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La nueva normalidad en Riviera Maya

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Holidays, travel, sightseeing, expeditions, tours, cruises… these the are words that in the times of the pandemic have been taken away from our vocabulary.  Even thinking about them causes frustration, because all those plans to visit another country fell apart during 2020.  

Definitivamente, en tiempos de Covid19, viajar no es la opción más acertada y quedarse en casa es la mejor manera de protegerse.  

Pero, hay quienes (me incluyo) pasamos chequeando esos vuelos baratísimos, hoteles con precios ridículos y restricciones de cada país, y queremos vencer el miedo al tomar “ese” riesgo. Al mismo tiempo, hay un sector turístico que necesita sobrevivir en medio de la crisis.  

Fue así como en julio llegué a la Riviera Maya, en México. Luego de informarme cuales son los sitios más seguros y que medidas de protección se deberían tener en cuenta. Playa del Carmen, Tulum y Holbox fueron los más acertados. Días antes, la zona había recibido el Sello internacional ‘Safe Travel’, que se los otorga la organización World Travel & Tourism Council, por cumplir con altos estándares de protección.  

El área comenzó desde junio a trabajar con una capacidad del 30% al 50% (semáforo epidemiológico naranja) así que era poco probable una aglomeración. Sus playas estaban cerradas, menos Holbox, por lo que busqué opciones de distracción y con el menor peligro de contagio.  

LOS AEROPUERTOS DESOLADOS

Nos repiten que el aeropuerto es el sitio más inseguro. Por mi experiencia personal, no lo sentí de esa manera. Quedé boquiabierta al entrar a la terminal 4 del John F. Kennedy, en Nueva York. Era impresionante verla vacía.  

Al hacer el chequeo en línea, tener equipaje de mano y el boleto en mi celular me evité hacer fila en la aerolínea. En el punto de seguridad, los oficiales al igual que los pasajeros tenían la obligación de usar mascarillas. Nadie se te acerca al menos que la máquina detectora de metal suene y en cada rincón hay gel antibacterial.  

Viajé en Delta. En mi vuelo, 1 o 2 personas sentadas por fila. Me entregaron desinfectante, al abordar y cuando recibí una funda con agua y galletas.  

Casi 4 horas con la mascarilla es desafiante, pero las azafatas chequeaban regularmente si nos las sacábamos. La clave: lavarse las manos o desinfectárselas cuanto sea necesario. 

Al llegar, en el aeropuerto de Cancún, hay distancia social y todo luce desinfectado. Al regresar a Estados Unidos, en cambio, tuve que llenar una forma en línea donde confirmaba que no tenía síntomas ni que había estado con contacto con algún contagiado.   

HOLBOX

Mi primer destino fue la isla de Holbox. En esta ocasión preferí rentar un carro hasta el puerto de Chiquilá para luego tomar el barco. El ferry tiene limitada su capacidad y para ingresar hay que cruzar el túnel de desinfección. Incluso para subirse a los taxis (que son carros de golf) una vez más el uso de cubrebocas es obligatorio.  

Los hoteles tenían su capacidad al 30%, por lo que te sientes que eres el único hospedado. Sus empleados además de la mascarilla, se protegieron la cara con los protectores faciales. Ellos, tomaban la temperatura a sus huéspedes al momento de ingresar y desinfectaban los zapatos.   

Hay actividades que no requieren estar en grupo, los hoteles ofrecen tours privados de hasta 5 personas. La playa es amplia y puede ser que no veas otro turista nadar en el mar o bronceándose a una distancia de 10 metros.  

TULUM  

El segundo destino fue Tulum. En esta ocasión la opción fue rentar una casa en Airbnb. Sus dueños hicieron hincapié de que sus normas de higiene fueron rigurosas, pero no estaba de más tener toallas desinfectantes.  

Las restricciones por el covid19 y el exceso de sargazo (algas marinas) son las razones por las que estaba prohibido ingresar a las playas y a su zona arqueológica. Pero, Riviera Maya tiene un abanico de distracciones que incluye paseos a lagunas y cenotes (estanques naturales de agua dulce).   

Tulum es una de las ciudades mayas más visitadas en México, pero en esta ocasión solo se vieron locales. Sin embargo, es tan encantadora y con puntos de interés fotografiables que vale la pena recorrerlos en bicicleta, algo tradicional entre los turistas.   

Por 8 dólares renté una bicicleta por el día. Pedalear por la zona hotelera cercana a la playa fue una buena opción. 

El área es ideal para tomarse esas fotos perfectas para publicar en las redes sociales. Paradas obligatorias: El letrero “Follow de Dream”, de la tienda Lolita Lolita; los columpios de local de bebidas Matcha Mama; la escultura “Ven a la Luz” del artista Daniel Popper en el hotel “Ahau”; la entrada del hotel Selina, y el cenote dentro del restaurante Clandestino.  

Otra parada para disfrutar sin tener contacto con más turistas fue la laguna Kaan Luum. Esta gigante reserva natural abre desde la 9am. Lo caracteriza sus tonalidades, que van cambiando a medida que se vuelve más profundo. Además, tiene hamacas y columpios alrededor que hace la visita más placentera y relajante.   

Su precio es de 50 pesos (3USD). Adicional se puede rentar el equipo para hacer kayak o bucear.   

Uno de los sitios sagrados de los Mayas eran los cenotes, que son estanques de agua dulce con cuevas y ríos subterráneos. Son famosos a lo largo de la Península de Yucatán.  

Solo en Riviera Maya se puede bucear y nadar en unos 20 sitios. Cerca de Tulum está Gran Cenote, que es más abierto y amplio para respetar el distanciamiento. Aquí también, los protocolos de desinfección, de la nueva normalidad, se aplicaban y los empleados se preocupaban en evitar multitudes.   

RESTAURANTES

Las playas estaban cerradas, pero los restaurantes de los hoteles al pie del mar si funcionaban. Aún era posible, tomarse una margarita y comerse unos tacos, disfrutando de la brisa y de la vista.  

Así fue como en hoteles como Mi Amor, en Tulum y Mamitas, en Playa del Carmen incluso se pudo ingresar a la piscina sin pánico, ya que, por la limitación de turistas, estaban casi vacías.    

En Playa del Carmen, los restaurantes comenzaban a reactivarse. Al entrar, sus meseros completamente protegidos, le aplican a cada cliente desinfectante y les toman la temperatura. Asimismo, a cada mesa les colocaban letreros para notificar que están limpias y los menús eran códigos de barra que se escanean en el celular. Los bares y discotecas permanecían cerradas.   

Playa del Carmen

PASEO EN CATAMARÁN    

Mi último día en el Caribe Mexicano decidí tomar un tour por Isla Mujeres en un catamarán. Su capacidad reducida de 50 a 12 personas.   

Al ingresar al puerto en Cancún, a todos nos tomaron la temperatura, nos ofrecieron el gel antibacterial y para entrar al catamarán, nuestros zapatos se quedaron en una caja, que sus empleados desinfectaban.   

La tripulación jamás se sacó su mascarilla, pero los visitantes si pudimos hacerlo, mientras estuviéramos separados. También, para hacer buceo recibimos los equipos desechables. 

Durante mi semana en Riviera Maya, pude observar que el sector turístico continúa preparándose para esta nueva normalidad y para cuando la reapertura del área sea del 100 por ciento.   

El turismo es considerado un trabajo esencial en México por lo que sus habitantes siguen y nos hacen cumplir exhaustivamente los protocolos sanitarios para que el peligro de contagio sea mínimo y todos los viajeros sientan confianza de viajar a pesar de la incertidumbre que se vive en el mundo. 

PARA ANOTAR:   

  • Los parques de la cadena Xcaret están abiertos al público, pero con horarios reducidos. Lo mejor es chequear su página www.xcaret.com  
  • A partir del 7 septiembre, las playas de Riviera Maya (Cancún, Playa del Carmen, Tulum y otros municipios) ya entraron al semáforo amarillo. Sus playas comenzaron la reapertura en un 60-70%.   
  • El aeropuerto de Cancún y Cozumel están abiertos.   
  • No se necesita hacer cuarentena al arribar a México. Pero para información sobre las restricciones y el semáforo epidemiológico se puede ingresar a  https://reactivemosq.roo.gob.mx/  .

 

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Holbox: El paraíso mexicano

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Nos adentrábamos al fondo del mar. En medio de una completa oscuridad, solo seguíamos los pasos y las voces de nuestros guías Guilmer y Alfonso. ¿Miedo? ¡Jamás! Lo contrario.

Mis 5 amigas y yo nos sentíamos emocionadas por la absoluta tranquilidad, por el maravilloso espectáculo de estrellas del que éramos espectadoras y de lo que veríamos tan pronto avanzáramos unos pasos más.  

We were walking and the water barely cover our knees. Gilmer told us to move the water as strong as we can. Suddenly the performance started. The sea lighted up with thousands of turquoise lights. They were impregnated in our hands for seconds. 

Si así eran nuestras manos, ¿Por qué no probar todo el cuerpo?, nos preguntábamos. En ese instante, nos dimos el chapuzón y dentro del agua nuestro cuerpo brillaba como si tuviéramos estrellas. Era inevitable no llenarse de la energía que la naturaleza nos regalaba. 

Queríamos registrar ese momento. Lástima que en la oscuridad fue imposible una foto o vídeo con estos llamados plancton bioluminiscente, unos diminutos microorganismos que, como las luciérnagas, emiten su propia luz azul.  

Cortesía de la Asociación hotelera de Holbox

Holbox, México 

Para vivir esa experiencia, solo nos tomó: un avión a Cancún, un carro rentado en el aeropuerto, un ferry tomando desde el puerto de Chiquilá y un carrito de golf... Así fue nuestra bienvenida a México. A la Península de Yucatán y específicamente a la isla de Holbox. 

Hol-bo-(sh) como la pronuncian los mexicanos es el secreto mejor guardado del país, aunque en los últimos años sus playas paradisiacas y sus publicidades en Instagram la han convertido en el nuevo destino para quienes visitan la Riviera Maya.  

Esta pequeña isla tiene alma verde, es ‘eco-friendly’. No encontrarás pretenciosos hoteles, una vida nocturna bulliciosa o lujos. Tampoco calles pavimentadas ni autos, ya que en su lugar hay carritos de golf y bicicletas. 

Ese es su encanto. Sentirse apartado del ruido, rodearse con pelícanos y flamencos, y disfrutar de una amplia playa color turquesa, mientras tomas una cerveza, una margarita o un mojito. 

However, Holbox does have a wide range of accommodation. Its hotels are comfortable and elegant, but maintaining a rustic décor. We arrived at Soho Boutique Holbox. Due to the Pandemic by the Covid19, only days earlier the island had reopened, so its hosting capacity was 30%. 

¿Qué hacer?  

A lo que vinimos: La playa. Al no ser un destino masivo y estar en cuarentena mundial, teníamos kilómetros de arena fina, y el agua turquesa cristalina y sin olas solo para nosotras.

Era el paraíso, a pesar de las altas temperaturas y el sol tan resplandeciente. Meses antes sus hamacas y columpios eran un atractivo, pero debido a la pandemia fueron retirados.   

Gilmer y Alfonso una vez más nos ofrecieron su tour de casi 4 horas. Esta vez sería en bote por tres islas pequeñas. El servicio era completo: una botella de tequila Don Julio 70, soda de toronja, agua, protector solar, repelente de mosquitos y música. ¡Estábamos listos! 

La primera fue una excursión para explorar la Isla de los Pájaros, que es el hogar de cerca de 100 especies de aves. La Isla Pasión fue la segunda parada, que es un islote que se puede rodear caminando por el mar. En todo el trayecto el agua te llega al tobillo.  

Y, la tercera es el cenote Yalahau, un sitio sagrado para la cultura Maya. Los nativos dicen que sus aguas son curativas y sumergirse ahí es rejuvenecer 5 años. Así que luego de 1 hora bañándonos teníamos 20 años.   

Sintiéndonos adolescentes continuamos descubriendo Holbox. Era el tiempo para pasear por el centro. Sus calles arenosas estaban con grandes pozos debido a la lluvia de días anteriores. Esquivando el agua, alcanzamos a ver algunos de sus famosos y coloridos murales. Junto a ellos locales de artesanías mexicanas y las casas también con colores pasteles.   

It was almost time for my happy and favorite hour: the sunset. The best place to enjoy it was Punta Cocos. On our way, we found two beach clubs in front of the beach. Coralina and el Chiringuito. Both were the right and more comfortable places to see the mosaic of colors. Of course, with some shrimp tacos and a perfect paloma (drink with tequila, lime and grapefruit soda). 

Holbox tiene otras atracciones como andar en bicicleta por Punta Mosquito (extremo este de la isla), ver al tiburón ballena (entre junio y agosto), bucear, pescar y bañarse junto con los flamencos.  

Al otro día y horas antes de subirnos al ferry, nuestra parada obligatoria era en Roots para probar la mejor pizza de langosta hecha en horno de leña. Una fina masa cubierta con pedacitos del crustáceo se deshacía en nuestra boca. Tan recomendada que entre 5 nos comimos 4 pizza familiares. ¡Ah! Y para una buena despedida, vale acompañarlo con un Frida Kahlo (tequila con pepino, menta y limón). 

Holbox, que en Maya significa Hoyo Negro, fue nuestro lugar perfecto para escaparnos y desconectarnos (con todas las precauciones debidas) de todo lo que ha ocurrido en este 2020. Sus habitantes viven también del turismo por lo que observamos rigurosamente cómo siguen al pie de la letra todos los protocolos de desinfección e higiene. Ellos nos dieron la confianza de que estábamos en las mejores manos; y su atmósfera, en la mejor isla.  

PARA ANOTAR    

  • Holbox está ubicado al norte de la Península de Yucatán en México.   
  • Está localizado en el Golfo de México y es parte de la Reserva Natural de Yum Balam  
  • La Isla tiene 40 Km. de largo y 2 Km. de ancho   
  • Idioma: español   
  • Moneda: peso mexicano. Es mejor llevar efectivo pues hay pocos cajeros automáticos en la isla y ya al mediodía no tienen dinero.  
  • Transportación: Bicicletas y taxis que son carros de golf.   
  • ¿Cómo llegar? En ferry, que sale desde el puerto de Chiquilá y vale 200 pesos (9USD), botes privados por el mismo precio por persona o tomar vuelo privado que vale entre 550 y 1200 USD.  

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Holbox: El paraíso mexicano

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Nos adentrábamos al fondo del mar. En medio de una completa oscuridad, solo seguíamos los pasos y las voces de nuestros guías Guilmer y Alfonso. ¿Miedo? ¡Jamás! Lo contrario. Mis 5 amigas y yo nos sentíamos emocionadas por la absoluta tranquilidad, por el maravilloso espectáculo de estrellas del que éramos espectadoras y de lo que veríamos tan pronto avanzáramos unos pasos más.  

Caminamos casi 300 metros y el agua apenas cubría nuestras rodillas. Guilmer nos indicó que agitáramos el mar con nuestras manos (lo más fuerte) y fue ahí cuando el show inició. Miles de lucecitas turquesas se desplazaban en el mar y nos iluminaban, y cuando sacábamos las manos se quedaban impregnadas por unos segundos.  

Si así eran nuestras manos, ¿Por qué no probar todo el cuerpo?, nos preguntábamos. En ese instante, nos dimos el chapuzón y dentro del agua nuestro cuerpo brillaba como si tuviéramos estrellas. Era inevitable no llenarse de la energía que la naturaleza nos regalaba.  

Queríamos registrar ese momento. Lástima que en la oscuridad fue imposible una foto o vídeo con estos llamados plancton bioluminiscente, unos diminutos microorganismos que, como las luciérnagas, emiten su propia luz azul. 

Cortesía de la Asociación Hotelera de Holbox.

Holbox, México 

Para vivir esa experiencia, solo nos tomó:  un avión a Cancún, un carro rentado en el aeropuerto, un ferry tomando desde el puerto de Chiquilá y un carrito de golf… Así fue nuestra bienvenida a México. A la Península de Yucatán y específicamente a la isla de Holbox.  

Hol-bo-(sh) como la pronuncian los mexicanos es el secreto mejor guardado del país, aunque en los últimos años sus playas paradisiacas y sus publicidades en Instagram la han convertido en el nuevo destino para quienes visitan la Riviera Maya. 

Esta pequeña isla tiene alma verde, es ‘eco-friendly’. No encontrarás pretenciosos hoteles, una vida nocturna bulliciosa o lujos. Tampoco calles pavimentadas ni autos, ya que en su lugar hay carritos de golf y bicicletas.

Ese es su encanto. Sentirse apartado del ruido, rodearse con pelícanos y flamencos, y disfrutar de una amplia playa color turquesa, mientras tomas una cerveza, una margarita o un mojito. 

Sin embargo, Holbox si tiene una oferta de hospedaje amplia. Sus hoteles son cómodos y elegantes, pero manteniendo una decoración rústica. Nosotros llegamos al Soho Boutique Holbox. Debido a la pandemia por el Covid19, solo días antes había reabierto, y al estar la zona de Riviera Maya en semáforo naranja, su capacidad debía ser del 30%.

¿Qué hacer?  

A lo que vinimos: La playa. Al no ser un destino masivo y estar en cuarentena mundial, teníamos kilómetros de arena fina, y el agua turquesa cristalina y sin olas solo para nosotras. Era el paraíso, a pesar de las altas temperaturas y el sol tan resplandeciente. Meses antes sus hamacas y columpios eran un atractivo, pero debido a la pandemia fueron retirados.  

Gilmer y Alfonso una vez más nos ofrecieron su tour de casi 4 horas. Esta vez sería en bote por tres islas pequeñas. El servicio era completo: una botella de tequila Don Julio 70, soda de toronja, agua, protector solar, repelente de mosquitos y música. ¡Estábamos listos!  

La primera fue una excursión para explorar la Isla de los Pájaros, que es el hogar de cerca de 100 especies de aves. La Isla Pasión fue la segunda parada, que es un islote que se puede rodear caminando por el mar. En todo el trayecto el agua te llega al tobillo.  

Y, la tercera es el cenote Yalahau, un sitio sagrado para la cultura Maya. Los nativos dicen que sus aguas son curativas y sumergirse ahí es rejuvenecer 5 años. Así que luego de 1 hora bañándonos teníamos 20 años. 

Sintiéndonos adolescentes continuamos descubriendo Holbox. Era el tiempo para pasear por el centro. Sus calles arenosas estaban con grandes pozos debido a la lluvia de días anteriores. Esquivando el agua, alcanzamos a ver algunos de sus famosos y coloridos murales. Junto a ellos locales de artesanías mexicanas y las casas también con colores pasteles. 

Mi hora favorita de acercaba: la de la caída del sol. El mejor sitio para disfrutarlo era Punta Cocos. Esta vez encontramos en nuestra ruta dos bares en la playa: Coralina y el Chiringuito. Eran los lugares indicados para disfrutar los mosaicos de colores comiendo unos tacos de camarón con una “paloma” (bebida hecha con tequila y refresco de toronja).  

Holbox tiene otras atracciones como andar en bicicleta por Punta Mosquito (extremo este de la isla), ver al tiburón ballena (entre junio y agosto), bucear, pescar y bañarse junto con los flamencos.  

Al otro día y horas antes de subirnos al ferry, nuestra parada obligatoria era en Roots para probar la mejor pizza de langosta hecha en horno de leña.  Una fina masa cubierta con pedacitos del crustáceo se deshacía en nuestra boca. Tan recomendada que entre 5 nos comimos 4 pizza familiares. ¡Ah! Y para una buena despedida, vale acompañarlo con un Frida Kahlo (tequila con pepino, menta y limón).

Holbox, que en Maya significa Hoyo Negro, fue nuestro lugar perfecto para escaparnos y desconectarnos (con todas las precauciones debidas) de todo lo que ha ocurrido en este 2020. Sus habitantes viven también del turismo por lo que observamos rigurosamente cómo siguen al pie de la letra todos los protocolos de desinfección e higiene. Ellos nos dieron la confianza de que estábamos en las mejores manos; y su atmósfera, en la mejor isla.

Para Anotar:    

  • Holbox está ubicado al norte de la Península de Yucatán en México.  
  • Lo rodea las aguas del Golfo de México.  
  • Es parte de la Reserva Natural Yum Balam.
  • Es una isla de 40 kilómetros de largo y 2 km. de ancho.  
  • Idioma: español.  
  • Moneda: El peso mexicano. Es mejor llevar efectivo pues hay pocos cajeros automáticos en la isla y ya al mediodía no tienen dinero.  
  • Transportación: Bicicletas y taxis que son carros de golf. 
  • ¿Cómo llegar? En ferry, que sale desde el puerto de Chiquilá y vale 200 pesos (9USD), botes privados por el mismo precio por persona o tomar vuelo privado que vale entre 550 y 1200 USD.  

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Martinica: Un secreto francés en El Caribe

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Honestamente, hace 3 años no tenía idea dónde quedaba Martinica. Luego de que una amiga me comentara sus planes de viajar, decidí abrir Google.  ¡Era parte de las Antillas Francesas!  Me había olvidado completamente que existían y eso que fui una de las mejores estudiantes de geografía.

En enero, una vez más Martinica volvió a mi mente. Esta vez mientras buscaba vuelos para escapar del frío neoyorkino. República Dominicana, Barbados y México eran otras opciones, pero la idea de ir al Caribe que pocos conocen me atraía mucho más. Y lo digo porque amigos, familia y compañeros de trabajo también la desconocían. Incluso, apostaban que estaba en el Mediterráneo.

Martinica es un pedacito de Francia, con un toque de sensualidad caribeña y por supuesto playas paradisiacas.

Cuando llegué a la también conocida “Isla de las Flores”, por la noche, las diminutas carreteras con rotondas, las placas de los carros y los letreros publicitarios me transportaban a los pueblos europeos. Sin contar su moneda, el euro, y su idioma, el francés. Aunque con los días, escuchaba a muchos locales conversar en su lengua nativa, el criollo martiniqués o ‘créole’.

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Su población es en su mayoría católica. Cada comuna conserva su iglesia en la plaza principal.

Al arribar a ‘Saint Anne’ o Santa Ana, al sur de la isla, se acabaron las comparaciones. Su clima tropical, la brisa del mar, el olor del ron añejo, las embarcaciones pesqueras, los yates y los sonidos de las bandas musicales eran suficientes para sentir y formar parte de esa atmósfera caribeña.

Martinica es una isla volcánica en el archipiélago de las Antillas. En el norte, el Monte Pelee es su volcán activo y su excursión debe estar en la lista de “cosas por hacer”.

En mi caso, definitivamente la playa me llamaba y mi parada fue la más famosa y hermosa de Martinica: ‘Les Salines’ o Salinas. Cada rincón es una postal. Lo bordean las palmeras inclinadas, su arena fina y blanca; y el mar cálido color turquesa.

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‘Le Salines’ o Salinas está ubicado al suroeste de la isla.

‘Les Salines’ tiene un ambiente de paz y tranquilidad. No hay hoteles. Solo restaurantes pequeños y kioscos con ‘souvenirs’, carteras, pareos, vestidos…

Pero, su playa más turística es Diamante o ‘Le Diamant’.  Es ancha y descansa sobre una bahía enmarcada en rocosas y verdes colinas, que desde el sur se observa como la forma de una mujer acostada. Al frente y en medio del Mar Caribe, una roca volcánica de 175 metros de altura es ideal para bucear y disfrutar la fauna marina.

‘Anse Dufour’, al norte de Diamante es una de las más encantadoras. Al ser una ensenada, su caída de sol es uno de los más mágicos y espectaculares de la isla.  Del otro lado de la isla, ya en el océano Atlántico también está ‘Lé Robert’, con el tour de los islotes.

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‘Anse Dufour’

Sí, mi aventura en Martinica consistía en disfrutar nuevas playas y deleitarme en mi hora favorita: la del ‘sunset’, buscando locaciones para tener la mejor vista. Sin importar que fuera hasta en el cementerio, como en ‘Saint Anne’.

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Y fue en esa pequeña comuna, de no más de 4.000 habitantes, donde me hospedé por casi una semana. ‘Saint Anne’ al igual que el resto de Martinica no tiene un turismo masivo, no se observa con frecuencia  americanos o latinos. En cambio, en un sitio de retiro para los europeos. Lo que lo convierte aún más pacífico.

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Uno de los platos tradicionales de Martinica son las frituras o ‘Accras’. Las hay de vegetales, mariscos o pescado.

Pero, es tan cálido que te hace sentir local desde que la pisas, en especial cuando entras a la panadería por el fresco y caliente pan ‘baguette’, haces fila para probar los famosos ‘accras’ o frituras bacalao y camarón o cuando en la noche luego de bailar te sientas en el único sitio que no tiene hora de cierre la crepería de Charles.

Mientras esperas por tus crepes, Charles te presta su equipo de sonido para que pongas tu música favorita. Para mi buena suerte era uno de los pocos (por no decir el único que hablaba español). Su alegría y su buena energía es contagiosa y con él, el ron y la cerveza local Lorraine nunca  faltó. Así el resto del pueblo esté apagado.

Así es que en Martinica el ron forma parte de la rutina diaria. A lo largo de las carreteras están los sembríos de caña de azúcar junto a las destilerías donde uno puede hacer una pequeña parada de degustar las diferentes variaciones de éste espíritu caribeño. En la calle, playa y restaurantes el famoso ‘ti punch’ (ron, azúcar y limón) es la estrella y la firma de la isla. Y para anotarlo. Cero resaca.

Martinica es el secreto mejor guardado de los franceses. Es su sitio para retirarse o vacacionar en familia. Para disfrutar de lo simple y plácido que puede convertirse la vida, donde lo único que necesitas es tu bikini, bronceador, una cámara fotográfica y un buen vaso de ron.

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El Secreto de un Río Subterráneo

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Estábamos a 22 metros bajo tierra. Apagamos las linternas de nuestros cascos, nos quedamos callados e inmóviles por tres minutos. Mi primera vez experimentando el silencio total. Sin el sonido de las ambulancias, los trenes, los aviones y los gritos newyorkinos.

Tampoco se reflejaba ni un rayo de luz en la cueva. Era absolutamente oscuro. No podía ver ni el contorno de mis manos. Pero nunca tuve miedo, creo que ninguno lo sintió. Sólo disfrutábamos de esa paz y armonía que fuimos a buscar al sitio donde los “Dioses Mayas” se deleitaron por muchos siglos: Río Secreto.  

La expedición comenzó con un recorrido a pie por la selva durante 20 minutos. Vestíamos ropa especial y zapatos de agua. Antes tuvimos dejar en un casillero nuestras pertenencias y tomar un baño para eliminar todo el químico que tenemos en el cuerpo de esta manera no contaminabamos el agua. 

En una curva encontramos a un chamán, quien nos pidió hacer un círculo para iniciar el ritual. Fue la primera interacción con la cultura Maya. Con hierbas e inciensos repetía su oración para pedirles a los “Dioses” que bendigan nuestra travesía de casi dos horas por la reserva natural de la Riviera Mexicana.

Nada nos pasaría porque estábamos protegidos. Ellos habían aprobado nuestra visita. 

Tomados de la mano, por lo rocoso que era el camino, descendimos y entramos a éste sistema de cuevas de casi 12 kilómetros. Nos sumergimos en el agua. “Shit, it's freezing”, gritaban los turistas canadienses. En mi caso, contuve la respiración hasta que mi cuerpo se aclimatara al agua. 

Prendimos nuestras linternas... 

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Miramos a nuestro alrededor. Nuestra piel se erizó y tres de los ocho turistas quedaron boquiabiertos. Un ecosistema jamás visto. 

Era un río, sin corriente, escondido debajo de la superficie. Un color turquesa se reflejaba con nuestras luces. A los lados, los asombrábamos con la paredes rocosas blancas y amarillas ricas de estalagmitas, estalactitas y columnas de calcio.

Todas entrelazadas entre sí, como si alguien las hubiera esculpido. Teníamos prohibido tocarlas o sostenernos de ellas. Las grandes rocas en el agua nos hacia tropezar por lo que nuestra caminata era muy lenta. 

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Cortesía de Río Secreto

En ciertas áreas nos tocó nadar por la profundidad del río. “Cuidado beben de esta agua. Si lo hacen tendrán de seguro una piedra en el riñón”, nos explicaba el guía Yonathan al hablar sobre la riqueza en carbonato calcio que tiene el ecosistema. 

Sin embargo, nos permitió nadar y disfrutar el agua. Una vez más apagamos todo y volvimos a disfrutar de la oscuridad. Fueron solos dos minutos. Poco para relajarnos completamente y lo suficiente para deleitarnos. 

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Mientras seguíamos descendiendo, el guía nos indicaba que para los Mayas, las cuevas eran un sitio donde habitaban sus dioses porque el agua no había sido tocada por el hombre. Además, cuando descubrieron el área en el 2006, descubrieron restos arqueológicos.

Había transcurrido casi una hora y nuestra travesía aún continuaba. En cada sector la tonalidad de las paredes cambiaba e incluso las estalagmitas quedaron remplazadas por helictitas que lucían como corales o popcorn.

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También observamos algunas raíces de manglar y nos asustamos al ver un escorpión descansando en una roca pero tratamos de no gritar para no despertar a los murciélagos.

Recargados de la energía de Río Secreto, vimos una luz. Estabamos cerca de la salida. “Ven ese hueco allá arriba. Un zorro cayó mientras lo perseguían. Así fue como descubrieron esta reserva”, nos comentó Yonathan. 

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Al seguir caminando, el sitio aclaraba. Llegamos a la superficie y encontramos una vasija arqueológica, que probablemente pertenecía a la Cultura Maya. Era el fin de nuestra expedición.

Nos sentíamos privilegiados porque Río Secreto abrió sus puertas en el 2009. Es un lugar casi desconocido para muchos a pesar de ser parte de los destinos recomendados por la revista National Geographyc. 

Al terminar, brindamos emocionados con un anís para celebrar que volvimos sanos y salvos, y concluíamos la tarde con un almuerzo típico mexicano (tostadas, pollo tinga, sopa de lima).

Río Secreto nos enseñó que nuestro planeta nos sorprende con diferentes ecosistemas y lo rico de la vida es poder experimentar todo lo que la madre naturaleza ha diseñado para nosotros.

PARA ANOTAR:

  • Río Secreto está ubicado a 5 kilómetros al sur de Playa del Carmen, Quintana Roo, México.  
  • Las cuevas en la Península de Yucatán, México, están debajo del agua. Los acuíferos como Río Secreto se recargan gracias a la lluvia y se filtra a través de la roca caliza. 
  • Río Secreto es un ejemplo de turismo sustentable. Preservan la zona subterránea y la selva que esta encima de este.  
  • En la selva tienen felinos como el jaguar, puma, ocelote, tigrillo y jaguarundi. Existen venados, osos hormigueros, mapaches.
  • Dentro del ecosistema también viven seres únicos capaces de sobrevivir en la oscuridad perpetua. Estos son el camarón ciego, la dama blanca, escorpiones. 
  • La entrada tiene un valor de 75USD. 
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El Secreto de un Río Subterráneo

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Estábamos a 22 metros bajo tierra. Apagamos las linternas de nuestros cascos, nos quedamos callados e inmóviles por tres minutos. Mi primera vez experimentando el silencio total. Sin el sonido de las ambulancias, los trenes, los aviones y los gritos newyorkinos.

Tampoco se reflejaba ni un rayo de luz en la cueva. Era absolutamente oscuro. No podía ver ni el contorno de mis manos. Pero nunca tuve miedo, creo que ninguno lo sintió. Sólo disfrutábamos de esa paz y armonía que fuimos a buscar al sitio donde los “Dioses Mayas” se deleitaron por muchos siglos: Río Secreto.

La expedición comenzó con un recorrido a pie por la selva durante 20 minutos. Vestíamos ropa especial y zapatos de agua. Antes tuvimos dejar en un casillero nuestras pertenencias y tomar un baño para eliminar todo el químico que tenemos en el cuerpo de esta manera no contaminabamos el agua.

En una curva encontramos a un chamán, quien nos pidió hacer un círculo para iniciar el ritual. Fue la primera interacción con la cultura Maya. Con hierbas e inciensos repetía su oración para pedirles a los “Dioses” que bendigan nuestra travesía de casi dos horas por la reserva natural de la Riviera mexicana.

Nada nos pasaría porque estábamos protegidos. Ellos habían aprobado nuestra visita.

Tomados de la mano, por lo rocoso que era el camino, descendimos y entramos a éste sistema de cuevas de casi 12 kilómetros. Nos sumergimos en el agua. “Shit, it’s freezing”, gritaban los turistas canadienses. En mi caso, contuve la respiración hasta que mi cuerpo se aclimatara al agua.

Prendimos nuestras linternas…

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Miramos a nuestro alrededor. Nuestra piel se erizó y tres de los ocho turistas quedaron boquiabiertos. Un ecosistema jamás visto. En mi caso, solo en una foto publicada en facebook.

Era un río, sin corriente, escondido debajo de la superficie. Un color turquesa se reflejaba con nuestras luces. A los lados, los asombrábamos con la paredes rocosas blancas y amarillas ricas de estalagmitas, estalactitas y columnas de calcio. Todas entrelazadas entre sí, como si alguien las hubiera esculpido.

Teníamos prohibido tocarlas o sostenernos de ellas. Las grandes rocas en el agua nos hacia tropezar por lo que nuestra caminata era muy lenta.

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Cortesía Río Secreto

En ciertas áreas nos tocó nadar por la profundidad del río. “Cuidado beben de esta agua. Si lo hacen tendrán de seguro una piedra en el riñón”, nos explicaba el guía Yonathan al hablar sobre la riqueza en carbonato calcio que tiene el ecosistema.

Sin embargo, nos permitió nadar y disfrutar el agua. Una vez más apagamos todo y volvimos a disfrutar de la oscuridad. Fueron solos dos minutos. Poco para relajarnos completamente y lo suficiente para deleitarnos.

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Mientras seguíamos descendiendo, el guía nos indicaba que para los Mayas, las cuevas eran un sitio donde habitaban sus dioses porque el agua no había sido tocada por el hombre. Además, cuando descubrieron el área en el 2006, descubrieron restos arqueológicos.

Había transcurrido casi una hora y nuestra travesía aún continuaba. En cada sector la tonalidad de las paredes cambiaba e incluso las estalagmitas quedaron remplazadas por  helictitas que lucían como corales o popcorn.

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También observamos algunas raíces de manglar y nos asustamos al ver un escorpión descansando en una roca pero tratamos de no gritar para no despertar a los murciélagos. .

Recargados de la energía de Río Secreto, vimos una luz. Estabamos cerca de la salida. “Ven ese hueco allá arriba. Un zorro cayó mientras lo perseguían. Así fue como descubrieron esta reserva”, nos comentó Yonathan.

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Al seguir caminando, el sitio aclaraba. Llegamos a la superficie y encontramos una vasija arqueológica, que probablemente pertenecía a la Cultura Maya. Era el fin de nuestra expedición.

Nos sentíamos privilegiados porque Río Secreto abrió sus puertas en el 2009. Es un lugar casi desconocido para muchos a pesar de ser parte de los destinos recomendados por la revista National Geographyc.

Al terminar, brindamos emocionados con un anís para celebrar que volvimos sanos y salvos, y concluíamos la tarde con un almuerzo típico mexicano (tostadas, pollo tinga, sopa de lima).

Río Secreto nos enseñó que nuestro planeta nos sorprende con diferentes ecosistemas y lo rico de la vida es poder experimentar todo lo que la madre naturaleza ha diseñado para nosotros.

Datos:

  • Río Secreto está ubicado a 5 kilómetros al sur de Playa del Carmen, Quintana Roo, México.
  • Las cuevas en la Península de Yucatán, México, están debajo del agua. Los acuíferos como Rio Secreto se recargan gracias a la lluvia y se filtra a través de la roca caliza.
  • Río Secreto es un ejemplo de turismo sustentable. Preservan la zona subterránea y la selva que esta encima de este.
  • En la selva tienen felinos como el jaguar, puma, ocelote, tigrillo y jaguarundi. Existen venados, osos hormigueros, mapaches.
  • Dentro del ecosistema también viven seres únicos capaces de sobrevivir en la oscuridad perpetua. Estos son el camarón ciego, la dama blanca, escorpiones.
  • La entrada tiene un valor de 75USD.
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