacrificados. El olor nauseabundo se debe al uso de excrementos de paloma para limpiar el cuero y remover la grasa. Es increíble como ellos pueden trabajar en esas condiciones.

Decenas de familias se dedican a este negocio milenario y en sus terrazas los cueros son exhibidos mientras cumplen su proceso de secado. Después pasan a sus tiendas los finos abrigos, zapatos y carteras para más adelante enviarlos a Italia o París, donde les colocan las etiquetas de reconocidas marcas.

Cada esquina en Fez me cautivó. Los burros, que son el medio de transporte de carga; las cabezas de camellos guindando en el mercado de carnes; la decoración de las fuentes; los colores de sus azulejos; la elegancia de sus mezquitas y escuelas coránicas; los vestidos de sus mujeres. Pero, sobre todo las tiendas, los velos, los zapatos autóctonos, los bolsos, los platos, los aceites de argán son las que captaron mi atención.

Ya en la noche, en la terraza del Riad y esperando nuestra cena, un canto salía de los parlantes de las mezquitas, era el llamado a la oración entre los musulmanes. Nuestro mesero Hassan y la cocinera Nabila tuvieron que entrar para orar con dirección a la Meca, como es la costumbre. 

Así le poníamos fin a esta aventura donde pude vivir un día la experiencia de El Clon y pude comprobar, que aunque pasen los siglos en Fez, su cultura y su religión siguen intactos.

Para anotar:

  • La mejor manera de llegar a Fez es por tren. Sus vagones son cómodos y con aire acondicionado. El precio desde Marrakesh es de $33 y desde Casablanca $17. A mi me funcionó pedirle al hotel que me enviara un taxi. Aunque el precio haya sido de $10, cuando uno regular te cobra $1.
  • Pasear por La Medina solo es un deporte extremo. Lo aconsejable es hacerlo con un guía. Así evitarás que los transeúntes te exijan propina por ayudarte. El precio del guía varía entre los $20 y $30 por persona.
  • Para las mujeres no es obligatorio cubrirse la cabeza, pero sí usar ropa holgada y no mostrar los hombros, ni tener escotes.
  • Los árabes son comerciantes por naturaleza. Te pedirán un precio muy elevado por sus productos, pero regateando puedes llevártelos por la mitad de su valor.
  • La entrada a las mezquitas es prohibida para los no musulmanes. Pero puedes tomar fotos solo a su entrada.
  • Fez también tiene su ciudad moderna, afuera de las murallas. Encontrarás centros comerciales, supermercados y restaurantes de comida rápida.
  • Fez es considerada Patrimonio Cultural de la Humanidad, según la UNESCO  y su Medina es la zona peatonal más grande del mundo. Tiene 300 barrios y habitan 500.000 personas.
 
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