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Cuarentena be like…

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Nueva York

¡Hey! Se que estás volando a Alemania. Por eso escogí este momento para escribirte. No te asustes. Soy tu, pero en el futuro. Tres meses, para ser exactos, pero eso sí, con un cúmulo de acontecimientos que han cambiado tu rumbo y el del planeta.

Estás a un par de horas de ver a tu familia. Abrázalos lo más fuerte que puedas y dale muchos besos a los niños. Como si no hubiera mañana. Si las temperaturas están bajas, que no te importe y sal a pasear, viaja y entusiásmate al ver gente. De todo eso habrá escasez. Suena disparado y atroz, pero es nuestra realidad. Mi intención no es alarmarte. Solo quiero que disfrutes esos pequeños momentos que das por sentado.

Estoy en Nueva York, en casa. Marzo y abril fueron borrados del calendario. También los días de la semana. Hoy es 4 de Mayo y mi celular dice que es lunes. ¡Ah! Tampoco llevamos un conteo de horas. No es importante. Ni para tu cuerpo que pide comida 10 veces al día y dormir cuando el sol comienza a levantarse.

¿Te preguntarás qué sucedió? ¿Recuerdas el virus que solo se veía por televisión? El “del murciélago” y que estaba en una ciudad que jamás habíamos escuchado en China; y el que los Presidentes, del Occidente, con arrogancia y convencidos decían que todo estaría “bajo control”.

Pues solo le tomó un par de aviones, conectarse en aeropuertos, luego entrar a terminales de buses y de trenes para llegar; regarse por las ciudades de todos los continentes, visitar las iglesias, conciertos, partidos deportivos y hasta formar parte de matrimonios. El famoso Coronavirus o covid19.

Hasta Wikipedia ya lo registra. Nuestra historia comenzó el 1er de Marzo con el primer caso confirmado en la ciudad. En Ecuador, un día antes. Dos semanas después, en ambos países, una cuarentena casi obligatoria nos dejó paralizados y cruzados de brazos. “¡Es una gripe, no entiendo el alboroto!”.  El “Gobierno está exagerando con estas medidas”. “Hagan caso y no salgan de casa”.  Discutían algunos de mis amigos en los grupos de chat.

Días antes y hasta la fecha, desaparecieron del planeta, perdón de las perchas, los productos de limpieza, el alcohol, los desinfectantes para manos, la vitamina C, acetaminofén, termómetros, mascarillas y guantes…

El papel higiénico y el Lysol/Clorox se volvieron en la nueva obsesión de los estadounidenses. Y, no solo porque el Presidente Trump dijo que sería un buen remedio beberlo, en uno de sus disparatados discursos. Por cierto, ¡es mentira!

Otra obsesión fue el producir videos en la aplicación ‘tik tok’ y publicarlos en Instagram, al igual que la comida, los postres, las bebidas, nuestras videoconferencias (Zoom, Whatsapp, Facebook) con vinos y los entrenamientos. Ay si el celular hablara… Lo tenemos pegados a nuestras manos y con ello una sobrecarga de información (mucho cuento), opiniones y críticas.

La cuarentena ha sido una alteración del entorno. En algunos casos, la sala se ha divido entre oficina (para teletrabajo), aula de clases, capilla, gimnasio, cine, restaurante y bar. Para mis vecinos del piso de abajo, lo mismo pero solo en sus dormitorios; y otras amigas, en cambio, el parqueadero de su edificio es el parque de sus hijos.

 

 

En casa has estado a salvo. Mientras tanto afuera el aterrador sonido de las ambulancias no cesaron hasta la semana pasada  y la “curva” de contagios, hospitalizaciones y muertes dejo de ser una línea ascendente y recién tomó su forma. Lastimosamente, llegan malas noticias y dar condolencias se volvió parte de una nueva y dolorosa rutina diaria. Casi todos y me atrevo a decir todos en Ecuador, hemos perdido un familiar o amigo.

Ecuador no aguantó este estallido. Nunca estuvieron preparados. Las primeras semanas, sus doctores y enfermeras peleaban contra el virus sin armas (sin trajes, ni equipos de seguridad). Tampoco Nueva York, que se convirtió en el epicentro del mundo. El Primer y el Tercer Mundo, con los mismos problemas y actuando con la misma dinámica, pero magnitudes y presupuestos diferentes.

Al mismo tiempo y en ambos países, en las calles, la batallan aquellos que necesitan su trabajo, que viven del día a día y que forman parte del sector esencial. A ellos también los llamamos “Héroes”.

Las manos generosas han sido un reconforte durante la pandemia. Creció un sentimiento de ayudar desde el encierro.  En los barrios de Nueva York se han instalado los bancos de comida, reparten alimentos a domicilio y hay quienes regalaron su cheque de estímulo, que el Gobierno nos entregó. Entre amigos, en cambio, nos hemos intercambiado mascarillas, vitaminas, guantes, frutas y hemos recolectado dinero. Hasta el dueño de casa me dejó al pie de la puerta una caja de paños desinfectantes.

Han pasado siete semanas y mis salidas son únicamente al supermercado. Los nuevos hábitos al comprar y la paranoia se dan de la mano cada 10 días: tener mascarillas, gafas, aretes pequeños, gorra, abrigo y guantes es parte del disfraz. Repetirte continuamente que no debes tocarte la cara. Y,  al llegar a la casa dejar tus zapatos y ropa afuera, lavar y desinfectar toda comida. Aun así, más de uno (me incluyo) ha creído que ya se contagió mientras trata de dormir.

Las filas en la tienda Target y de grandes supermercados son de casi una hora.

 

En una de mis salidas decidí quedarme en Manhattan. Times Square, el Empire State y sus avenidas siguen iluminada pero no resplandecen. Comprendí que el brillo se la damos nosotros, los locales y los turistas. Nueva York luce completamente dormida, aunque despierta solo a las 7pm cuando todos aplaudimos para dar gracias a nuestro personal médico.

No me atrevería a describir este aislamiento como negativo. El mundo nos dio una tregua para hacer cambios internos, mientras afuera su naturaleza se reintegra.

Padres e hijos se reencuentran, al igual que viejos amigos vuelven a conversar. Muchos estamos saliendo de la zona de confort. Otros, han aprovechado este tiempo para reflexionar, perdonar o pedir perdón, autoevaluarse, descubrir habilidades, buscar luz y crecer en esta adversidad.

Por eso cuando acabes de leer esa carta, compra esos vuelos a Viena y Praga. Sigue alimentando tu memoria y tu vida de momentos felices, para que repitas “Era feliz y si lo sabía”. En estos meses ya aprendimos que mañana no tenemos la seguridad de “estar”. Ahora estoy reconociendo que mañana tampoco sabemos si vamos a “tener”.

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