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Estambul: El tesoro de Turquía

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Asiática y europea; Católica, Musulmana y Judía; Bizantina, Romana y Otomano; caótica, densa y serena; antigua y cosmopolita… Así es Estambul, una de las ciudades con más historia, personalidad y contraste del mundo.

Estambul tiene olor a castañas y maíz; con el colorido de sus mezquitas, de los velos de las mujeres y las lámparas; y en sus calles se escucha la música sensual del cantante Tarkan. Posee un sabor a pistacho por su ‘baklava’ y a manzana por su famoso té turco.

Esta ciudad fue mi sitio estratégico en Turquía antes de Capadocia. Para ser honesta solo planifiqué mi estadía por dos días. ¡Qué gran error! No contemplé que la ciudad era gigantesca, colmada de palacios, mezquitas, museos, torres y mercados, y con una población de 15 millones.

Al salir del aeropuerto, su sobrepoblación, el desconocimiento del  idioma y los casi 40 grados de temperatura podrían ser la peor combinación para una bienvenida. Al menos lo fue para mí. Luego una hora y media en bus hasta llegar a la ciudad y de haber sido estafada por un taxista estaba un poco alarmada. ¿Dónde me fui a meter? Era una pregunta que se repetía en mi cabeza, mientras esperaba por mi habitación.

“No te asustes”, dijo el recepcionista mientras abría el inmenso mapa de Estambul. Luego explicarme los sitios para visitar, me recalcó que la ciudad es segura y no me defraudará. 

Seguí sus consejos y comencé esta “breve” aventura por la antigua Constantinopla. ¡Cortísima!  A esa hora solo me quedaba día y medio para recorrerla.

Nunca creas en la primera impresión. Sé que suena a lugar común, pero en este caso es totalmente cierto. Mi hotel quedaba en Sultanahmet, el barrio más antiguo de Estambul. Super colorido, con calles empedradas y con decenas de restaurantes. A tres cuadras estaba frente a dos de los más hermosos, impresionantes y emblemáticos sitios del mundo: Santa Sofía y la Mezquita Azul.

Santa Sofía, Hagia Sofia o Ayasofya

Dos medallones con caligrafía árabe dedicados a Alá y Mahoma junto a la imagen de Jesucristo en los brazos de la Virgen María me hicieron erizar. Es que en Santa Sofía o iglesia de la Santa Sabiduría  se observa la primera fusión de culturas y credos de la ciudad.

En el siglo III fue la primera catedral ortodoxa bizantina, luego católica. En 1453 con la conquista Otomana paso a ser una mezquita y recién en el año 1935 se convirtió en un museo.

Santa Sofía es  una joya arquitectónica compuesta de un altar y sus magníficos candelabros; sus pilares de mármol de la época otomana, los ocho enormes medallones con caligrafía árabe, los azulejos, los mosaicos bizantinos, las imponentes columnas, su enorme cúpula y los vitrales. Todo junto te provocan un éxtasis visual.

Su entrada es de 60 liras, equivalente a 10 USD. Y perfectamente puedes recorrerla en dos horas.

El Bósforo en bote

La hora de la caída del sol se acercaba. Había leído que la mejor vista era desde el Bósforo, el estrecho donde Asia y Europa se dan la mano. El tiempo era corto para elegir un crucero. La opción más sencilla fue un ferry para cruzar al otro continente: el barrio asiático Uskudar.

Los ferry parten cada 20 minutos y el ticket menos de 1 USD. Son amplios y cómodos. En el viaje las gaviotas nos escoltaban y era el mejor sitio para una foto panorámica de la ciudad, donde la enmarcan las mezquitas iluminadas, los faros, el puente y la Torre Gálata.

Ya de vuelta es imperdonable no cenar una de las terrazas a lo largo del Bósforo y debajo del puente Gálata. Decenas de turcos usarán sus habilidades para convencerte de que te quedes en  su restaurante.

La Mezquita Azul

¡8 am! Me quedaban pocas horas para terminar esta travesía. Rápidamente fui a la Mezquita Azul, el símbolo de la belleza musulmana e ícono de Turquía.

Por fuera, la también conocida Mezquita de Sultán Ahmed, tiene una escalera ascendentes de cúpulas y semicúpulas que terminan con una más grande y por dentro está recubierto por 20 mil azulejos hechos a mano donde el color azul prima.

La luz entra a través de 200 ventanas, su decoración tiene versos del Corán y el suelo está cubierto de alfombras bien conservadas, claro debes entrar sin zapatos y cubierta. Solo los musulmanes tiene acceso al área de oración, por lo que el recorrido puede ser corto. Su entrada es gratis.

El Palacio de Topkapi  

La historia y los tesoros del Imperio Otomán -que duró alrededor de 500 años- se encuentran en el Palacio Topkapi. Es gigante pero que mejor que enriquecerse al ver las habitaciones de los sultanes, quienes tenían su harén; sus bibliotecas, su artillería y sus joyas como la daga imperial empuñada  con oro y esmeraldas; y el cuarto diamante más grande del mundo.  La entrada vale 12 USD

El Gran Bazar

Llego el momento favorito del viaje: el del ‘shopping’. Cómo no volverse loca entre las casi 4 mil  tiendas que conforman el Gran Bazar. Imposible no perderse entre lámparas, candelabros, alfombras, cojines, platos, tazas, pañuelos, carteras, joyas…

Es una mezcla de lo tradicional como amuletos con ojos y lo moderno como las réplicas de zapatos, carteras y ropa Chanel, Gucci, Versace o Louis Vuitton.

¡Lo quería  todo! Y, en cada paso que das, los vendedores no me lo hacían fácil y  trataban de llamar mi atención, brindarme té de manzana  y  convencerme (en español) de comprar hasta lo que no necesitaba.

En el Gran Bazar la cultura del regateo debe ser prioridad. Esa habilidad la exprimí hasta salir corriendo de comprar una cartera en la que me pedían 1,500 liras y finalmente pagué solo 500.

La Torre Gálata

Llegó la noche en Estambul. Muy tarde para subir al mirador de la torre más alta de Estambul: el Gálata, ubicado en el barrio europeo Beyoglu . Pero, temprano para recorrer la zona.

Sus calles son estrechas y al ser una colina hay que subir escalinatas. Al llegar, la imponente torre medieval te recibe iluminada con colores azules y naranjas.

A su alrededor se fusionaba la música, el arte y los platos tradicionales. Inevitable  no deleitarse con el tradicional dulce, baklava, y mi último té turco en esta ciudad, mientras contemplo la magnitud de la torre.

Para regresar al hotel en Sultanahmet, el camino más rápido fue con el tranvía. Es seguro, cómodo y la tarjeta vale menos de 1 USD. Eso sí, mentiría si digo que entendí como funcionaban las  ‘Istanbulkart’. Las indicaciones estaban en turco, pero tuve la suerte que siempre había alguien dispuesto a ayudarme.

De este manera y casi sin sentir mis pies le saqué el jugo a mis dos días en esta monumental ciudad.  No logré llegar al Bazar Egipcio, ni a los barrios asiáticos, ni al museo de historia o las otras mezquitas. Ese será el recordatorio de que debo volver. Con más tiempo y con más maletas para llevarme todas las lámparas.

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Martinica: Un secreto francés en El Caribe

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Honestamente, hace 3 años no tenía idea dónde quedaba Martinica. Luego de que una amiga me comentara sus planes de viajar, decidí abrir Google.  ¡Era parte de las Antillas Francesas!  Me había olvidado completamente que existían y eso que fui una de las mejores estudiantes de geografía.

En enero, una vez más Martinica volvió a mi mente. Esta vez mientras buscaba vuelos para escapar del frío neoyorkino. República Dominicana, Barbados y México eran otras opciones, pero la idea de ir al Caribe que pocos conocen me atraía mucho más. Y lo digo porque amigos, familia y compañeros de trabajo también la desconocían. Incluso, apostaban que estaba en el Mediterráneo.

Martinica es un pedacito de Francia, con un toque de sensualidad caribeña y por supuesto playas paradisiacas.

Cuando llegué a la también conocida “Isla de las Flores”, por la noche, las diminutas carreteras con rotondas, las placas de los carros y los letreros publicitarios me transportaban a los pueblos europeos. Sin contar su moneda, el euro, y su idioma, el francés. Aunque con los días, escuchaba a muchos locales conversar en su lengua nativa, el criollo martiniqués o ‘créole’.

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Su población es en su mayoría católica. Cada comuna conserva su iglesia en la plaza principal.

Al arribar a ‘Saint Anne’ o Santa Ana, al sur de la isla, se acabaron las comparaciones. Su clima tropical, la brisa del mar, el olor del ron añejo, las embarcaciones pesqueras, los yates y los sonidos de las bandas musicales eran suficientes para sentir y formar parte de esa atmósfera caribeña.

Martinica es una isla volcánica en el archipiélago de las Antillas. En el norte, el Monte Pelee es su volcán activo y su excursión debe estar en la lista de “cosas por hacer”.

En mi caso, definitivamente la playa me llamaba y mi parada fue la más famosa y hermosa de Martinica: ‘Les Salines’ o Salinas. Cada rincón es una postal. Lo bordean las palmeras inclinadas, su arena fina y blanca; y el mar cálido color turquesa.

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‘Le Salines’ o Salinas está ubicado al suroeste de la isla.

‘Les Salines’ tiene un ambiente de paz y tranquilidad. No hay hoteles. Solo restaurantes pequeños y kioscos con ‘souvenirs’, carteras, pareos, vestidos…

Pero, su playa más turística es Diamante o ‘Le Diamant’.  Es ancha y descansa sobre una bahía enmarcada en rocosas y verdes colinas, que desde el sur se observa como la forma de una mujer acostada. Al frente y en medio del Mar Caribe, una roca volcánica de 175 metros de altura es ideal para bucear y disfrutar la fauna marina.

‘Anse Dufour’, al norte de Diamante es una de las más encantadoras. Al ser una ensenada, su caída de sol es uno de los más mágicos y espectaculares de la isla.  Del otro lado de la isla, ya en el océano Atlántico también está ‘Lé Robert’, con el tour de los islotes.

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‘Anse Dufour’

Sí, mi aventura en Martinica consistía en disfrutar nuevas playas y deleitarme en mi hora favorita: la del ‘sunset’, buscando locaciones para tener la mejor vista. Sin importar que fuera hasta en el cementerio, como en ‘Saint Anne’.

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Y fue en esa pequeña comuna, de no más de 4.000 habitantes, donde me hospedé por casi una semana. ‘Saint Anne’ al igual que el resto de Martinica no tiene un turismo masivo, no se observa con frecuencia  americanos o latinos. En cambio, en un sitio de retiro para los europeos. Lo que lo convierte aún más pacífico.

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Uno de los platos tradicionales de Martinica son las frituras o ‘Accras’. Las hay de vegetales, mariscos o pescado.

Pero, es tan cálido que te hace sentir local desde que la pisas, en especial cuando entras a la panadería por el fresco y caliente pan ‘baguette’, haces fila para probar los famosos ‘accras’ o frituras bacalao y camarón o cuando en la noche luego de bailar te sientas en el único sitio que no tiene hora de cierre la crepería de Charles.

Mientras esperas por tus crepes, Charles te presta su equipo de sonido para que pongas tu música favorita. Para mi buena suerte era uno de los pocos (por no decir el único que hablaba español). Su alegría y su buena energía es contagiosa y con él, el ron y la cerveza local Lorraine nunca  faltó. Así el resto del pueblo esté apagado.

Así es que en Martinica el ron forma parte de la rutina diaria. A lo largo de las carreteras están los sembríos de caña de azúcar junto a las destilerías donde uno puede hacer una pequeña parada de degustar las diferentes variaciones de éste espíritu caribeño. En la calle, playa y restaurantes el famoso ‘ti punch’ (ron, azúcar y limón) es la estrella y la firma de la isla. Y para anotarlo. Cero resaca.

Martinica es el secreto mejor guardado de los franceses. Es su sitio para retirarse o vacacionar en familia. Para disfrutar de lo simple y plácido que puede convertirse la vida, donde lo único que necesitas es tu bikini, bronceador, una cámara fotográfica y un buen vaso de ron.

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Por la autopista US 89: Utah y Arizona

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El Parque Nacional Zion resplandecía con sus colores rojizos, rosados, anaranjados y amarillos. Su paisaje rocoso y semidesértico era la puerta de entrada al estado de Utah, en el oeste de Estados Unidos. Al conducir, era como estar inmerso en un parque temático de la naturaleza.

Así fue como inicié mi travesía en carro “road trip” por el oeste del país. Luego de 10 años viviendo en Nueva York, era tiempo de explorar esos espectaculares parques nacionales, aún habitados por comunidades de  indios americanos. Manejando desde Las Vegas, Nevada y tomando la ruta 89, visité 4 sitios. Zion, Cañón del Antílope​​ (Antelope Canyon), la Curva de la Herradura (Horseshoe bend) y el Lago Powell.

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Springdale, es el pueblo más cercano al Parque Nacional de Zion

Imponentes muros, que forman parte del cañón; majestuosa topografía, colinas, desfiladeros, altos precipicios, miradores, riachuelos, lagos, estanques, pantanos, desierto… Eso es Zion. Si eres amante de la naturaleza y de acampar, recorrerlo completamente requerirá de al menos 5 días.

El parque tiene 15 senderos con caminatas fáciles, moderadas e intensas. Los buses gratuitos te llevan desde el parqueadero hasta el comienzo de cada trayecto. En mi caso elegí ‘Canyon Overlook’. Es el único lugar en el que puedes parquear el vehículo en un punto cercano.

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La experiencia es fascinante. Parte del camino es tallado sobre las piedra, hay abismos en los que debes agarrarte de la sogas y subidas sobre rocas. El calor de julio, intenso. Pero con agua, ropa cómoda y gorra llegarás en una hora al punto panorámico, donde las montañas se entrelazan y le dan forma al cañón.

‘Narrows’ es la más famosa y difícil porque caminas por el río Virgin y el trayecto es de 8 horas. En cambio, ‘Angels Landing’ es el “estrella”, apta para los que no sufren de vértigo. Por tiempo no pude completar otro sendero porque debía manejar tres horas hasta llegar al pueblo de Page, cercano a mi siguiente punto. Antílope.

Cañón del Antílope o ‘Antelope Canyon’

Ubicado dentro del desierto en el estado de Arizona, para los indios Navajos, Antílope es su sitio espiritual, en el que ellos sienten esa armonía con la naturaleza.

Este cañón, con curvaturas en sus paredes, es sin duda uno de los sitios más fotografiados y visitados del país. Debido a su delgadez, la luz que penetra a la roca arenisca le da unos tonos naranja, amarillo y rojo espectaculares.

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El cañón alto tiene hasta 40 metros de altura.

Solo se puede ingresar con un tour dirigido por Los Navajos. La mejor hora por su luz, 12pm. Conseguir esos tickets, misión casi imposible. Hay que comprarlos con semanas de anticipación.

Con suerte conseguí para las 11am. Durante la espera, el calor, una vez más, era intenso. Luego una camioneta nos llevó  por una ruta de arena hasta el Antílope Alto, donde ya la marejada de turistas hacía línea para ingresar.

Adentro la atmósfera era única. Mágica. A medida que acercaba el mediodía, Antílope tenía una  fusión  de luces y sombras. En ciertos espacios era como estar dentro de la cueva. Tomarse fotos era desafiante por la cantidad de turistas y la estrechez del cañón. Y, se suma la forma del sitio porque no es circular.

Luego de una hora entre este fantástico juego de colores, la siguiente parada era a 15 minutos. La Curva de la Herradura (Horseshoe bend).

Mi favorito. La vista natural más espectacular de US. Es como un lienzo. La altura del cañón, Glen, y el perfecto meandro rodeado por el rio Colorado (400m. de altura), te erizará  la piel y te dejará sin aliento.

La ruta desde el parqueadero hasta el borde, es muy corta. 15 minutos. Pero, al ser desierto y con la temperatura de 42 grados, hay decenas de letreros aconsejando llevar mucha agua y protección solar. Y, tienen razón porque a los 5 minutos era difícil hasta respirar y caminar.

Una vez en el mirador, solo hay que disfrutar de la vista. Llenarse de energía y fotografiar cada rincón. Los más arriesgados se acercaban al limite para conseguir el retrato perfecto. La mejor hora. La caída del sol.

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Una vez culminada esta travesía, regresaba a Las Vegas. Pero un letrero de entrada al Lago Powell captó mi atención. Decenas de carros-casa estaban parqueados a lo largo del lago artificial. Al ver el agua cristalina y con la temperatura tan alta, era imposible no sumergirse antes de regresar a Nevada.

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El lago Powell se ubica entre Arizona y Utah.

Datos:

  • La entrada a Zion es de 35 USD por vehículo. El pase dura hasta una semana.
  • No hay muchos pueblos cercanos. Las mejores opciones son Springdale (cerca de Zion) y Page ( Antílope).
  • Antílope tiene dos cañones. Alto y bajo. La mejor vista es el primero. La entrada vale 60USD adultos. 30USD niños. Solo se puede pagar en efectivo.
  • Los aeropuertos cercanos a estos sitios son el del Las Vegas, Nevadas y el de Phoenix, Arizona.
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Bali, un mito para los viajeros

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El año pasado me sumergí en el archipiélago más grande del planeta y dentro de las cerca de 17,500 islas que conforman Indonesia, llegué a Bali.

Lo admito. Agregué a Bali en mi lista luego de regresar de la isla  Ko Phi Phi en Tailandia, leer el libro ‘Come, reza y ama’, cautivarme con las fotos de una amiga en un columpio contemplando una espectacular caída de sol y por el bombardeo mediático en redes sociales.

En el libro, la escritora Elizabeth Gilbert recreaba una isla tranquila con tradiciones milenarias, donde los turistas llegan en busca de esa “paz” espiritual. Su tapiz eran los verdes arrozales y sus playas turquesas.

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Pero la vida en Bali es una contradicción. Si bien es conocida por sus playas vírgenes y paradisiacas, a menos que te alojes en los lujosos hotels también hay áreas en las que te sumerges a nadar en medio de plásticos y la contaminación es visible.

La isla es un santuario Hindú, el único dentro de un país  musulmán. Sus ciudades principales Kuta y Ubud, en cambio, tienen un caótico tráfico y una marejada de turistas. Y, cuando digo tráfico me refiero a permanecer una hora y media en el carro por una distancia de 10 km.

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En el centro de Ubud

A diferencia de Tailandia, no hay templos con budas de oro, sino casas con altar. Cada mañana, los balineses ofrecen flores, arroz, comida e incienso a los dioses y espíritus de sus antepasados para pedirles protección contra los demonios.

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Y, por la tarde, las mujeres fabrican nuevas ofrendas con hojas y flores para dejar en las veredas al otro día. Estos cuadraditos de colores no duran más que una par de horas. Muchas ofrendas mueren bajo las motos, otras son aplastadas por los peatones, caen al río o quedan en la basura.

Bali genera expectativas. Es una isla gigante y para conocerla a fondo mis 5 días no fueron nada.  Así que al menos puedo sugerir 6 sitios para conocer si te atreves a vivir la aventura balinesa.

1.-Tirta Empul

Este templo fue construido en el año 926 d.C. durante la dinastía Warmadewa, es un lugar de peregrinación para los balineses ya que la leyenda cuenta que sus 12 fuentes tienen poderes curativos. Su precio es de 1USD. Incluso puedes bañarte entre los peces.

2.- Pura Ulun Danu Batur “El Templo del Lago”

Es la postal de Bali. Un templo con diferentes tejados que emerge de las aguas de un lago volcánico con un marco montañoso. Está dedicado a la diosa Dewi Danu, encargada de proteger el área como símbolo de fertilidad y prosperidad. Su precio es de USD 4

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3.-Ubud

Es una ciudad con mucho encanto en el centro de la isla. Para llegar pasarás por los arrozales. Se volvió famosa entre los turistas por el libro y la película Come, Reza y Ama. Por eso es parada obligatoria la casa (que ahora es un hostal) del sabio balinés  Ketut Liyer.

Aunque el curandero murió hace un par de años, su hijo hace lecturas de la palma de la mano, debido a las decenas de turistas que tocan su puerta y desean vivir la experiencia de la escritora y de la actriz Julia Roberts.

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4.-Monkey Forest, reserva de monos en Ubud

Es una reserva natural. Más de 340 monos  ‘macacos’ de cola larga viven en este bosque y campan a sus anchas por los senderos y árboles del recinto. Ten cuidado porque arranchan todo lo que tengas en la mano o aretes, gafas, carteras. La entrada a este templo cuesta 1.50 USD por persona

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5.- El mercado de Ubud

Máscaras de madera, carteras, sarongs (pareos), vestidos y recuerdos del viaje, es un mercado de dos pisos donde regateando comprarás todo a buen precio.

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6.- Dia de playa

Escapa del tráfico de la isla. Relájate todo el día en uno de los clubs privados a lo largo de la playa de Kuta. Mi favorito fue Potatoe Head. Una cama con vista al mar. El bar adentro de la piscina. Mojitos hasta ver la caida del sol.

Los columpios de la isla Gili Trawangan

Al planificar mi viaje me di cuenta que la caída de sol con los columpios que ví en las fotos, fueron en una de las tres islas Gili. Así que tome el ferry y en 3 horas llegué a esta playa que literal te tomará una hora darle la vuelta completa a pie y 15 minutos en el único medio de transporte. Los caballos.

Gili Trawangan al igual que el resto de Indonesia su población es musulmana. No decoraciones, ni ofrendas y solo se escuchaba por los parlantes los rezos provenientes de la  mezquita. Y, aunque pensé que la isla era  menos habitada, mi sorpresa fue ver la cantidad de turistas en busca de fiestas.

Luego de la lluvia y casi al final de la tarde llegué al sitio donde muchos se alistaban para disfrutar el espectáculo. A lo largo de la playa encontrarás decenas de columpios que forman parte de los hoteles y restaurantes del área.

Así fue que en uno de estos y con la gama de colores pasteles en el cielo disfruté mi último día en las playas de Indonesia.

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ON US ROUTE 89: UTAH AND ARIZONA

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Zion National Park was glowing with its reddish, pink, orange, and yellow hues. Its rocky and semi-desert landscape was the gateway to the state of Utah, in the United States. Driving through it felt like being immersed in a nature theme park. 

This is how I began my first road trip journey through the west of the country. After 10 years living in New York, it was about time to explore those spectacular national parks, still inhabited by American Indian communities. Driving from Las Vegas, Nevada, I went through Route 89, visiting 4 sites: Zion, Antelope Canyon, Horseshoe bend and Lake Powell. 

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Springdale, the closest town to Zion National Park

Imposing walls, which form the canyon, majestic topography, hills, gorges, high precipices, lookouts, streams, lakes, ponds, swamps, desert… All of it is Zion.  

If you are a lover of camping and nature, it will take you at least 5 days to explore it fully. The park has 15 trails with easy, moderate and intense walks. The free buses take you from the parking lot to the beginning of each journey. In my case I chose ‘Canyon Overlook’. It is the only location where you can park your vehicle at a nearby point. 

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The experience is fascinating. Part of the path is carved out of the stone, and there are chasms where you must hold onto the ropes and climb on rocks. The heat of July is intense, but with a water bottle, comfortable clothes and a cap, you will reach the panoramic viewpoint in an hour. This is where the mountains trails meet and shape the canyon.  

Narrows is the most famous and difficult because you walk along the Virgin River and the journey takes 8 hours. Angels Landing is the ideal for beginners, suitable for those who do not suffer from vertigo. Since I was running out of time, I couldn’t complete another trail. I had three hours ahead of me to reach the town of Page by car, near my next point: Antelope.  

Antelope Canyon

Antelope Canyon is located within the desert in the state of Arizona. For the Navajo communities, Antelope is a spiritual place, where you can feel in harmony with nature. This canyon, with dramatic curvatures in its walls, is undoubtedly one of the most photographed and visited sites in the country.

Because it’s such a narrow passage, the light that penetrates and bounces of the sandstone rock is reflected in a multitude of orange, yellow and red tones.

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Only Navajo guided tours are available, and the best time for its light effect is at 12pm. Get those tickets early. It’s almost mission impossible, so plan to buy them weeks in advance.  

Fortunately, I got them for the 11 am tour. While I waited, the heat, once again, was getting to me. A van took us down a sandy route to the Upper Antelope, where we encountered a flood of tourists already lining up to enter. 

Inside, the atmosphere was more than unique. It was magical. As noon approached, Antelope gave us a display: a fusion of light and shadow. In certain parts, it was like being inside a cave. Taking photos was challenging due to the number of tourists and the confinement of the narrow canyon. The shape of the site is not helpful either. 

After an hour surrounded by this fantastic game of colors, we walked 15 minutes towards the next stop: Horseshoe bend  

Horseshoe bend

My favorite spot. Perhaps, the most spectacular natural view in the US. It is like a canvas: The height of the Glen canyon, and the perfect meander surrounded by the Colorado River (400m high), will take your breath away.

The route from the parking lot to the canyons edge is very short. Only 15 minutes. But this is the desert, and with an average temperature of 104 degrees, you will find dozens of signs advising you to bring plenty of water and sun protection. And believe me, they are right to warn you. After 5 minutes I found it difficult to breathe and walk at the same time.

Once in the observation point, you get to enjoy the view. Fill yourself with energy and photograph every corner. Some daring tourist approached the edge to get the perfect portrait for the hour: The sun falling in the sky. 

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Once I finished this adventure, I began my drive back to Las Vegas. But an entrance sign to Lake Powell caught my attention. Dozens of mobile homes were parked along the shores of the artificial lake that is the second largest man-made reservoir in the United States.

Seeing the crystal-clear waters while enduring the sweltering temperature, it was impossible for me not to make a final stop and take a dive before returning to Nevada. 

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Lake Powell is in the border of the states of Arizona y Utah.

To know:

  • Entry to Zion is $ 35 per vehicle. The pass lasts up to a week. 
  • There are not many nearby towns. The best options are the towns of Springdale (near Zion) and Page (Antelope). 
  • Antelope has two cannons. High and low. The best view is the first. The entrance is 60 USD for adults and 30 USD for children. You can only pay in cash. 
  • The airports near these sites are the ones serving Las Vegas, Nevada and Phoenix, Arizona 
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BALI: A TRAVELERS MYTH

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Last year I immersed myself in the waters of the largest archipelago on the planet. Flying through the aerospace of the nearly 17,500 islands that make up Indonesia, I finally arrived in Bali. 

I’ll admit it. I added Bali to my list when I was returning from Ko Phi Phi island in Thailand. After reading the book ‘Eat, pray and love’, and being captivated by the photos of a friend posing on a swing while watching a spectacular sunset, I couldn’t resist the FOMO from the social media bombardment  

In the book, the writer Elizabeth Gilbert recreated a quiet island with ancient traditions, where tourists come looking for that elusive spiritual “peace”. Its landscape, a tapestry of green rice fields and turquoise beaches. 

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But the daily life in Bali is full of contradictions. Although it is known for its pristine and paradisiacal beaches, unless you stay in the luxurious hotels, you may find yourself in beaches where you dive into the midst of floating plastic debris and visible pollution. 

The island is a Hindu sanctuary, the only one within a predominantly Muslim country. The main nearby cities of Kuta and Ubud, on the other hand, have chaotic traffic and a permanent surge of tourists. When I say traffic, I mean hour and a half parked on the road for a distance of 10 km. 

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Downtown Ubud, Bali

Unlike Thailand, there are no temples with golden buddhas, but houses with shrines. Every morning the Balinese offer flowers, rice, food and incense to the gods and the spirits of their ancestors. They ask for protection against demons. 

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And, in the afternoon, the women make new offerings with leaves and flowers to leave on the sidewalks for the next day. These colorful squares do not last more than a couple of hours. Many offerings die under motorcycles, others are crushed by pedestrians, fall into the river, or are left in the trash. 

Bali creates expectations. It is a giant island, and to know it in depth, you need more than a week.  I suggest you include at least 6 places to visit if you dare to experience the famed Balinese adventure. 

1.-Tirta Empul

This temple was built in the year 926 A.D, during the Warmadewa dynasty. It is a place of pilgrimage for the Balinese, as legend has it that its 12 fountains have healing powers. The entry fee is 1 USD and you can even bathe among the fish. 

2.- Pura Ulun Danu Batur or “The Temple of the Lake” 

It is the postcard from Bali. A temple with different roofs that emerges from the waters of a volcanic lake and with a mountainous landscape behind it. It is dedicated to the goddess Dewi Danu, in charge of protecting the area as a symbol of fertility and prosperity. Its entry fee is USD 4 

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3.-Ubud

It is a charming city in the center of the island. To get there you will go through the paddies. It became famous among tourists for the book and movie Eat, Pray and Love. The featured house (which is now a hostel) of the Balinese sage Ketut Liyer is a must.

Although the healer died a couple of years ago, his son will read your palm, due to the dozens of tourists who knock on his door and want to live the experience of the writer and also the actress Julia Roberts.

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4.- Monkey Forest, Balinese long tailed monkey sanctuary in Ubud  

It is a natural sanctuary. More than 340 Balinese long-tailed ‘macaque’ monkeys live in this forest and roam freely along the trails and trees of the enclosure. Be aware that you’re entering their home.

Everything you have on hand, as well as earrings, glasses, and wallets are up for grabs if it’s interesting enough for them. The entrance to this temple costs 1.50 USD per person 

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5.- The Ubud Market

Wooden masks, wallets, sarongs, dresses and souvenirs from the trip. It is a two-story market where you can haggle to buy everything at a fair price. 

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6.- Beach and pool day

Escape for once the island’s traffic. Relax all day in one of the private clubs along Kuta Beach. My favorite was Potato Head. It has a bed with an ocean view and the bar is inside the pool. Get their mojitos until you see the sun go down. 

Swings on Gili Trawangan Island 

When I was planning my trip, I realized that the sunset with the swings that I saw in the photos were on one of the three Gili islands. So, I took the ferry and in 3 hours I reached this beach. It will take you an hour to make the complete tour on foot and 15 minutes by the only means of transportation available: Horses. 

Gili Trawangan, like the rest of Indonesia, has a majority Muslim population. There are no human shaped decorations or temples, no flower offerings and you could only hear the call to prayers from the mosque. I thought for a moment that the island was sparsely populated, imagine my surprise when later on I found throngs of tourists looking for parties. 

After a rainy day and almost at the end of the afternoon, I finally arrived at the place where everybody got ready to enjoy the show. Along the beach, you find dozens of swings that are part of the hotels and restaurants in the area. 

So, it was there, in the swing and with all kinds of pastel colors in the sky, I enjoyed my last day on the beaches of Indonesia. 

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Por las calles de Fez

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El arco azul, conocido como Bad Bou Jeloud, te da la bienvenida a este laberinto de 9.000 calles dentro de la Medina. Era julio. Siglo XXI, pero aquí el tiempo se detuvo en la Edad Medieval, específicamente en el siglo VIII.

No hay edificios altos, solo se imponen las mezquitas de la ciudad. Tampoco se escuchan carros. No hay contaminación. El paisaje es arcilloso, no hay asfalto y las calles son adoquinadas, unas tan estrechas que solo una persona puede ingresar a la vez.

Nos adentrábamos y a mi mente llegaban las imágenes de la telenovela brasileña El Clon, que se transmitió en Ecuador -en horario estelar en el año 2001- y que me cautivó desde ese momento. Cada mujer con velos islámicos me recordaba a Jade y el rostro de las señoras, a Soraide. Incluso, me emocionaba cuando escuchaba entre los comerciantes gritar los nombres:  Mohamed, Said, Alí o Mustafá.

Después de 16 años (cuando por primera vez vi El Clon) lo había logrado. Estaba en Marruecos, específicamente en Fez. Una ciudad árabe que visualmente me cautivó por ser una cápsula en el tiempo y tener tradiciones musulmanas muy arraigadas.

La Medina de Fez, como todas, es amurallada. Para seguir con la tradición me hospedé en un Riad, que son casas típicas. Por fuera tenía una diminuta puerta, pero por dentro era grande -con patio interior, fuentes y árboles- similar a la casa del tío Alí.

Mi sorpresa fue que justamente Alí nos recibió. El chico alto, delgado y vestido con una túnica nos invitó el famoso té de menta y nos abrió el mapa de la ciudad. Era una misión casi imposible moverse sola en la Medina y más complicado por ser mujer. Mi mejor opción fue contratar un guía.

Junto con Hassan comenzó la aventura de seis horas por al menos la mitad de los 300 barrios que componen la ciudad antigua Fez El-Bali. Las calles tienen nombres escritos en árabe y difícilmente volverás a pasar por la misma área. Pero el guía las conocía a ojos cerrados.

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Aproximadamente 9.000 calles  conforman la Medina de Fez.

Entre el mercado de especias se divisa una gigante puerta de cedro que es la entrada de Madraza o Medersa El Attarine, la escuela coránica más antigua. Ahí resaltan sus columnas de mármol, azulejos y labrados hechos pieza por pieza por sus artesanos. Su fuente central es usada para la purificación.

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La entrada de la Madraza o Medersa El Attarine, la escuela coránica más antigua del mundo.

 La ciudad es conocida por tener los mejores artesanos. Es inevitable que el guía no te lleve de compras a las tiendas de sus amigos que elaboran joyas, alfombras, sábanas de seda, ollas de cobre, artículos de cuero, vasijas, fuentes… Así se vive el comercio en Fez.

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Un imponente “La shukran”, “no gracias”, te salvará de llevarte una alfombra en la maleta o hasta evitar que te compres una puerta y te la envíen a tu casa. Y eso fue exactamente lo que dijimos, luego de que nos llevaran a la terraza para mostrarnos las gigantes alfombras elaboradas con piel de camello, gacela e hilo del agave.

Cruzando uno de sus puentes, el sonido de los martillos al unísono  mostraba una armonía en la Plaza Seffarine. Abdul -conocido por ser el hombre con las manos más duras del barrio de los orfebres y los metaleros- y sus amigos les dan forma a los calderos, ollas, teteras, lámparas de cobre.

La temperatura alcanzaba los 37 grados, el sol era intenso, pero nos acercábamos al sitio más fotografiado de Fez. El terrible olor te indicaba la cercanía. Subimos a la tienda de Amman y nos regalaron un ramillete de menta para poder respirar.

Llegamos al balcón y desde ahí los hombres sumergidos en las tinas de colores de la Curtiduría Chouwara eran parte de esta postal. Tal cual como en los primeros capítulos de la novela, cuando Latiffa le mostraba a Jade que el tío Alí era el dueño de la mitad de los tanques.

En la Curtiduría Chouwara se tiñe el cuero. Este es un  negocio milenario de las familias de Fez.

En estas gigantes acuarelas blancas, rojas, azules, cafés y verdes se tiñen el cuero de ovejas, vacas, cabras y camellos previamente sacrificados. El olor nauseabundo se debe al uso de excrementos de paloma para limpiar el cuero y remover la grasa. Es increíble como ellos pueden trabajar en esas condiciones.

Decenas de familias se dedican a este negocio milenario y en sus terrazas los cueros son exhibidos mientras cumplen su proceso de secado. Después pasan a sus tiendas los finos abrigos, zapatos y carteras para más adelante enviarlos a Italia o París, donde les colocan las etiquetas de reconocidas marcas.

Cada esquina en Fez me cautivó. Los burros, que son el medio de transporte de carga; las cabezas de camellos guindando en el mercado de carnes; la decoración de las fuentes; los colores de sus azulejos; la elegancia de sus mezquitas y escuelas coránicas; los vestidos de sus mujeres. Pero, sobre todo las tiendas, los velos, los zapatos autóctonos, los bolsos, los platos, los aceites de argán son las que captaron mi atención.

Ya en la noche, en la terraza del Riad y esperando nuestra cena, un canto salía de los parlantes de las mezquitas, era el llamado a la oración entre los musulmanes. Nuestro mesero Hassan y la cocinera Nabila tuvieron que entrar para orar con dirección a la Meca, como es la costumbre. 

Así le poníamos fin a esta aventura donde pude vivir un día la experiencia de El Clon y pude comprobar, que aunque pasen los siglos en Fez, su cultura y su religión siguen intactos.

Para anotar:

  • La mejor manera de llegar a Fez es por tren. Sus vagones son cómodos y con aire acondicionado. El precio desde Marrakesh es de $33 y desde Casablanca $17. A mi me funcionó pedirle al hotel que me enviara un taxi. Aunque el precio haya sido de $10, cuando uno regular te cobra $1.
  • Pasear por La Medina solo es un deporte extremo. Lo aconsejable es hacerlo con un guía. Así evitarás que los transeúntes te exijan propina por ayudarte. El precio del guía varía entre los $20 y $30 por persona.
  • Para las mujeres no es obligatorio cubrirse la cabeza, pero sí usar ropa holgada y no mostrar los hombros, ni tener escotes.
  • Los árabes son comerciantes por naturaleza. Te pedirán un precio muy elevado por sus productos, pero regateando puedes llevártelos por la mitad de su valor.
  • La entrada a las mezquitas es prohibida para los no musulmanes. Pero puedes tomar fotos solo a su entrada.
  • Fez también tiene su ciudad moderna, afuera de las murallas. Encontrarás centros comerciales, supermercados y restaurantes de comida rápida.
  • Fez es considerada Patrimonio Cultural de la Humanidad, según la UNESCO  y su Medina es la zona peatonal más grande del mundo. Tiene 300 barrios y habitan 500.000 personas.
 
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BY THE STREETS OF FEZ

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The blue gate, known as Bad Bou Jeloud, welcomes you to this labyrinth of 9,000 streets within the Medina. It was July on the 21st century, but here time stopped in the Medieval Age, specifically in the 8th century. 

There are no tall buildings, only the mosques of the city prevail, nor are cars heard. There is no contamination, and the scenery is made of clay. There are no asphalt roads, instead the streets are cobbled, and some are so narrow that only one person can enter at a time. 

As we entered, the images of the famous Brazilian soap opera “The Clon” came to my mind, which was broadcast in my native Ecuador during primetime in 2001.

I was captivated with that story from the beginning. Each woman with Islamic veils reminded me of Jade, the main character, and the ladies’ faces, of the character Soraide. I was even excited when I heard the names of the merchants shouting: Mohamed, Said, Ali or Mustafa. 

After 16 years (from the time I saw “The Clon”) I had finally achieved my dream. I was in Morocco, specifically in Fez. An Arab city that visually enchanted me for being a time capsule and having deep-rooted Muslim traditions. 

The Medina of Fez is walled, which is generally the case. To immerse myself in the local customs, I stayed in a Riad, which are the typical houses. Outside it had a tiny door, but inside it was large – with an interior patio, fountains and trees – similar to the Uncle Ali’s TV character house. 

My surprise was that another Alí received us, exactly as in the soap opera. The tall, skinny boy dressed in a robe invited us to have the famous mint tea and opened the map of the city. It was an almost impossible mission to move alone in the Medina and more complicated when you are a woman. My best option was to hire a tour guide. 

Along with Hassan our guide, the six-hour adventure began in at least half of the 300 neighborhoods that make up the ancient city of Fez El-Bali. The streets have names written in Arabic and you will hardly go through the same area again. But the guide knew them like the palm of his hand.

Nestled in the spice market you can see a giant cedar door that is the entrance to Madrasah or Medersa Al-Attarine, the oldest Koranic school. Its most remarkable features are the marble columns, the tiles and the elaborate carvings made piece by piece by its craftsmen. Its central fountain is used for purification. 

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The enter of the Medersa The Al-Attarine.

The city is known for having the greatest artisans. It is inevitable that the guide will take you shopping, to the stores of his friends making jewelry, rugs, silk sheets, copper pots, leather articles, vessels, and fountains… This is how commerce is part of living in Fez. 

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Sternly saying “La shukran”, meaning “no thanks”, will save you from taking a rug in your suitcase or even preventing you from buying a carved door and mail it to your home. And that was exactly what we said, after they took us to the terrace to show us the giant rugs made with camel skin, gazelle and agave thread.  

Crossing one of its bridges, the unison hammerings sounds created a harmony in Seffarine Square. Abdul – known for being the man with the toughest hands in the goldsmiths and metalworkers’ neighborhood – along with his friends, shape cauldrons, pots, kettles, and copper lamps. 

The temperature reached 38 degrees centigrade, the sun was intense, but we were approaching the most photographed site in Fez. The terrible smell indicated proximity. We went up to Mr. Amman’s store and they gave us a sprig of mint to breathe. 

We reached the balcony and from there, we saw the men submerged in the colored tubs of the Chouwara Tannery, as if they were posing for a postcard. Just like in the first episodes of the soap opera, when Latiffa showed Jade that Uncle Ali owned half of the coloring tanks. 

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The Chouwara Tanneryse is a millennial business family of Fez.

In these giant watercolors of white, red, blue, brown and green dyes, the leather of previously slaughtered sheep, cows, goats and camels is transformed. The foul smell is due to the use of pigeon droppings to clean the leather and remove the fat. It’s astonishing how they can work in those conditions. 

Dozens of families are engaged in this thousand-year-old business and the leathers are exhibited on their terraces while they complete their drying process. Later on, the fine coats, shoes and wallets go to their stores and after that, they’re sent to Italy or Paris, where many will be branded with the labels of recognized fashion houses. 

Every corner in Fez was charming to me: Donkeys everywhere, for transporting cargo; Camel heads hanging in the meat market; the fountains decorations; the colors of the tiles; the elegance of its mosques and Koranic schools; the women dresses. But, above all, the stores, the veils, the traditional shoes, the bags, the ceramics, and the argan oils that specially caught my attention. 

As the night came down on us, while waiting for our dinner on the terrace of the Riad, a song came from the speakers of the mosques. It was the call to prayer for all Muslims. Our waiter Hassan and the cook Nabila had to enter to pray towards Mecca, as is their ritual. 

And with this moment, we ended up this adventure where I lived the fantasy of being in “The Clon” for one day.  I got to see with my own eyes, that even though the centuries have passed in Fez, its culture and religious traditions are still intact. 

To note:

  1. The best way to get to Fez is by train. Their carriages are comfortable and air-conditioned. The price from Marrakesh is US$ 33 and from Casablanca US$ 17. It worked for me to ask the hotel having a taxi pick me up at the station. Although if you request this convenience, they charge you $ 10, when a regular one on the street charges you US$ 1.  
  2. Walking by yourself through the Medina is an extreme sport. It is advisable to do it with a guide. This will prevent passersby insistently asking you to tip them if they help you with any information. The price of the guide varies between $ 20 and $ 30 per person.  
  3. Women do not have to cover their heads, but it is expected that you wear modest and loose clothing without low necklines and covering your shoulders.  
  4. Arabs are merchants by nature. They will ask a very high price for their products, but if you haggle, you can take down the price in half.  
  5. Entrance to mosques is prohibited for non-Muslims. But you are allowed to take photos at its entrances.  
  6. Fez also has a modern city, outside the walls. You will find shopping malls, supermarkets and fast food restaurants. 
  7. Fez is considered part of the Cultural Heritage of Humanity, according to UNESCO, and its Medina is the largest pedestrian zone in the world. It has 300 neighborhoods and 500,000 habitants. 
 

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THAILAND: BUDHAS, LANTERNS, MASSAGES AND TUK-TUKS

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Thailand chose me. I dare say it, because it was never on my travel list. At least not in 2016. It only appeared suddenly on my life and it happened at the right time. Those were 10 days in which the word “plan” was not on my agenda. I just ventured to a totally unknown region for me: Southeast Asia. 

I do not regret it. I believe It’s one of the most captivating countries on earth. The wonder of its beaches and its majestic temples surround you. The extreme contrasts are the reason why it’s so alluring and constitutes its very essence. 

Deep religiosity, reverent loyalty to the King and visible prostitution may share the same area. And the best thing about Thailand is that you don’t need a fortune to experience the country. Even a low budget can give you options. 

It all happened in November for this reason: Yi Peng or the lantern festival in Chiang Mai, northern Thailand. Searching for air tickets was not difficult with Expedia. A week before the event (Nov 13) I found them at 630 USD by China Southern Airlines. The price may be even cheaper if you get them in advance.  

I must remind you, the first flight departing from New York has an average of 16 hours and almost all other options have extensive layovers in Chinese cities that you probably have never heard of, where hardly anyone speaks English, so you must be prepared.  

In my case it was seven hours in Guangzhou, China and later on, eight hours in Bangkok, to finally arrive in Chiang Mai. In terms of accommodation, the range of options is extensive. Hostels, luxury hotels, bed & breakfasts located in the historical sector of the city with different prices for every budget. I chose Fuengfa Place for a nightly rate of 34USD for a double-bed room.  

Chiang Mai is a city with a lot of traffic and noise, but its imposing Buddhist temples are the main attraction. On each street, the monks in their orange robes give a colorful fleck on the landscape, and tuk tuks (tricycles) and the songthaew (small public transport vans) finish the ensemble with an urban touch. 

These sites are a must: Wat Pa Prao Nok Temple, Wat Phra Singh, Wat Phan Tao, Wat Phra That Doi Suthep and the oldest, Wat Chedi Luang Worawihan, for which you only pay 1.50 USD. The bazaar and the night market are the perfect places to shop. 

The Prices are unbeatable: In one day your expenses can include 60 cents USD on transportation, 5 USD for a full lunch, beer brands like Chang for 1 USD a bottle, Coconuts 50 cents USD, T-shirts for 3 USD, Handbags for 10 USD, and the famous Thai massage for 6 USD. 

THAI MASSAGE ON THE STREETS

My friends and I rented a taxi so we could take the tours outside the city. The first stop was at Elephant Nature Park, a rescue center. For 79 USD, We fed, walked and bathed our new friend Satawy for two hours. It was unforgettable. 

We ended up in the village of the Kayan tribe, whose women are known for the collar rings on their long necks. 

It was finally the night of November 13. The full moon was the perfect background setting to kick off the lantern festival that happens every year. Since we couldn’t buy the tickets for the main event, we had to go to a town called Lumpung. 

At that site the tour cost us 60 USD including transportation, food coupons, entrance and the floating lanterns 

Letting go and leave all bad things behind is part of Buddhist doctrine. The monks’ prayers and blessings, turning the lanterns on and releasing them was magical. Thousands of yellow lights adorned the sky, just like in the Disney movie Tangled

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For a moment, you immerse yourself in a light show where you don’t know whether to take photos, hug those who are with you or let go of your lantern. That moment was a joyful checkmark on our bucket list. 

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We made new friends from Chile and Spain.
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Once the event was over, our next destination was to discover the south and its beaches. For what I’ve lived at that point, I thoroughly recommend Thailand. Whether on a budget or not, this is a destination that you can’t say no to. 

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Bangkok, la puerta del sudeste asiático

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Caótica, exótica y muy caliente. Llena de vida, movimiento, humo, contaminación y ruido. Así describiría Bangkok.  La capital de Tailandia es un mosaico de colores, ornamentos, arquitectura, pinturas. No es una ciudad que enamora a primera vista, pero la gentileza y alegría de su gente te cautiva.

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Conocida como la puerta de entrada del Sudeste Asiático, está compuesta rascacielos, templos, budas llenos de ofrendas, tuk tuks, mercados flotantes, puestos callejeros de comida y flores y el metro que recorre la ciudad. Dos días no fueron suficientes para recorrerla pero si para conocer su esencia.

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El área del Gran Palacio abarca 218.000 metros cuadrados.

Mi parada obligatoria fue el Gran Palacio. Por 500 THB (15USD), conocerás este gigante complejo construido en 1782 y que compone una seria de majestuosos templos incluyendo al palacio real y el templo de Buda de Esmeralda, que es la más venerada del país.

La línea para entrar parece interminable. Y, adentro es una marejada de asiáticos que la visitan a diario. Al ingresar a los templos debes estar descalza y siempre cubierta. No puedes tomar fotos adentro.

Su decoración, sus pequeñas piezas labradas y las piedras preciosas que conforman cada pagoda tienen una belleza insuperable, que hará que te quedes boquiabierto. A unas pocas cuadras está el buda reclinado de Wat Pho, una estatua que mide 43 metros.

Bangkok no es solo templos. Tomando un tuk tuk (regateando el precio)  y cruzando los atajos llegarás al Barrio Chino, donde sus olores te envolverán, en especial el de pescado, para luego cruzar a Khao San Road, la calle de los mochileros que está llena de restaurantes y vida nocturna.

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Al caer el sol, mi siguiente parada fue a la torre Lebua, exactamente al SkyBar, el famoso ‘rooftop’ de la película Hangover 2 y conocido como una de las mejores terrazas del mundo. Desde el piso 64 tienes toda la vista iluminada de la ciudad

El bar es pequeño y sin sillas. Siempre está lleno porque todos los turistas quieren vivir la experiencia. Pedir el Hangovertini, un coctel que fue especialmente creado y tiene licor de té verde y Martini Rosso, y creer que Bradley Cooper aparecerá bajando por las escaleras. Sus precios comienzan desde los 20USD.

Era el último día en Bangkok y de mi larga lista de sitios que me faltaba conocer estaba el centro arqueológico  de Ayutthaya. El ícono del Tailandia.

Mi recorrido incluyó el Wat Maharat ( Templo de la Cabeza de Buda ). Y, aunque el conjunto está totalmente en ruinas, la famosa cabeza de buda rodeada de las raíces de un árbol, quizás es una de las fotografías más famosas de Tailandia .

En el complejo ruinoso se puede observar la cantidad de figuras de buda decapitadas durante la última invasión birmana que como castigo en la incursión decidieron destrozarlas.

El taxi (ida y vuelta) desde el hotel costó 30USD. También hay buses y trenes.  El trayecto puede tomar unas 5 horas. Adentro, recomiendan rentar bicicletas o tomar tuk tuks para visitar todos los templos. Pero con los 40 grados de temperatura, decidí recorrer el parque en el taxi.

Mi visita en Bangkok fue realmente corta. Hay otros sitios como el Mercado flotante y el Templo del Amanecer (Wat Arun) que no pueden pasar por alto. A pesar del poco tiempo, los 10 días en Tailandia fueron una experiencia inolvidable. Las sonrisas y la amabilidad de su gente serán el mejor recuerdo del país.

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