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Un balcón entre las nubes de Capadocia

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Era un ave. Lentamente volaba sobre el valle. Por momentos descendía hasta acercarme a unas formaciones rocosas que se asemejaban a unos hongos. El sol comenzaba a observarme. Poco a poco se levantaba, aunque las densas nubes lo opacaban. El cielo se iluminaba con sus tonos azules, amarillos y ocres.

Mi camino estaba marcado por la suave brisa que me acariciaba. De pronto, el ruido del quemador me devolvió a la realidad. No era un pájaro. Sólo tenía un privilegiado balcón entre las nubes, adentro de un gigantesco globo aerostático.

No estaba sola. En mi canasta 18 turistas y dos pilotos me acompañaban. En el cielo más de 2.000 personas compartían mi extraordinaria experiencia en este festival de globos aerostáticos.

Capadocia a las 6 AM

¿Dónde? Capadocia, al este de Turquía, Asia. Un sitio con paisajes surrealistas y orografía única producto de la erosión. Con palomares excavados en formaciones rocosas, barrancos y viñedos.

Esta región ha sido una de las más famosas en el mundo por este diario festival, ya que sus condiciones climáticas son “casi” siempre favorables lo que permite que los pilotos, de los 150 globos, manejen por el aire con mucha precisión. Repito “casi” porque justo el día de mi tour y el anterior los vuelos fueron suspendidos por el mal tiempo.

Así fue como esta aventura -que había planificado por seis meses- comenzó con la más desalentadora noticia. Al instante que aterricé en el aeropuerto de Kayseri (a una hora del área) un correo electrónico indicándome la cancelación de mi tour y la no disponibilidad de vuelos para el día siguiente me ató de manos. Subirme en la canasta se había vuelto una misión casi imposible.

La frustración y decepción no me dejaban apreciar el mágico e histórico valle al que había llegado. Lo reconozco. Soy obsesiva en cuanto a mis experiencias viajeras. Sin embargo, al día siguiente tomé un tour para recorrer los pueblos de Goreme, Avano, Urgup y Uchisar que componen la región de Capadocia.

Impresionantes capillas e iglesias dentro de cuevas con frescos casi intactos que plasman la vida y crucifixión de Jesús -del siglo IV- formaban parte del Museo al Aire Libre de Goreme, Patrimonio de la Humanidad. Y es que Capadocia es un sitio milenario, donde los primeros cristianos se escondían dentro de cuevas debido a la presión del Imperio Romano.

Capadocia fue moldeado por la madre naturaleza. Las erupciones volcánicas de hace millones de años atrás, sumadas a la erosión crearon estos paisajes lunares. En la Chimenea de las Hadas, el Castillo de Uchisar, el Valle del amor, el Valle de las palomas y el Valle de la Ilusión se aprecian rocas con diferentes siluetas como hongos, sombreros o formas de animales jamás vistos en otras regiones.

Sus pobladores lo hacen más atractivo al rodearlo con columpios, árboles decorados con jarros de cerámica y ojos azules, que repelan las malas vibras; tiendas de ‘souvenirs’, heladeros que incluyen un show para servirte sus productos y camellos listos para fotografiarse contigo.

Enriquecerme con lo que ofrece Capadocia me hizo entender que el sitio no era solo un globo aerostático. Muchos turistas por miedo a las alturas no lo incluyen en su agenda. A pesar de eso, yo no me rendía. Toqué las puertas de al menos 20 agencias y le escribí por Instagram a pilotos y guías turísticos. Todos con la misma respuesta: “No hay espacio”.

Mustafa Budak, el gerente de la agencia de viajes Hot Air Balloon Cappadocia, me ofreció un tour alternativo. Estar presente en el proceso y ver los globos desde los mejores puntos de la región. A una pareja mexicana, a mi hermana y a mí nos tocó aceptarlo.

El día llegó. El reloj marcaba las 3:45 am y el sonido del llamado a la oración de la Mezquita nos despertaba. Nunca había sido tan fácil levantarme. Inmediatamente, Mustafa nos llevó a un campo abierto. Decenas de carros con canastas y buses turísticos se aproximaban.

Estaba oscuro pero podían observarse las lonas. Parecían cetáceos multicolores. Al pasar los minutos y con el fuego del quemador tomaban la forma de un gigante erguido. Los turistas emocionados aplaudían mientras se subían al globo.

Con los primeros rayos de luz, los globos comenzaban a levitar. A mi alrededor unos 50 se alzaban al unísono. Era inevitable no llorar, de emoción, frustración y de tristeza al verlos partir sin mí.

En ese instante un “Jessica hay un espacio en el último globo”, me dejó en shock. El puesto era mío, aunque el precio fue el doble. Mis manos temblaban mientras me subía a la canasta. Este éxtasis lo compartían todos los turistas -en su mayoría de la India- quienes algunos por videoconferencia compartían este mágico espectáculo con sus familias.

Suavemente abandonábamos el piso. ¿Vértigo? ¿Miedo? ¿Nauseas? No estaban en mi mente. Las sigilosas maniobras del piloto te hacen olvidarlo. Todo lo que importaba era que estamos flotando y el resto del mundo solo se movía debajo de nosotros.

Memet, el piloto, cautelosamente, movía el globo por diferentes sitios para poder apreciar el Valle del Amor, subía casi 800 metros de altura y en un momento incluso la disminuyó para acercarnos a una pareja que estaba casándose. Sus 9 años de experiencia en globos y 4 como piloto de avión nos daba la seguridad de que no habría fallas.

Así fue como una hora viajando entra las nubes, un aterrizaje perfecto encima de un remolque, una copa de champagne para brindar por esta experiencia, un diploma por la hazaña y la satisfacción de haberlo logrado fueron el cierre de esta inolvidable experiencia, la que me hizo sentir que flotaba por varios días.

PARA ANOTAR:

  • Capadocia tiene dos aeropuertos: Kayseri y Nevsehir. El primero a hora y media y el segundo a 45 min. Los hoteles ofrecen servicios de traslados.
  • Los precios del paseo en el globo aerostático varía entre 180-250 dólares, dependiendo de la capacidad de la canasta y del tiempo que puede ser de 60 a 90 minutos.
  • Los paseos se desarrollan todo el año pero la mejor temporada es de abril a junio y septiembre a noviembre.
  • La oferta de hoteles es amplia con todo tipo de acomodaciones. Los mejores son los que están en las cuevas.

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Estambul: El tesoro de Turquía

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Asiática y europea; Católica, Musulmana y Judía; Bizantina, Romana y Otomano; caótica, densa y serena; antigua y cosmopolita… Así es Estambul, una de las ciudades con más historia, personalidad y contraste del mundo.

Estambul tiene olor a castañas y maíz; con el colorido de sus mezquitas, de los velos de las mujeres y las lámparas; y en sus calles se escucha la música sensual del cantante Tarkan. Posee un sabor a pistacho por su ‘baklava’ y a manzana por su famoso té turco.

Esta ciudad fue mi sitio estratégico en Turquía antes de Capadocia. Para ser honesta solo planifiqué mi estadía por dos días. ¡Qué gran error! No contemplé que la ciudad era gigantesca, colmada de palacios, mezquitas, museos, torres y mercados, y con una población de 15 millones.

Al salir del aeropuerto, su sobrepoblación, el desconocimiento del  idioma y los casi 40 grados de temperatura podrían ser la peor combinación para una bienvenida. Al menos lo fue para mí. Luego una hora y media en bus hasta llegar a la ciudad y de haber sido estafada por un taxista estaba un poco alarmada. ¿Dónde me fui a meter? Era una pregunta que se repetía en mi cabeza, mientras esperaba por mi habitación.

“No te asustes”, dijo el recepcionista mientras abría el inmenso mapa de Estambul. Luego explicarme los sitios para visitar, me recalcó que la ciudad es segura y no me defraudará. 

Seguí sus consejos y comencé esta “breve” aventura por la antigua Constantinopla. ¡Cortísima!  A esa hora solo me quedaba día y medio para recorrerla.

Nunca creas en la primera impresión. Sé que suena a lugar común, pero en este caso es totalmente cierto. Mi hotel quedaba en Sultanahmet, el barrio más antiguo de Estambul. Super colorido, con calles empedradas y con decenas de restaurantes. A tres cuadras estaba frente a dos de los más hermosos, impresionantes y emblemáticos sitios del mundo: Santa Sofía y la Mezquita Azul.

Santa Sofía, Hagia Sofia o Ayasofya

Dos medallones con caligrafía árabe dedicados a Alá y Mahoma junto a la imagen de Jesucristo en los brazos de la Virgen María me hicieron erizar. Es que en Santa Sofía o iglesia de la Santa Sabiduría  se observa la primera fusión de culturas y credos de la ciudad.

En el siglo III fue la primera catedral ortodoxa bizantina, luego católica. En 1453 con la conquista Otomana paso a ser una mezquita y recién en el año 1935 se convirtió en un museo.

Santa Sofía es  una joya arquitectónica compuesta de un altar y sus magníficos candelabros; sus pilares de mármol de la época otomana, los ocho enormes medallones con caligrafía árabe, los azulejos, los mosaicos bizantinos, las imponentes columnas, su enorme cúpula y los vitrales. Todo junto te provocan un éxtasis visual.

Su entrada es de 60 liras, equivalente a 10 USD. Y perfectamente puedes recorrerla en dos horas.

El Bósforo en bote

La hora de la caída del sol se acercaba. Había leído que la mejor vista era desde el Bósforo, el estrecho donde Asia y Europa se dan la mano. El tiempo era corto para elegir un crucero. La opción más sencilla fue un ferry para cruzar al otro continente: el barrio asiático Uskudar.

Los ferry parten cada 20 minutos y el ticket menos de 1 USD. Son amplios y cómodos. En el viaje las gaviotas nos escoltaban y era el mejor sitio para una foto panorámica de la ciudad, donde la enmarcan las mezquitas iluminadas, los faros, el puente y la Torre Gálata.

Ya de vuelta es imperdonable no cenar una de las terrazas a lo largo del Bósforo y debajo del puente Gálata. Decenas de turcos usarán sus habilidades para convencerte de que te quedes en  su restaurante.

La Mezquita Azul

¡8 am! Me quedaban pocas horas para terminar esta travesía. Rápidamente fui a la Mezquita Azul, el símbolo de la belleza musulmana e ícono de Turquía.

Por fuera, la también conocida Mezquita de Sultán Ahmed, tiene una escalera ascendentes de cúpulas y semicúpulas que terminan con una más grande y por dentro está recubierto por 20 mil azulejos hechos a mano donde el color azul prima.

La luz entra a través de 200 ventanas, su decoración tiene versos del Corán y el suelo está cubierto de alfombras bien conservadas, claro debes entrar sin zapatos y cubierta. Solo los musulmanes tiene acceso al área de oración, por lo que el recorrido puede ser corto. Su entrada es gratis.

El Palacio de Topkapi  

La historia y los tesoros del Imperio Otomán -que duró alrededor de 500 años- se encuentran en el Palacio Topkapi. Es gigante pero que mejor que enriquecerse al ver las habitaciones de los sultanes, quienes tenían su harén; sus bibliotecas, su artillería y sus joyas como la daga imperial empuñada  con oro y esmeraldas; y el cuarto diamante más grande del mundo.  La entrada vale 12 USD

El Gran Bazar

Llego el momento favorito del viaje: el del ‘shopping’. Cómo no volverse loca entre las casi 4 mil  tiendas que conforman el Gran Bazar. Imposible no perderse entre lámparas, candelabros, alfombras, cojines, platos, tazas, pañuelos, carteras, joyas…

Es una mezcla de lo tradicional como amuletos con ojos y lo moderno como las réplicas de zapatos, carteras y ropa Chanel, Gucci, Versace o Louis Vuitton.

¡Lo quería  todo! Y, en cada paso que das, los vendedores no me lo hacían fácil y  trataban de llamar mi atención, brindarme té de manzana  y  convencerme (en español) de comprar hasta lo que no necesitaba.

En el Gran Bazar la cultura del regateo debe ser prioridad. Esa habilidad la exprimí hasta salir corriendo de comprar una cartera en la que me pedían 1,500 liras y finalmente pagué solo 500.

La Torre Gálata

Llegó la noche en Estambul. Muy tarde para subir al mirador de la torre más alta de Estambul: el Gálata, ubicado en el barrio europeo Beyoglu . Pero, temprano para recorrer la zona.

Sus calles son estrechas y al ser una colina hay que subir escalinatas. Al llegar, la imponente torre medieval te recibe iluminada con colores azules y naranjas.

A su alrededor se fusionaba la música, el arte y los platos tradicionales. Inevitable  no deleitarse con el tradicional dulce, baklava, y mi último té turco en esta ciudad, mientras contemplo la magnitud de la torre.

Para regresar al hotel en Sultanahmet, el camino más rápido fue con el tranvía. Es seguro, cómodo y la tarjeta vale menos de 1 USD. Eso sí, mentiría si digo que entendí como funcionaban las  ‘Istanbulkart’. Las indicaciones estaban en turco, pero tuve la suerte que siempre había alguien dispuesto a ayudarme.

De este manera y casi sin sentir mis pies le saqué el jugo a mis dos días en esta monumental ciudad.  No logré llegar al Bazar Egipcio, ni a los barrios asiáticos, ni al museo de historia o las otras mezquitas. Ese será el recordatorio de que debo volver. Con más tiempo y con más maletas para llevarme todas las lámparas.

Santa Sofia
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Bali, un mito para los viajeros

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El año pasado me sumergí en el archipiélago más grande del planeta y dentro de las cerca de 17,500 islas que conforman Indonesia, llegué a Bali.

Lo admito. Agregué a Bali en mi lista luego de regresar de la isla  Ko Phi Phi en Tailandia, leer el libro ‘Come, reza y ama’, cautivarme con las fotos de una amiga en un columpio contemplando una espectacular caída de sol y por el bombardeo mediático en redes sociales.

En el libro, la escritora Elizabeth Gilbert recreaba una isla tranquila con tradiciones milenarias, donde los turistas llegan en busca de esa “paz” espiritual. Su tapiz eran los verdes arrozales y sus playas turquesas.

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Pero la vida en Bali es una contradicción. Si bien es conocida por sus playas vírgenes y paradisiacas, a menos que te alojes en los lujosos hotels también hay áreas en las que te sumerges a nadar en medio de plásticos y la contaminación es visible.

La isla es un santuario Hindú, el único dentro de un país  musulmán. Sus ciudades principales Kuta y Ubud, en cambio, tienen un caótico tráfico y una marejada de turistas. Y, cuando digo tráfico me refiero a permanecer una hora y media en el carro por una distancia de 10 km.

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En el centro de Ubud

A diferencia de Tailandia, no hay templos con budas de oro, sino casas con altar. Cada mañana, los balineses ofrecen flores, arroz, comida e incienso a los dioses y espíritus de sus antepasados para pedirles protección contra los demonios.

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Y, por la tarde, las mujeres fabrican nuevas ofrendas con hojas y flores para dejar en las veredas al otro día. Estos cuadraditos de colores no duran más que una par de horas. Muchas ofrendas mueren bajo las motos, otras son aplastadas por los peatones, caen al río o quedan en la basura.

Bali genera expectativas. Es una isla gigante y para conocerla a fondo mis 5 días no fueron nada.  Así que al menos puedo sugerir 6 sitios para conocer si te atreves a vivir la aventura balinesa.

1.-Tirta Empul

Este templo fue construido en el año 926 d.C. durante la dinastía Warmadewa, es un lugar de peregrinación para los balineses ya que la leyenda cuenta que sus 12 fuentes tienen poderes curativos. Su precio es de 1USD. Incluso puedes bañarte entre los peces.

2.- Pura Ulun Danu Batur “El Templo del Lago”

Es la postal de Bali. Un templo con diferentes tejados que emerge de las aguas de un lago volcánico con un marco montañoso. Está dedicado a la diosa Dewi Danu, encargada de proteger el área como símbolo de fertilidad y prosperidad. Su precio es de USD 4

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3.-Ubud

Es una ciudad con mucho encanto en el centro de la isla. Para llegar pasarás por los arrozales. Se volvió famosa entre los turistas por el libro y la película Come, Reza y Ama. Por eso es parada obligatoria la casa (que ahora es un hostal) del sabio balinés  Ketut Liyer.

Aunque el curandero murió hace un par de años, su hijo hace lecturas de la palma de la mano, debido a las decenas de turistas que tocan su puerta y desean vivir la experiencia de la escritora y de la actriz Julia Roberts.

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4.-Monkey Forest, reserva de monos en Ubud

Es una reserva natural. Más de 340 monos  ‘macacos’ de cola larga viven en este bosque y campan a sus anchas por los senderos y árboles del recinto. Ten cuidado porque arranchan todo lo que tengas en la mano o aretes, gafas, carteras. La entrada a este templo cuesta 1.50 USD por persona

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5.- El mercado de Ubud

Máscaras de madera, carteras, sarongs (pareos), vestidos y recuerdos del viaje, es un mercado de dos pisos donde regateando comprarás todo a buen precio.

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6.- Dia de playa

Escapa del tráfico de la isla. Relájate todo el día en uno de los clubs privados a lo largo de la playa de Kuta. Mi favorito fue Potatoe Head. Una cama con vista al mar. El bar adentro de la piscina. Mojitos hasta ver la caida del sol.

Los columpios de la isla Gili Trawangan

Al planificar mi viaje me di cuenta que la caída de sol con los columpios que ví en las fotos, fueron en una de las tres islas Gili. Así que tome el ferry y en 3 horas llegué a esta playa que literal te tomará una hora darle la vuelta completa a pie y 15 minutos en el único medio de transporte. Los caballos.

Gili Trawangan al igual que el resto de Indonesia su población es musulmana. No decoraciones, ni ofrendas y solo se escuchaba por los parlantes los rezos provenientes de la  mezquita. Y, aunque pensé que la isla era  menos habitada, mi sorpresa fue ver la cantidad de turistas en busca de fiestas.

Luego de la lluvia y casi al final de la tarde llegué al sitio donde muchos se alistaban para disfrutar el espectáculo. A lo largo de la playa encontrarás decenas de columpios que forman parte de los hoteles y restaurantes del área.

Así fue que en uno de estos y con la gama de colores pasteles en el cielo disfruté mi último día en las playas de Indonesia.

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Bali, un mito para los viajeros

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El año pasado me sumergí en el archipiélago más grande del planeta y dentro de las cerca de 17,500 islas que conforman Indonesia, llegué a Bali. 

Lo admito. Agregué a Bali en mi lista luego de regresar de la isla  Ko Phi Phi en Tailandia, leer el libro ‘Come, reza y ama’, cautivarme con las fotos de una amiga en un columpio contemplando una espectacular caída de sol y por el bombardeo mediático en redes sociales.  

En el libro, la escritora Elizabeth Gilbert recreaba una isla tranquila con tradiciones milenarias, donde los turistas llegan en busca de esa “paz” espiritual. Su tapiz eran los verdes arrozales y sus playas turquesas. 

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Pero la vida en Bali es una contradicción. Si bien es conocida por sus playas vírgenes y paradisiacas, a menos que te alojes en los lujosos hotels también hay áreas en las que te sumerges a nadar en medio de plásticos y la contaminación es visible. 

La isla es un santuario Hindú, el único dentro de un país  musulmán. Sus ciudades principales Kuta y Ubud, en cambio, tienen un caótico tráfico y una marejada de turistas. Y, cuando digo tráfico me refiero a permanecer una hora y media en el carro por una distancia de 10 km. 

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El tráfico en centro de la ciudad de Ubud, en Bali

A diferencia de Tailandia, no hay templos con budas de oro, sino casas con altar. Cada mañana, los balineses ofrecen flores, arroz, comida e incienso a los dioses y espíritus de sus antepasados para pedirles protección contra los demonios. 

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Y, por la tarde, las mujeres fabrican nuevas ofrendas con hojas y flores para dejar en las veredas al otro día. Estos cuadraditos de colores no duran más que una par de horas. Muchas ofrendas mueren bajo las motos, otras son aplastadas por los peatones, caen al río o quedan en la basura. 

Bali genera expectativas. Es una isla gigante y para conocerla a fondo se necesita más de una semana.  Puedo sugerir 6 sitios para conocer si te atreves a vivir la aventura balinesa. 

1.-Tirta Empul

Este templo fue construido en el año 926 d.C. durante la dinastía Warmadewa, es un lugar de peregrinación para los balineses ya que la leyenda cuenta que sus 12 fuentes tienen poderes curativos. Su precio es de 1USD. Incluso puedes bañarte entre los peces. 

2.- Pura Ulun Danu Batur o El Templo del Lago 

Es la postal de Bali. Un templo con diferentes tejados que emerge de las aguas de un lago volcánico con un marco montañoso. Está dedicado a la diosa Dewi Danu, encargada de proteger el área como símbolo de fertilidad y prosperidad. Su precio es de USD 4 

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3.-Ubud

Es una ciudad con mucho encanto en el centro de la isla. Para llegar pasarás por los arrozales. Se volvió famosa entre los turistas por el libro y la película Come, Reza y Ama. Por eso es parada obligatoria la casa (que ahora es un hostal) del sabio balinés  Ketut Liyer.

Aunque el curandero murió hace un par de años, su hijo hace lecturas de la palma de la mano, debido a las decenas de turistas que tocan su puerta y desean vivir la experiencia de la escritora y de la actriz Julia Roberts.

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4.- Reserva de monos en Ubud  

Es una reserva natural. Más de 340 monos  'macacos' de cola larga viven en este bosque y campan a sus anchas por los senderos y árboles del recinto.

Ten cuidado porque arranchan todo lo que tengas en la mano o aretes, gafas, carteras. La entrada a este templo cuesta 1.50 USD por persona 

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5.- El mercado de Ubud

Máscaras de madera, carteras, sarongs (pareos), vestidos y recuerdos del viaje, es un mercado de dos pisos donde regateando comprarás todo a buen precio. 

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6.- Dia de Playa

Escapa del tráfico de la isla. Relájate todo el día en uno de los clubs privados a lo largo de la playa de Kuta. Mi favorito fue Potatoe Head. Una cama con vista al mar. El bar adentro de la piscina. Y, mojitos hasta ver la caida del sol. 

Los columpios de la isla GiliTrawangan 

Al planificar mi viaje me di cuenta que la caída de sol con los columpios que ví en las fotos, fueron en una de las tres islas Gili. Así que tome el ferry y en 3 horas llegué a esta playa que literal te tomará una hora darle la vuelta completa a pie y 15 minutos en el único medio de transporte: Los caballos. 

Gili Trawangan al igual que el resto de Indonesia su población es musulmana. No decoraciones, ni ofrendas y solo se escuchaba por los parlantes los rezos provenientes de la  mezquita. Y, aunque pensé que la isla era  menos habitada, mi sorpresa fue ver la cantidad de turistas en busca de fiestas. 

Luego de la lluvia y casi al final de la tarde llegué al sitio donde muchos se alistaban para disfrutar el espectáculo. A lo largo de la playa encontrarás decenas de columpios que forman parte de los hoteles y restaurantes del área. 

Así fue que en uno de estos y con la gama de colores pasteles en el cielo disfruté mi último día en las playas de Indonesia. 

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Tailandia: Budas, linternas, masajes y 'tuk-tuks'

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Tailandia me eligió. Me atrevo a decirlo porque nunca estuvo en mi lista de viajes. Al menos no en el 2016. Solo apareció y en el momento indicado. Fueron 10 días en los que la palabra ‘plan’ no estuvo en mi agenda. Solo me aventuré a un continente totalmente desconocido: El sudeste asiático. 

No me arrepiento. El país me atrevo a decirlo, es uno de los más cautivadores. Sus maravillosas playas y sus magistrales templos te envuelven y sus extremos contrastes son su atractivo, su esencia. 

La religiosidad, su lealtad al Rey y la prostitución pueden compartir incluso el mismo perímetro. Y lo mejor, es que no necesitas una fortuna para disfrutarlo sino que con poco presupuesto puedes hacerlo. 

Era noviembre y el motivo: El Yi Peng o el festival de las linternas en Chiang Mai, norte de Tailandia. Buscar los tickets aéreos no fue difícil con Expedia. Una semana antes del evento (13 de Nov) los encontré en 630 USD por China Southern Airlines. Pero el precio puede bajar más con anticipación.  

Eso sí, el primer vuelo desde New York tiene un promedio de 16 horas y casi todos tienen extensas escalas en ciudades chinas que nunca habías escuchado y en las que difícilmente hablan inglés, por lo que debes estar preparado.  

En mi caso fueron siete horas en Guangzhou, China y en luego ocho en Bangkok, para finalmente arribar a Chiang Mai. En cuestión de alojamiento, el abanico de opciones es extenso. Hostales, hoteles lujosos, bed & breakfast ubicados en el sector histórico de la ciudad con diferentes precios. Elegí Fuengfa Place 34USD por una habitación con dos camas.  

Chiang Mai es una ciudad con mucho tráfico y ruido, pero sus imponentes templos budistas son la principal atracción. En cada calle los monjes con sus trajes naranjas decoran la ciudad. Y los tuk tuks (tricimotos) y los songthaew (furgonetas colectivas) le dan el toque urbano. 

Los sitios que son parada obligatoria: Templo Wat Pa Prao Nok, Wat Phra Singh, Wat Phan Tao, Wat Phra That Doi Suthep y el más antiguo Wat Chedi Luang Worawihan por el cual solo pagas 1,50USD. El bazar y el mercado nocturno son los sitios perfectos para comprar. 

Los precios son el enganche perfecto. Por ejemplo, en un día tus gastos pueden incluir 0.60USD en movilización, 5 USD por un almuerzo completo, cervezas como la Chang en 1USD, cocos 0.50 USD, camisetas en 3 USD, carteras por 10 USD. Y el famoso masaje tailandés por 6 USD. 

Los masajes tailandeses son los más famosos y encuentras sitios incluso afuera de las casas

Mis amigos y yo rentamos un taxi para poder tomar los tours fuera la ciudad. La primera parada fue en un centro de rescates de elefantes. Por 79USD entramos a Elephant Nature Park. Alimentar, pasear y bañar a nuestra amiga Satawy por dos horas fue inolvidable. 

Luego, con los nervios de punta entramos a las jaulas de los tigres y finalizamos en la tribu de las mujeres de ‘cuello largo’. 

Finalmente era la noche del 13 de noviembre. La luna llena era el marco perfecto para iniciar el festival de linternas que ocurre todos los años. Como no alcanzamos a comprar los tickets para el evento principal, tuvimos que irnos a un pueblo llamado Lumpung. 

En ese sitio el tour nos costó 60 USD incluía el transporte, cupones para comida, la entrada y las linternas. 

Soltar y dejar todo lo malo es parte de la doctrina budista. Los rezos y las bendiciones de los monjes, el encender las linternas y soltarlas fue tan mágico. Miles de luces amarillas adornaban el cielo, tal como la película Rapunzel.

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Por un segundo te sumerges en ese espectáculo donde no sabes si tomar fotos, abrazar a los que están contigo o soltar tu linterna. Ese momento fue un 'visto' en nuestra lista de “cosas por hacer” o “bucket list”. 

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Mis amigos y yo conocimos turistas de Chile y España.
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Una vez terminado el evento nuestro siguiente destino era descubrir el sur y sus playas. Pero hasta este punto recomiendo Tailandia. Mochilera o aventurera es un destino al que no le puedes decir que no. 

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Tras los pasos de ‘La Playa’

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La primera parte del viaje en Tailandia estuvo llena de templos, convivencia con los animales y el show de las linternas. Ahora era mi turno, de visitar las paradisíacas playas.

Y, la parada era en Pucket. Luego de pagar 36USD por un vuelo con escala en Bangkok (más económico que una carrera en taxi de Manhattan al aeropuerto JFK) llegamos a una de las islas al sur del país.

El aeropuerto está localizado  a una hora de Patong, una de las playas con vida nocturna más conocida en la isla por su prostitución, pero en todo el recorrido están los Resorts con playas privadas. Un taxi puede llegar a costar 15-20 USD pero por mucho menos puedes tomar un minibus, aunque el tiempo de llegada puede ser el doble.

Una vez en la playa, se puede disfrutar del mar turquesa y súper caliente, arena blanca y un  sol que rostiza porque la temperatura alcanza los 42 grados. El mar es calmado pero por momentos era muy agitado.

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Vista desde el Resort Le Meridien Pucket

Paradas obligatorias son el Buda gigante de Pucket, Karon y  Promthep Cape, conocidos por tener la mejor caída del sol del país asiático.

Luego de 2 días, nuestro siguiente destino era la provincia de Krabi y las famosas islas  Phi Phi  y Ko Phi Phi donde esta Maya Bay, destino de todos los mochileros que vieron la película de Leonardo Di Caprio, La Playa. Por ahora y debido a la contaminación, la isla está cerrada para los turistas.

Maya Bay en el 2016, cuando estaba abierta al público.

Tres horas en ferry por 45USD y llegamos a Phi Phi, un sitio que quedó destruida por el tsunami pero con los años se ha recuperado y ahora es la atracción turística más famosa del país.

Hoteles. Para todos los presupuestos. El mío Phi Phi Nice Beach Resort, cabañas al pie del mar y solo a 15 minutos del muelle. El día por 34USD pero con tiempo puedes encontrar desde 10USD.

Pero sin duda la mejor parte del viaje fue rentar un bote o “long tail” por 4 horas. En estas pintorescas lanchas tailandesas recorres las islas cercanas. Puedes incluso regatear hasta 45USD (con capacidad para 10 personas) por ese tiempo me pareció muy económico.

MA-RA-VI-LLO-SO. FAS-CI-NAN-TE. Así puedo definir Maya Bay, Loh Samah Bay, Pileh Lagoon y Viking Cave. Admirar el agua turquesa y cristalina, nadar junto a los peces, tomar una cerveza Chang acostada en el bote mientras admiras la caída del sol… Perfecciones que vale la pena vivirlas.

Mi error fue quedarme un día. Si pueden disfruten más tiempo. Vivan la mejor experiencia mochilera.

Bailen en la fiesta de la luna, relájense con un masaje tailandés al pie del mar, saboreen los manjares picantes por 5-10 USD o por menos de un dolar deleitense con los mojitos…  Mi estadía en el país fue de 10 días y aun tenía que tomar el vuelo hacia la capital Bangkok.

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Tras los pasos de 'La Playa'

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La primera parte del viaje en Tailandia estuvo llena de templos, convivencia con los animales y el show de las linternas. Ahora era mi turno, de visitar las paradisíacas playas. 

Y, la parada era en Pucket. Luego de pagar 36USD por un vuelo con escala en Bangkok (más económico que una carrera en taxi de Manhattan al aeropuerto JFK) llegamos a una de las islas al sur del país. 

El aeropuerto está localizado  a una hora de Patong, una de las playas con vida nocturna más conocida en la isla por su prostitución, pero en todo el recorrido están los Resorts con playas privadas. Un taxi puede llegar a costar 15-20 USD pero por mucho menos puedes tomar un minibus, aunque el tiempo de llegada puede ser el doble. 

Una vez en la playa, se puede disfrutar del mar turquesa y súper caliente, arena blanca y un  sol que rostiza porque la temperatura alcanza los 42 grados. El mar es calmado pero por momentos era muy agitado. 

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Paradas obligatorias son el Buda gigante de Pucket, Karon y  Promthep Cape, conocidos por tener la mejor caída del sol del país asiático. 

Luego de 2 días, nuestro siguiente destino era la provincia de Krabi y las famosas islas  Phi Phi  y Ko Phi Phi donde esta Maya Bay, destino de todos los mochileros que vieron la película de Leonardo Di Caprio, La Playa. Lamentáblemente, ahora se encuentra cerrada.

Maya Bay en el 2016

Tres horas en ferry por 45USD y llegamos a Phi Phi, un sitio que quedó destruida por el tsunami pero con los años se ha recuperado y ahora es la atracción turística más famosa del país.

Hoteles. Para todos los presupuestos. El mío Phi Phi Nice Beach Resort, cabañas al pie del mar y solo a 15 minutos del muelle. El día por 34USD pero con tiempo puedes encontrar desde 10 USD. 

Sin duda, la mejor parte del viaje fue rentar un bote o “long tail” por 4 horas. En estas pintorescas lanchas tailandesas recorres las islas cercanas. Puedes incluso regatear hasta 45 USD (con capacidad para 10 personas). Por ese tiempo me pareció muy económico. 

MA-RA-VI-LLO-SO. FAS-CI-NAN-TE. Así puedo definir Maya Bay, Loh Samah Bay, Pileh Lagoon y Viking Cave. Admirar el agua turquesa y cristalina, nadar junto a los peces, tomar una cerveza Chang acostada en el bote mientras admiras la caída del sol… Perfecciones que vale la pena vivirlas. 

Mi error fue quedarme un día. Si pueden disfruten más tiempo. Vivan la mejor experiencia mochilera. 

Bailen en la fiesta de la luna, relájense con un masaje tailandés al pie del mar, saboreen los manjares picantes por 5-10 USD o por menos de un dolar deleitense con los mojitos...  

Mi estadía en el país fue de 10 días y aun tenía que tomar el vuelo hacia la capital Bangkok. 

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Bangkok, la puerta del sudeste asiático

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Caótica, exótica y muy caliente. Llena de vida, movimiento, humo, contaminación y ruido. Así describiría Bangkok.  La capital de Tailandia es un mosaico de colores, ornamentos, arquitectura, pinturas. No es una ciudad que enamora a primera vista, pero la gentileza y alegría de su gente te cautiva.

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Conocida como la puerta de entrada del Sudeste Asiático, está compuesta rascacielos, templos, budas llenos de ofrendas, tuk tuks, mercados flotantes, puestos callejeros de comida y flores y el metro que recorre la ciudad. Dos días no fueron suficientes para recorrerla pero si para conocer su esencia.

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El área del Gran Palacio abarca 218.000 metros cuadrados.

Mi parada obligatoria fue el Gran Palacio. Por 500 THB (15USD), conocerás este gigante complejo construido en 1782 y que compone una seria de majestuosos templos incluyendo al palacio real y el templo de Buda de Esmeralda, que es la más venerada del país.

La línea para entrar parece interminable. Y, adentro es una marejada de asiáticos que la visitan a diario. Al ingresar a los templos debes estar descalza y siempre cubierta. No puedes tomar fotos adentro.

Su decoración, sus pequeñas piezas labradas y las piedras preciosas que conforman cada pagoda tienen una belleza insuperable, que hará que te quedes boquiabierto. A unas pocas cuadras está el buda reclinado de Wat Pho, una estatua que mide 43 metros.

Bangkok no es solo templos. Tomando un tuk tuk (regateando el precio)  y cruzando los atajos llegarás al Barrio Chino, donde sus olores te envolverán, en especial el de pescado, para luego cruzar a Khao San Road, la calle de los mochileros que está llena de restaurantes y vida nocturna.

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Al caer el sol, mi siguiente parada fue a la torre Lebua, exactamente al SkyBar, el famoso ‘rooftop’ de la película Hangover 2 y conocido como una de las mejores terrazas del mundo. Desde el piso 64 tienes toda la vista iluminada de la ciudad

El bar es pequeño y sin sillas. Siempre está lleno porque todos los turistas quieren vivir la experiencia. Pedir el Hangovertini, un coctel que fue especialmente creado y tiene licor de té verde y Martini Rosso, y creer que Bradley Cooper aparecerá bajando por las escaleras. Sus precios comienzan desde los 20USD.

Era el último día en Bangkok y de mi larga lista de sitios que me faltaba conocer estaba el centro arqueológico  de Ayutthaya. El ícono del Tailandia.

Mi recorrido incluyó el Wat Maharat ( Templo de la Cabeza de Buda ). Y, aunque el conjunto está totalmente en ruinas, la famosa cabeza de buda rodeada de las raíces de un árbol, quizás es una de las fotografías más famosas de Tailandia .

En el complejo ruinoso se puede observar la cantidad de figuras de buda decapitadas durante la última invasión birmana que como castigo en la incursión decidieron destrozarlas.

El taxi (ida y vuelta) desde el hotel costó 30USD. También hay buses y trenes.  El trayecto puede tomar unas 5 horas. Adentro, recomiendan rentar bicicletas o tomar tuk tuks para visitar todos los templos. Pero con los 40 grados de temperatura, decidí recorrer el parque en el taxi.

Mi visita en Bangkok fue realmente corta. Hay otros sitios como el Mercado flotante y el Templo del Amanecer (Wat Arun) que no pueden pasar por alto. A pesar del poco tiempo, los 10 días en Tailandia fueron una experiencia inolvidable. Las sonrisas y la amabilidad de su gente serán el mejor recuerdo del país.

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Bangkok, la puerta del sudeste asiático

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Caótica, exótica y muy caliente. Llena de vida, movimiento, humo, contaminación y ruido. Así describiría Bangkok.  La capital de Tailandia es un mosaico de colores, ornamentos, arquitectura, pinturas. No es una ciudad que enamora a primera vista, pero la gentileza y alegría de su gente te cautiva inmediatamente.

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Conocida como la puerta de entrada del Sudeste Asiático, está compuesta rascacielos, templos, budas llenos de ofrendas, tuk tuks, mercados flotantes, puestos callejeros de comida y flores y el metro que recorre la ciudad. Eso sí, requiere de algunos días para conocerla mejor.

Mi parada obligatoria fue el Gran Palacio. Por 500 THB (15USD), conocerás este gigante complejo construido en 1782 y que compone una seria de majestuosos templos incluyendo al palacio real y el templo de Buda de Esmeralda, que es la más venerada del país.

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EL GRAN PALACIO ES UN COMPLEJO DE EDIFICACIONES EN EL CENTRO DE BANGKOK,TAILANDIA

La línea para entrar parece interminable. Y, adentro es una marejada de asiáticos que la visitan a diario. Al ingresar a los templos debes estar descalza y siempre cubierta. No puedes tomar fotos adentro.

Su decoración, sus pequeñas piezas labradas y las piedras preciosas que conforman cada pagoda tienen una belleza insuperable, que hará que te quedes boquiabierto. A unas pocas cuadras está el buda reclinado de Wat Pho, una estatua que mide 43 metros.

Bangkok no es solo templos. Tomando un tuk tuk (regateando el precio)  y cruzando los atajos llegarás al Barrio Chino.

Aquí sus olores te envolverán, en especial el de pescado, para luego cruzar a Khao San Road, la calle de los mochileros que está llena de restaurantes y vida nocturna.

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En la noche, mi siguiente parada fue a la torre Lebua, exactamente al SkyBar, el famoso ‘rooftop’ de la película Hangover 2 y conocido como una de las mejores terrazas del mundo. Desde el piso 64 tienes toda la vista iluminada de la ciudad.

El bar es pequeño y sin sillas. Siempre está lleno porque todos los turistas quieren vivir la experiencia. Pedir el Hangovertini, un coctel que fue especialmente creado y tiene licor de té verde y Martini Rosso, y creer que Bradley Cooper aparecerá bajando por las escaleras. Sus precios comienzan desde los 20USD.

Era el último día en Bangkok y de mi larga lista de sitios que me faltaba conocer estaba el centro arqueológico  de Ayutthaya. El ícono del Tailandia.

Mi recorrido incluyó el Wat Maharat ( Templo de la Cabeza de Buda ). Y, aunque el conjunto está totalmente en ruinas, la famosa cabeza de buda rodeada de las raíces de un árbol, quizás es una de las fotografías más famosas de Tailandia .

En el complejo ruinoso se puede observar la cantidad de figuras de buda decapitadas durante la última invasión birmana que como castigo en la incursión decidieron destrozarlas.

El taxi (ida y vuelta) desde el hotel costó 30USD. También hay buses y trenes.  El trayecto puede tomar unas 5 horas. Adentro, recomiendan rentar bicicletas o tomar tuk tuks para visitar todos los templos. Pero con los 40 grados de temperatura, decidí recorrer el parque en el taxi.

Lamentablemente, mi visita en Bangkok fue realmente corta. Hay otros sitios como el Mercado flotante y el Templo del Amanecer (Wat Arun) que no pueden pasar por alto. A pesar del poco tiempo, los 10 días en Tailandia fueron una experiencia inolvidable. Las sonrisas y la amabilidad de su gente serán el mejor recuerdo del país.

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Tailandia: Budas, linternas, masajes y ‘tuk-tuks’

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Tailandia me eligió. Me atrevo a decirlo porque nunca estuvo en mi lista de viajes. Al menos no en el 2016. Solo apareció y en el momento indicado. Fueron 10 días en los que la palabra ‘plan’ no estuvo en mi agenda. Solo me aventuré a un continente totalmente desconocido. El sudeste asiático.

No me arrepiento. El país me atrevo a decirlo, es uno de los más cautivadores. Sus maravillosas playas y sus magistrales templos te envuelven y sus extremos contrastes son su atractivo, su esencia.

La religiosidad, su lealtad al Rey y la prostitución pueden compartir incluso el mismo perímetro. Y lo mejor, es que no necesitas una fortuna para disfrutarlo sino que con poco presupuesto puedes hacerlo.

Era noviembre y el motivo: El Yi Peng o el festival de las linternas en Chiang Mai, norte de Tailandia. Buscar los tickets aéreos no fue difícil con Expedia. Una semana antes del evento (13 de Nov) los encontré en 630 USD por China Southern Airlines. Pero el precio puede bajar más con anticipación.

Eso sí, el primer vuelo desde New York tiene un promedio de 16 horas y casi todos tienen extensas escalas en ciudades chinas que nunca habías escuchado y en las que difícilmente hablan ingles, por lo que debes estar preparado. En mi caso fueron siete horas en Guangzhou, China y en luego ocho en Bangkok, para finalmente arribar a Chiang Mai.

En cuestión de alojamiento, el abanico de opciones es extenso. Hostales, hoteles lujosos, bed & breakfast ubicados en el sector histórico de la ciudad con diferentes precios. Elegí Fuengfa Place 34USD por una habitación con dos camas.

Chiang Mai es una ciudad con mucho tráfico y ruido, pero sus imponentes templos budistas son la principal atracción. En cada calle los monjes con sus trajes naranjas decoran la ciudad. Y los tuk tuks (tricimotos) y los songthaew (furgonetas colectivas) le dan el toque urbano.

Los sitios que son parada obligatoria: Templo Wat Pa Prao Nok, Wat Phra Singh, Wat Phan Tao, Wat Phra That Doi Suthep y el más antiguo Wat Chedi Luang Worawihan por el cual solo pagas 1,50USD. El bazar y el mercado nocturno son los sitios perfectos para comprar.

Los precios son el enganche perfecto. Por ejemplo, en un día tus gastos pueden incluir 0.60USD en movilización, 5USD por un almuerzo completo, cervezas como la Chang en 1USD, cocos 0.50USD, camisetas en 3USD, carteras por 10USD. Y el famoso masaje tailandés por 6USD.

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En cada esquina de la ciudad ofrecen los famosos masajes de una hora.

Mis amigos y yo rentamos un taxi para poder tomar los tours fuera la ciudad. La primera parada fue en un centro de rescates de elefantes. Por 79USD entramos a Elephant Nature Park. Alimentar, pasear y bañar a nuestra amiga Satawy por dos horas fue inolvidable.

Luego, con los nervios de punta entramos a las jaulas de los tigres y finalizamos en la tribu de las mujeres de ‘cuello largo’.

Finalmente era la noche del 13 de noviembre. La luna llena era el marco perfecto para iniciar el festival de linternas que ocurre todos los años. Como no alcanzamos a comprar los tickets para el evento principal, tuvimos que irnos a un pueblo llamado Lumpung.

En ese sitio el tour nos costó 60 USD incluía el transporte, cupones para comida, la entrada y las linternas.

Soltar y dejar todo lo malo es parte de la doctrina budista. Los rezos y las bendiciones de los monjes, el encender las linternas y soltarlas fue tan mágico. Miles de luces amarillas adornaban el cielo, tal como la película Rapunzel.

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Por un segundo te sumerges en ese espectáculo donde no sabes si tomar fotos, abrazar a los que están contigo o soltar tu linterna. Ese momento fue un ‘visto’ en nuestra lista de “cosas por hacer” o “bucket list”.

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Compartimos la experiencia con amigos que llegaron de Chile y España.
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Una vez terminado el evento nuestro siguiente destino era descubrir el sur y sus playas. Pero hasta este punto recomiendo Tailandia. Mochilera o aventurera es un destino al que no le puedes decir que no.

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