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Cuarentena be like…

NY
Nueva York

¡Hey! Se que estás volando a Alemania. Por eso escogí este momento para escribirte. No te asustes. Soy tu, pero en el futuro. Tres meses, para ser exactos, pero eso sí, con un cúmulo de acontecimientos que han cambiado tu rumbo y el del planeta.

Estás a un par de horas de ver a tu familia. Abrázalos lo más fuerte que puedas y dale muchos besos a los niños. Como si no hubiera mañana. Si las temperaturas están bajas, que no te importe y sal a pasear, viaja y entusiásmate al ver gente. De todo eso habrá escasez. Suena disparado y atroz, pero es nuestra realidad. Mi intención no es alarmarte. Solo quiero que disfrutes esos pequeños momentos que das por sentado.

Estoy en Nueva York, en casa. Marzo y abril fueron borrados del calendario. También los días de la semana. Hoy es 4 de Mayo y mi celular dice que es lunes. ¡Ah! Tampoco llevamos un conteo de horas. No es importante. Ni para tu cuerpo que pide comida 10 veces al día y dormir cuando el sol comienza a levantarse.

¿Te preguntarás qué sucedió? ¿Recuerdas el virus que solo se veía por televisión? El “del murciélago” y que estaba en una ciudad que jamás habíamos escuchado en China; y el que los Presidentes, del Occidente, con arrogancia y convencidos decían que todo estaría “bajo control”.

Pues solo le tomó un par de aviones, conectarse en aeropuertos, luego entrar a terminales de buses y de trenes para llegar; regarse por las ciudades de todos los continentes, visitar las iglesias, conciertos, partidos deportivos y hasta formar parte de matrimonios. El famoso Coronavirus o covid19.

Hasta Wikipedia ya lo registra. Nuestra historia comenzó el 1er de Marzo con el primer caso confirmado en la ciudad. En Ecuador, un día antes. Dos semanas después, en ambos países, una cuarentena casi obligatoria nos dejó paralizados y cruzados de brazos. “¡Es una gripe, no entiendo el alboroto!”.  El “Gobierno está exagerando con estas medidas”. “Hagan caso y no salgan de casa”.  Discutían algunos de mis amigos en los grupos de chat.

Días antes y hasta la fecha, desaparecieron del planeta, perdón de las perchas, los productos de limpieza, el alcohol, los desinfectantes para manos, la vitamina C, acetaminofén, termómetros, mascarillas y guantes…

El papel higiénico y el Lysol/Clorox se volvieron en la nueva obsesión de los estadounidenses. Y, no solo porque el Presidente Trump dijo que sería un buen remedio beberlo, en uno de sus disparatados discursos. Por cierto, ¡es mentira!

Otra obsesión fue el producir videos en la aplicación ‘tik tok’ y publicarlos en Instagram, al igual que la comida, los postres, las bebidas, nuestras videoconferencias (Zoom, Whatsapp, Facebook) con vinos y los entrenamientos. Ay si el celular hablara… Lo tenemos pegados a nuestras manos y con ello una sobrecarga de información (mucho cuento), opiniones y críticas.

La cuarentena ha sido una alteración del entorno. En algunos casos, la sala se ha divido entre oficina (para teletrabajo), aula de clases, capilla, gimnasio, cine, restaurante y bar. Para mis vecinos del piso de abajo, lo mismo pero solo en sus dormitorios; y otras amigas, en cambio, el parqueadero de su edificio es el parque de sus hijos.

 

 

En casa has estado a salvo. Mientras tanto afuera el aterrador sonido de las ambulancias no cesaron hasta la semana pasada  y la “curva” de contagios, hospitalizaciones y muertes dejo de ser una línea ascendente y recién tomó su forma. Lastimosamente, llegan malas noticias y dar condolencias se volvió parte de una nueva y dolorosa rutina diaria. Casi todos y me atrevo a decir todos en Ecuador, hemos perdido un familiar o amigo.

Ecuador no aguantó este estallido. Nunca estuvieron preparados. Las primeras semanas, sus doctores y enfermeras peleaban contra el virus sin armas (sin trajes, ni equipos de seguridad). Tampoco Nueva York, que se convirtió en el epicentro del mundo. El Primer y el Tercer Mundo, con los mismos problemas y actuando con la misma dinámica, pero magnitudes y presupuestos diferentes.

Al mismo tiempo y en ambos países, en las calles, la batallan aquellos que necesitan su trabajo, que viven del día a día y que forman parte del sector esencial. A ellos también los llamamos “Héroes”.

Las manos generosas han sido un reconforte durante la pandemia. Creció un sentimiento de ayudar desde el encierro.  En los barrios de Nueva York se han instalado los bancos de comida, reparten alimentos a domicilio y hay quienes regalaron su cheque de estímulo, que el Gobierno nos entregó. Entre amigos, en cambio, nos hemos intercambiado mascarillas, vitaminas, guantes, frutas y hemos recolectado dinero. Hasta el dueño de casa me dejó al pie de la puerta una caja de paños desinfectantes.

Han pasado siete semanas y mis salidas son únicamente al supermercado. Los nuevos hábitos al comprar y la paranoia se dan de la mano cada 10 días: tener mascarillas, gafas, aretes pequeños, gorra, abrigo y guantes es parte del disfraz. Repetirte continuamente que no debes tocarte la cara. Y,  al llegar a la casa dejar tus zapatos y ropa afuera, lavar y desinfectar toda comida. Aun así, más de uno (me incluyo) ha creído que ya se contagió mientras trata de dormir.

Las filas en la tienda Target y de grandes supermercados son de casi una hora.

 

En una de mis salidas decidí quedarme en Manhattan. Times Square, el Empire State y sus avenidas siguen iluminada pero no resplandecen. Comprendí que el brillo se la damos nosotros, los locales y los turistas. Nueva York luce completamente dormida, aunque despierta solo a las 7pm cuando todos aplaudimos para dar gracias a nuestro personal médico.

No me atrevería a describir este aislamiento como negativo. El mundo nos dio una tregua para hacer cambios internos, mientras afuera su naturaleza se reintegra.

Padres e hijos se reencuentran, al igual que viejos amigos vuelven a conversar. Muchos estamos saliendo de la zona de confort. Otros, han aprovechado este tiempo para reflexionar, perdonar o pedir perdón, autoevaluarse, descubrir habilidades, buscar luz y crecer en esta adversidad.

Por eso cuando acabes de leer esa carta, compra esos vuelos a Viena y Praga. Sigue alimentando tu memoria y tu vida de momentos felices, para que repitas “Era feliz y si lo sabía”. En estos meses ya aprendimos que mañana no tenemos la seguridad de “estar”. Ahora estoy reconociendo que mañana tampoco sabemos si vamos a “tener”.

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Un balcón entre las nubes de Capadocia

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Era un ave. Lentamente volaba sobre el valle. Por momentos descendía hasta acercarme a unas formaciones rocosas que se asemejaban a unos hongos. El sol comenzaba a observarme. Poco a poco se levantaba, aunque las densas nubes lo opacaban. El cielo se iluminaba con sus tonos azules, amarillos y ocres.

Mi camino estaba marcado por la suave brisa que me acariciaba. De pronto, el ruido del quemador me devolvió a la realidad. No era un pájaro. Sólo tenía un privilegiado balcón entre las nubes, adentro de un gigantesco globo aerostático.

No estaba sola. En mi canasta 18 turistas y dos pilotos me acompañaban. En el cielo más de 2.000 personas compartían mi extraordinaria experiencia en este festival de globos aerostáticos.

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¿Dónde? Capadocia, al este de Turquía, Asia. Un sitio con paisajes surrealistas y orografía única producto de la erosión. Con palomares excavados en formaciones rocosas, barrancos y viñedos.

Esta región ha sido una de las más famosas en el mundo por este diario festival, ya que sus condiciones climáticas son “casi” siempre favorables lo que permite que los pilotos, de los 150 globos, manejen por el aire con mucha precisión. Repito “casi” porque justo el día de mi tour y el anterior los vuelos fueron suspendidos por el mal tiempo.

Así fue como esta aventura -que había planificado por seis meses- comenzó con la más desalentadora noticia. Al instante que aterricé en el aeropuerto de Kayseri (a una hora del área) un correo electrónico indicándome la cancelación de mi tour y la no disponibilidad de vuelos para el día siguiente me ató de manos. Subirme en la canasta se había vuelto una misión casi imposible.

La frustración y decepción no me dejaban apreciar el mágico e histórico valle al que había llegado. Lo reconozco. Soy obsesiva en cuanto a mis experiencias viajeras. Sin embargo, al día siguiente tomé un tour para recorrer los pueblos de Goreme, Avano, Urgup y Uchisar que componen la región de Capadocia.

Impresionantes capillas e iglesias dentro de cuevas con frescos casi intactos que plasman la vida y crucifixión de Jesús -del siglo IV- formaban parte del Museo al Aire Libre de Goreme, Patrimonio de la Humanidad. Y es que Capadocia es un sitio milenario, donde los primeros cristianos se escondían dentro de cuevas debido a la presión del Imperio Romano.

Capadocia fue moldeado por la madre naturaleza. Las erupciones volcánicas de hace millones de años atrás, sumadas a la erosión crearon estos paisajes lunares. En la Chimenea de las Hadas, el Castillo de Uchisar, el Valle del amor, el Valle de las palomas y el Valle de la Ilusión se aprecian rocas con diferentes siluetas como hongos, sombreros o formas de animales jamás vistos.

Sus pobladores lo hacen más atractivo al rodearlo con columpios, árboles decorados con jarros de cerámica y ojos azules que repelan las malas vibras; tiendas de ‘souvenirs’, heladeros que incluyen un show para servirte sus productos y camellos listos para fotografiarse contigo.

Enriquecerme con lo que ofrece Capadocia me hizo entender que el sitio no era solo un globo aerostático. Muchos turistas por miedo a las alturas no lo incluyen en su agenda. A pesar de eso, yo no me rendía. Toqué las puertas de al menos 20 agencias y le escribí por Instagram a pilotos y guías turísticos. Todos con la misma respuesta: “No hay espacio”.

Mustafa Budak, el gerente de la agencia de viajes Hot Air Balloon Cappadocia, me ofreció un tour alternativo. Estar presente en el proceso y ver los globos desde los mejores puntos de la región. A una pareja mexicana, a mi hermana y a mí nos tocó aceptarlo.

El día llegó. El reloj marcaba las 3:45 am y el sonido del llamado a la oración de la Mezquita nos despertaba. Nunca había sido tan fácil levantarme. Inmediatamente, Mustafa nos llevó a un campo abierto. Decenas de carros con canastas y buses turísticos se aproximaban.

Estaba oscuro pero podían observarse las lonas. Parecían cetáceos multicolores. Al pasar los minutos y con el fuego del quemador tomaban la forma de un gigante erguido. Los turistas emocionados aplaudían mientras se subían al globo.

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Con los primeros rayos de luz, los globos comenzaban a levitar. A mi alrededor unos 50 se alzaban al unísono. Era inevitable no llorar, de emoción, frustración y de tristeza al verlos partir sin mí.

En ese instante un “Jessica hay un espacio en el último globo”, me dejó en shock. El puesto era mío, aunque el precio fue el doble. Mis manos temblaban mientras me subía a la canasta. Este éxtasis lo compartían todos los turistas -en su mayoría de la India- quienes algunos por videoconferencia compartían este mágico espectáculo con sus familias.

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Suavemente abandonábamos el piso. ¿Vértigo? ¿Miedo? ¿Nauseas? No estaban en mi mente. Las sigilosas maniobras del piloto te hacen olvidarlo. Todo lo que importaba era que estamos flotando y el resto del mundo solo se movía debajo de nosotros.

Memet, el piloto, cautelosamente, movía el globo por diferentes sitios para poder apreciar el Valle del Amor, subía casi 800 metros de altura y en un momento incluso la disminuyó para acercarnos a una pareja que estaba casándose. Sus 9 años de experiencia en globos y 4 como piloto de avión nos daba la seguridad de que no habría fallas.

Así fue como una hora viajando entra las nubes, un aterrizaje perfecto encima de un remolque, una copa de champagne para brindar por esta experiencia, un diploma por la hazaña y la satisfacción de haberlo logrado fueron el cierre de esta inolvidable experiencia, la que me hizo sentir que flotaba por varios días.

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Para anotar:

  • Capadocia tiene dos aeropuertos: Kayseri y Nevsehir. El primero a hora y media y el segundo a 45 min. Los hoteles ofrecen servicios de traslados.
  • Los precios del paseo en el globo aerostático varia entre 180-250 dólares, dependiendo de la capacidad de la canasta y del tiempo que puede ser de 60 a 90 minutos.
  • Los paseos se desarrollan todo el año pero la mejor temporada es de abril a junio y septiembre a noviembre.
  • La oferta de hoteles es amplia con todo tipo de acomodaciones. Los mejores son los que están en las cuevas.

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A BALCONY AMONG CAPPADOCIA’S CLOUDS

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I was a bird. Slowly flying over the valley. At times I descended and drew near the rock formations that resembled giant mushrooms. The sun began to see me little by little—rising up—even though the dense clouds tried to hide it. The sky lit up with its blue, yellow and pink tones.

My way was marked by a gentle breeze that caressed me. Suddenly, the noise of the burner brought me back to reality. I was not a bird. I only had a privileged view from a balcony among the clouds, connected to a gigantic hot air balloon.

I wasn’t alone. In my basket 18 tourists and two pilots stayed with me. In the sky more than 2,000 others shared my extraordinary experience in this hot air balloon festival.

Cappadocia at 6 am

Where? Cappadocia in central Turkey. It’s a site with surreal landscapes and unique geological formations, the product volcanic activity and erosion. With many dovecotes in the rock formations along with ravines, you’ll even find vineyards.

This region is considered one of the most famous in the world for its daily hot air balloon festival, since the weather conditions are “almost” always good. The pilots of the 150 balloons are able to drive through the air with great precision. I say “almost” because the very day of my tour(along with the previous day) all flights were suspended due to bad weather.

This is how my adventure—which I had planned for six months—began, with the most discouraging news. As soon as I landed at the Kayseri airport I received an email notification.   The news of my hot air balloon tour cancellation and the unavailability of any tour flights for the next day left me helpless. Getting to this balcony among the clouds had become a impossible mission.

Frustration and disappointment lingered and didn’t allow me to fully appreciate the magical landscape of such a historic valley that I had encountered. I recognize that. I’m obsessive and particular about my travel experiences. However, the next day I took a tour to the villages of Goreme, Avano, Urgup and Uchisar throughout the Cappadocia region.

I found impressive chapels and churches inside caves with almost intact paintings that captured the life and crucifixion of Jesus from the fourth century. It was part of the Open-Air Museum of Goreme. Cappadocia is an ancient area, where the first Christians hid inside the caves due to the persecution of soldiers from the Roman Empire.

Cappadocia was molded by mother nature. The volcanic eruptions of millions of years ago added to erosion created these lunar landscapes. Among the Fairy Chimneys are the Castle of Uchisar, the Love Valley, Pigeon Valley and Imaginary Valley (Devrent Valley) where you can see the rock formations cast different silhouettes like mushrooms, hats or animals shapes, unlike any other place.

The locals make the area more welcoming for the tourists: swings adorn the area for the playful, trees are decorated with ceramic pots and blue eyes that repel bad vibes, souvenir shops, ice cream vendors that put on a performance while they serve you delicious ice cream and camels ready for you to hop on for perfect picture.

Taking in all what Cappadocia had to offer made me understand that the site was not just about the hot air balloon rides. Many tourists with a fear of heights don’t include it in their agenda and are enriched regardless. That said, I wasn’t about to give up on finding another hot air balloon tour. I knocked on the doors of at least 20 agencies, and I messaged a lot of pilots and tour guides on Instagram. I still couldn’t believe it. Everybody had the same answer: “There’s no openings.”

Mustafa Budak, the manager of the Hot Air Balloon Cappadocia travel agency, offered me an alternative tour. A behind the scenes intimate look of the balloon setup process before takeoff from the best possible vantage point to see all the airborne balloons in the region. My sister, a Mexican couple and I had no other choice but to accept.

The day arrived. The clock marked 3:45 a.m. and the sound of a mosque’s call to prayer woke us up. It’s never been so easy for me to get up as it was then. Immediately, Mustafa took us to an open field. Dozens of cars with baskets and tour buses were approaching.

It was dark but you could see the balloons. They looked like multicolored whales. As the minutes passed they took their giant forms with fire-heated air from the burner. Excited tourists cheered as they boarded these air cetaceans.

With the first rays of light, the balloons began to levitate. Around me about 50 stood at the same time. It was impossible not to cry because of a mix of feelings I had. They were leaving without me.

“Jessica there is only one space in the last balloon!” I was shocked by what I heard. That spot was really mine. My hands were shaking as I climbed into the basket. This ecstasy I had was shared by all tourists in our basket. Most were from India, some of whom shared this magical experience with their families via video chat.

We lifted gently off the ground. Vertigo? Fear? Motion-sickness? They were not on my mind at all. Smooth maneuvering by the pilot makes you forget such things. All that mattered was that we were floating while the rest of the world just moved below us.

Memet, the pilot, carefully steered the hot air balloon through different areas that let us fully appreciate Love Valley. We went as high as almost 800 meters and descended near enough to pass a couple who was getting married on a canyon ledge. His 9 years of experience in ballooning and 4yrs as an airplane pilot gave us the assurance that there would be no mistakes.

An hour traveling through the clouds, a perfect landing on a trailer-bed, a glass of champagne to toast this experience, the recognition of personal accomplishment and the satisfaction of a goal realized signaled the closing of this unforgettable experience, which left floating for several days.

TO NOTE:

  • Cappadocia has two airports: Kayseri and Nevsehir. The first is an hour and a half and the second at 45 min. Hotels offer transfer services.
  • The prices of the ride in the hot air balloon vary between 180-250 dollars, depending on the capacity of the basket and the time that can be from 60 to 90 minutes.
  • The best season to ride the balloons is from April to June and September to November.
  • The hotel offer is wide with all kinds of accommodations. The best are the ones in the caves.

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ISTANBUL: TURKEY’S TREASURE

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Asian and European; Catholic, Muslim and Jewish; Byzantine, Roman and Ottoman; Chaotic, dense and calm; Ancient and cosmopolitan… This is Istanbul, a city with more history, culture, personality, and contrast than most of the world.

Istanbul’s streets are fragrant with the smell of corn and chestnuts. The city displays a mosaic of colors in its mosques, women’s veils, and beautiful lamps. From the stores and restaurants, one can hear sensual music, and its favorite flavors are the pistachio for the famous baklava, and apple for its tea.

I stopped first in this city before my trip to Cappadocia. Honestly, I thought two days would be enough. What a huge mistake! I had not realized how enormous Istanbul was, full of mosques, temples, museum, markets, towers… and with population of 15 million people!

But wait! When one first arrives, the overpopulation, the noise, the chaos, the language, and the 95-degree heat is the worst welcoming combination. At least it was for me.  After traveling on a bus for 90 minutes, and being scammed by a taxi driver who charged me a looot more money for the ride, I would say I kind of freaked out. OMG! Where did I arrive? Will I be safe? These were the questions that I kept repeating in my mind while waiting for my room.

“Don’t be afraid,” the receptionist told me, as he opened the big city map. After enlightening me of the landmarks and places to go, he emphasized that I would be safe and wouldn’t regret coming.

So I followed his advice, and started my short adventure to ancient Constantinople. And seriously, I had to hurry up! At that time, I only had day and a half.

One more time, it’s true! Don’t believe in first impressions. Once I was out of my hotel, I began to realize how beautiful the neighborhood, Sultanahmet, was. It was full of colors, with little streets, restaurants, cats, dogs… and the view of the two most important landmarks: Blue Mosque and Hagia Sofia church.

Hagia Sofia or Ayasofya

Two medallions in Arabic, dedicated to Ala and the prophet Muhammad, made me bristle. They were right next to Jesus Christ in the arms of the Virgin Mary. Was this the church where the first fusion of cultures and creeds was observed?

In the 3rd Century, it was first a Byzantine Orthodox Cathedral, then it became Catholic. In 1453, with the Ottoman conquest, it became a mosque, and only in 1935 did it finally become a museum.

Hagia Sofia is an architectural jewel, composed of an altar and magnificent chandeliers. It holds marble pillars from the Ottoman era, eight huge medallions with Arabic calligraphy, tiles, Byzantine mosaics, imposing columns, a huge dome and stained glass windows. All together they caused a visual ecstasy.

Its entrance is 60 lira, equivalent to 10 US dollars. And you can completely explore it in two hours.

Bosphorus by ferry

The sunset was approaching. I had read that the best view was from the Bosphorus, the strait where Asia and Europe shake hands. There was only a short time to choose a cruise. The simplest option was a ferry to cross to the other continent: the Asian district of Uskudar.

Ferries departed every 20 minutes and the ticket was less than 1 US dollar. They were spacious and comfortable. On the trip, the seagulls escorted us. It was the best place for a panoramic photo of the city, where the illuminated mosques, the lighthouses, the bridge, and the Galata Tower were framed.

Once back, it would have been unforgivable not to dine on one of the terraces along the Bosphorus and under the Galata bridge. Dozens of Turks would use their skills to convince us to stay in their restaurant.

The Blue Mosque

8 a.m.! I had few hours left to finish this journey. I went quickly to the Blue Mosque, the symbol of Muslim beauty and an icon of Turkey.

Also known as the Sultan Ahmed Mosque, the outside had an ascending staircase of domes and semi-domes that ended with a larger one. Inside, it was covered by 20 thousand handmade blue colored tiles.

The light entered through its 200 windows, and was decorated with verses of the Koran.  The floor was covered with well-preserved carpets, of course you must enter without shoes and your head must be covered. Only Muslims have access to the prayer area, so the route can be short. The entrance was free.

The Topkapi Palace

The history and treasures of the Otoman Empire, which lasted about 500 years, were in the Topkapi Palace. It was giant, and its rooms portrayed the richness and extravagance of the sultans. There were rooms for their harems, their libraries, and their artillery. The imperial dagger was wielded with gold and emeralds. The palace also holds the fourth largest diamond in the world.

The Grand Bazaar

My favorite moment of the trip had arrived: shopping. How does one not to go crazy among the near 4,000 stores that encompass the Grand Bazaar? It’s impossible not to get lost among lamps, chandeliers, carpets, cushions, plates, cups, scarves, wallets, bags, jewelry…

It’s a mixture of the traditional, like amulets with eyes, and the modern, like the replicas of shoes, purses, and clothing, such as Chanel, Gucci, Versace and Louis Vuitton.

I wanted everything! And, with every step I took, the vendors didn’t make it easy for me. They tried to get my attention by inviting me for an apple tea, and trying to convince me to buy what I didn’t need.

In the Grand Bazaar, the bargaining culture was a priority. I squeezed that skill until I bought a bag, in which I was asked for 1,500 lire and finally paid only 500.

Galata Tower

The night came to Istanbul. Too late to go up to the viewpoint of the highest tower in Istanbul: the Galata, located in the European district Beyoglu. But, it was early enough to tour the immediate area.

Its streets were narrow and, being a hill, you had to climb stairs. Upon arrival, the imposing medieval tower welcomed me with illuminated blue and orange colors.

Around it, music, art and traditional dishes merged. Inevitably, I delighted in the traditional sweet baklava and my last Turkish tea in this city. All the while contemplating the magnitude of the tower.

To return to the hotel in Sultanahmet, the fastest way was with the tram. It is safe, convenient and the ticket was worth less than 1 USD. Of course, I would be lying if I said that I understood how the ‘Istanbulkart’ worked. The directions were in Turkish, but I was lucky that there was always someone willing to help me.

This was how, and almost without feeling in my feet, I squeezed out my two days in this monumental city. I failed to reach the Egyptian Bazaar, the Asian neighborhoods, the history museum, or the other mosques. They will be the reminder that I must return someday. With more time and with more bags to take all the lamps with me.

Hagia Sofia

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Estambul: El tesoro de Turquía

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Asiática y europea; Católica, Musulmana y Judía; Bizantina, Romana y Otomano; caótica, densa y serena; antigua y cosmopolita… Así es Estambul, una de las ciudades con más historia, personalidad y contraste del mundo.

Estambul tiene olor a castañas y maíz; con el colorido de sus mezquitas, de los velos de las mujeres y las lámparas; y en sus calles se escucha la música sensual del cantante Tarkan. Posee un sabor a pistacho por su ‘baklava’ y a manzana por su famoso té turco.

Esta ciudad fue mi sitio estratégico en Turquía antes de Capadocia. Para ser honesta solo planifiqué mi estadía por dos días. ¡Qué gran error! No contemplé que la ciudad era gigantesca, colmada de palacios, mezquitas, museos, torres y mercados, y con una población de 15 millones.

Al salir del aeropuerto, su sobrepoblación, el desconocimiento del  idioma y los casi 40 grados de temperatura podrían ser la peor combinación para una bienvenida. Al menos lo fue para mí. Luego una hora y media en bus hasta llegar a la ciudad y de haber sido estafada por un taxista estaba un poco alarmada. ¿Dónde me fui a meter? Era una pregunta que se repetía en mi cabeza, mientras esperaba por mi habitación.

“No te asustes”, dijo el recepcionista mientras abría el inmenso mapa de Estambul. Luego explicarme los sitios para visitar, me recalcó que la ciudad es segura y no me defraudará. 

Seguí sus consejos y comencé esta “breve” aventura por la antigua Constantinopla. ¡Cortísima!  A esa hora solo me quedaba día y medio para recorrerla.

Nunca creas en la primera impresión. Sé que suena a lugar común, pero en este caso es totalmente cierto. Mi hotel quedaba en Sultanahmet, el barrio más antiguo de Estambul. Super colorido, con calles empedradas y con decenas de restaurantes. A tres cuadras estaba frente a dos de los más hermosos, impresionantes y emblemáticos sitios del mundo: Santa Sofía y la Mezquita Azul.

Santa Sofía, Hagia Sofia o Ayasofya

Dos medallones con caligrafía árabe dedicados a Alá y Mahoma junto a la imagen de Jesucristo en los brazos de la Virgen María me hicieron erizar. Es que en Santa Sofía o iglesia de la Santa Sabiduría  se observa la primera fusión de culturas y credos de la ciudad.

En el siglo III fue la primera catedral ortodoxa bizantina, luego católica. En 1453 con la conquista Otomana paso a ser una mezquita y recién en el año 1935 se convirtió en un museo.

Santa Sofía es  una joya arquitectónica compuesta de un altar y sus magníficos candelabros; sus pilares de mármol de la época otomana, los ocho enormes medallones con caligrafía árabe, los azulejos, los mosaicos bizantinos, las imponentes columnas, su enorme cúpula y los vitrales. Todo junto te provocan un éxtasis visual.

Su entrada es de 60 liras, equivalente a 10 USD. Y perfectamente puedes recorrerla en dos horas.

El Bósforo en bote

La hora de la caída del sol se acercaba. Había leído que la mejor vista era desde el Bósforo, el estrecho donde Asia y Europa se dan la mano. El tiempo era corto para elegir un crucero. La opción más sencilla fue un ferry para cruzar al otro continente: el barrio asiático Uskudar.

Los ferry parten cada 20 minutos y el ticket menos de 1 USD. Son amplios y cómodos. En el viaje las gaviotas nos escoltaban y era el mejor sitio para una foto panorámica de la ciudad, donde la enmarcan las mezquitas iluminadas, los faros, el puente y la Torre Gálata.

Ya de vuelta es imperdonable no cenar una de las terrazas a lo largo del Bósforo y debajo del puente Gálata. Decenas de turcos usarán sus habilidades para convencerte de que te quedes en  su restaurante.

La Mezquita Azul

¡8 am! Me quedaban pocas horas para terminar esta travesía. Rápidamente fui a la Mezquita Azul, el símbolo de la belleza musulmana e ícono de Turquía.

Por fuera, la también conocida Mezquita de Sultán Ahmed, tiene una escalera ascendentes de cúpulas y semicúpulas que terminan con una más grande y por dentro está recubierto por 20 mil azulejos hechos a mano donde el color azul prima.

La luz entra a través de 200 ventanas, su decoración tiene versos del Corán y el suelo está cubierto de alfombras bien conservadas, claro debes entrar sin zapatos y cubierta. Solo los musulmanes tiene acceso al área de oración, por lo que el recorrido puede ser corto. Su entrada es gratis.

El Palacio de Topkapi  

La historia y los tesoros del Imperio Otomán -que duró alrededor de 500 años- se encuentran en el Palacio Topkapi. Es gigante pero que mejor que enriquecerse al ver las habitaciones de los sultanes, quienes tenían su harén; sus bibliotecas, su artillería y sus joyas como la daga imperial empuñada  con oro y esmeraldas; y el cuarto diamante más grande del mundo.  La entrada vale 12 USD

El Gran Bazar

Llego el momento favorito del viaje: el del ‘shopping’. Cómo no volverse loca entre las casi 4 mil  tiendas que conforman el Gran Bazar. Imposible no perderse entre lámparas, candelabros, alfombras, cojines, platos, tazas, pañuelos, carteras, joyas…

Es una mezcla de lo tradicional como amuletos con ojos y lo moderno como las réplicas de zapatos, carteras y ropa Chanel, Gucci, Versace o Louis Vuitton.

¡Lo quería  todo! Y, en cada paso que das, los vendedores no me lo hacían fácil y  trataban de llamar mi atención, brindarme té de manzana  y  convencerme (en español) de comprar hasta lo que no necesitaba.

En el Gran Bazar la cultura del regateo debe ser prioridad. Esa habilidad la exprimí hasta salir corriendo de comprar una cartera en la que me pedían 1,500 liras y finalmente pagué solo 500.

La Torre Gálata

Llegó la noche en Estambul. Muy tarde para subir al mirador de la torre más alta de Estambul: el Gálata, ubicado en el barrio europeo Beyoglu . Pero, temprano para recorrer la zona.

Sus calles son estrechas y al ser una colina hay que subir escalinatas. Al llegar, la imponente torre medieval te recibe iluminada con colores azules y naranjas.

A su alrededor se fusionaba la música, el arte y los platos tradicionales. Inevitable  no deleitarse con el tradicional dulce, baklava, y mi último té turco en esta ciudad, mientras contemplo la magnitud de la torre.

Para regresar al hotel en Sultanahmet, el camino más rápido fue con el tranvía. Es seguro, cómodo y la tarjeta vale menos de 1 USD. Eso sí, mentiría si digo que entendí como funcionaban las  ‘Istanbulkart’. Las indicaciones estaban en turco, pero tuve la suerte que siempre había alguien dispuesto a ayudarme.

De este manera y casi sin sentir mis pies le saqué el jugo a mis dos días en esta monumental ciudad.  No logré llegar al Bazar Egipcio, ni a los barrios asiáticos, ni al museo de historia o las otras mezquitas. Ese será el recordatorio de que debo volver. Con más tiempo y con más maletas para llevarme todas las lámparas.

Santa Sofia
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Martinique: The French Secret

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Three years ago, I had no idea about Martinique. After my friend told me about her plans to travel there, I decided google it. Its part of the French Antilles.

Wow! I had completely forgotten about them even though I was one the best students in geography.

In January, Martinique was back on my mind this time when I was looking for tickets to get away from the freezer-like weather in New York.

The Dominican Republic, Barbados and Mexico were options, but the idea to go to an almost unknown part of Caribbean was for me more alluring and also because the island was unfamiliar to my friends, family and coworkers. They even thought it was in the Mediterranean Sea.                    

Martinique is a little island thats part of France with a pinch of Caribbean sensuality, and of course the utopian beaches.                       

I arrived at night, to what is also known as The Flower Island, and the tiny roadways, the advertisements and even the car license plates reminded me of the little towns in Europe. Not to mention, the currency is also the Euro, and the language is French. Although, within the first few days I heard more people speaking in their local Martinique creole.  

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The population in Sainte-Anne as the rest of Martinique is mostly Catholic. There is one church at the square of every town.

When I reached the southern part to the island to the town of Sainte-Anne, all comparisons stopped.

The tropical weather, the sea breeze, the smell of the aged rum, the fishing boats, the yachts and the sound of the live musical bands brought Martiniques Caribbean atmosphere to life.

Martinique is a volcanic island in the Lesser Antilles. Mount Pelée is an active volcano north of the island. Hiking to the top must be included in your to-do list. But in my case, as always, the beach was calling me. So my first stop was the most famous and beautiful one of Martinique: Les Salines.

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Les Salines is located at the Southwest of the island. Almost 2 hours away from the Capital, Fort de France.

Every corner was picturesque like a post card. Its flanked by the typical tilted palm trees, surrounded by fine white sand and a warm turquoise sea. There arent any hotels or resorts around. Just a few restaurants and souvenir kiosks. Les Salines has such a quiet and peaceful atmosphere.

Its most touristy beach is Le Diamant, The Diamond. Its wide and rests on a bay framed by rocky and green hills, and from the south the beach has the shape of a woman lying down. Right in front of the beach, in the middle of the Caribbean Sea, theres a giant volcanic rock thats perfect for diving or enjoying the wildlife scenery.

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The rock is a volcanic plug , a remnant of the strong volcanic activity.
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These 15 figures commemorates the fate of the scores of slaves who lost their lives in a shipwreck off the coast here in 1830.

Anse Dufour, Cove of Dufour, is north of Le Diamant and the most charming beach. Its next to an inlet sheltered by some rocky mountains, and the sunsets there are the most magical and breathtaking of the island.

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Anse Dufour

On the other side of the island, facing the Atlantic Ocean, the town of Le Robert offers tours to enjoy the little islets were you can wade way out into the middle of the ocean and the water level is still below your knees.

Yaaaaasssss! 

Everyday my adventure in Martinique was to discover new beaches and bask in the sun while chasing sunsets. I was looking for better places to enjoy each of these favorite moments of the day. It didn’t even matter if I had to enjoy it from an old cemetery, like I did in Sainte-Anne.

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It was in this small townwith a population of no more than 4,000where I stayed for almost a week.

Sainte-Anne like the rest of Martinique doesn’t have a massive tourism. Rarely will you meet tourists. Instead, it is a retirement destination for expats.

However, the people there are so inviting that it makes you feel like local as soon you get there. Its in the small moments like going to the bakery for a fresh and hot baguette, or being in line to get some of the famous street food -shrimp o codfish fritters, or when you go after a party to the only food place thats open after midnight. You will feel like a part of the community.

And its in this last place, Cap Crêpes, where the owner Charles gives you a the warmest welcome. While you wait for your crêpes, he lets you play your music in his speakers and offers the best kinds of rum or local beers.

Speaking about rum, this particular spirit is a big reason for many peoples journey to Martinique. Along the highways you will see all the sugar cane fields and distilleries where the tourists can stop to visit and sample the best batch of the house. At restaurants or on the beach, they offer the signature cocktail, the Ti Punch, which is rum, sugar and lime.

And for your information: zero hangover.

Martinique is one of the best kept secrets of the Caribbean and France. Its a beautiful place for vacation with family, friends or retirementor to just enjoy a simple, pleasant and uncomplicated way of life where the only thing you need is your bikini, tanning lotion, a camera and of course a glass of aged rum.  

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Martinica: Un secreto francés en El Caribe

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Honestamente, hace 3 años no tenía idea dónde quedaba Martinica. Luego de que una amiga me comentara sus planes de viajar, decidí abrir Google.  ¡Era parte de las Antillas Francesas!  Me había olvidado completamente que existían y eso que fui una de las mejores estudiantes de geografía.

En enero, una vez más Martinica volvió a mi mente. Esta vez mientras buscaba vuelos para escapar del frío neoyorkino. República Dominicana, Barbados y México eran otras opciones, pero la idea de ir al Caribe que pocos conocen me atraía mucho más. Y lo digo porque amigos, familia y compañeros de trabajo también la desconocían. Incluso, apostaban que estaba en el Mediterráneo.

Martinica es un pedacito de Francia, con un toque de sensualidad caribeña y por supuesto playas paradisiacas.

Cuando llegué a la también conocida “Isla de las Flores”, por la noche, las diminutas carreteras con rotondas, las placas de los carros y los letreros publicitarios me transportaban a los pueblos europeos. Sin contar su moneda, el euro, y su idioma, el francés. Aunque con los días, escuchaba a muchos locales conversar en su lengua nativa, el criollo martiniqués o ‘créole’.

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Su población es en su mayoría católica. Cada comuna conserva su iglesia en la plaza principal.

Al arribar a ‘Saint Anne’ o Santa Ana, al sur de la isla, se acabaron las comparaciones. Su clima tropical, la brisa del mar, el olor del ron añejo, las embarcaciones pesqueras, los yates y los sonidos de las bandas musicales eran suficientes para sentir y formar parte de esa atmósfera caribeña.

Martinica es una isla volcánica en el archipiélago de las Antillas. En el norte, el Monte Pelee es su volcán activo y su excursión debe estar en la lista de “cosas por hacer”.

En mi caso, definitivamente la playa me llamaba y mi parada fue la más famosa y hermosa de Martinica: ‘Les Salines’ o Salinas. Cada rincón es una postal. Lo bordean las palmeras inclinadas, su arena fina y blanca; y el mar cálido color turquesa.

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‘Le Salines’ o Salinas está ubicado al suroeste de la isla.

‘Les Salines’ tiene un ambiente de paz y tranquilidad. No hay hoteles. Solo restaurantes pequeños y kioscos con ‘souvenirs’, carteras, pareos, vestidos…

Pero, su playa más turística es Diamante o ‘Le Diamant’.  Es ancha y descansa sobre una bahía enmarcada en rocosas y verdes colinas, que desde el sur se observa como la forma de una mujer acostada. Al frente y en medio del Mar Caribe, una roca volcánica de 175 metros de altura es ideal para bucear y disfrutar la fauna marina.

‘Anse Dufour’, al norte de Diamante es una de las más encantadoras. Al ser una ensenada, su caída de sol es uno de los más mágicos y espectaculares de la isla.  Del otro lado de la isla, ya en el océano Atlántico también está ‘Lé Robert’, con el tour de los islotes.

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‘Anse Dufour’

Sí, mi aventura en Martinica consistía en disfrutar nuevas playas y deleitarme en mi hora favorita: la del ‘sunset’, buscando locaciones para tener la mejor vista. Sin importar que fuera hasta en el cementerio, como en ‘Saint Anne’.

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Y fue en esa pequeña comuna, de no más de 4.000 habitantes, donde me hospedé por casi una semana. ‘Saint Anne’ al igual que el resto de Martinica no tiene un turismo masivo, no se observa con frecuencia  americanos o latinos. En cambio, en un sitio de retiro para los europeos. Lo que lo convierte aún más pacífico.

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Uno de los platos tradicionales de Martinica son las frituras o ‘Accras’. Las hay de vegetales, mariscos o pescado.

Pero, es tan cálido que te hace sentir local desde que la pisas, en especial cuando entras a la panadería por el fresco y caliente pan ‘baguette’, haces fila para probar los famosos ‘accras’ o frituras bacalao y camarón o cuando en la noche luego de bailar te sientas en el único sitio que no tiene hora de cierre la crepería de Charles.

Mientras esperas por tus crepes, Charles te presta su equipo de sonido para que pongas tu música favorita. Para mi buena suerte era uno de los pocos (por no decir el único que hablaba español). Su alegría y su buena energía es contagiosa y con él, el ron y la cerveza local Lorraine nunca  faltó. Así el resto del pueblo esté apagado.

Así es que en Martinica el ron forma parte de la rutina diaria. A lo largo de las carreteras están los sembríos de caña de azúcar junto a las destilerías donde uno puede hacer una pequeña parada de degustar las diferentes variaciones de éste espíritu caribeño. En la calle, playa y restaurantes el famoso ‘ti punch’ (ron, azúcar y limón) es la estrella y la firma de la isla. Y para anotarlo. Cero resaca.

Martinica es el secreto mejor guardado de los franceses. Es su sitio para retirarse o vacacionar en familia. Para disfrutar de lo simple y plácido que puede convertirse la vida, donde lo único que necesitas es tu bikini, bronceador, una cámara fotográfica y un buen vaso de ron.

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Por la autopista US 89: Utah y Arizona

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El Parque Nacional Zion resplandecía con sus colores rojizos, rosados, anaranjados y amarillos. Su paisaje rocoso y semidesértico era la puerta de entrada al estado de Utah, en el oeste de Estados Unidos. Al conducir, era como estar inmerso en un parque temático de la naturaleza.

Así fue como inicié mi travesía en carro “road trip” por el oeste del país. Luego de 10 años viviendo en Nueva York, era tiempo de explorar esos espectaculares parques nacionales, aún habitados por comunidades de  indios americanos. Manejando desde Las Vegas, Nevada y tomando la ruta 89, visité 4 sitios. Zion, Cañón del Antílope​​ (Antelope Canyon), la Curva de la Herradura (Horseshoe bend) y el Lago Powell.

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Springdale, es el pueblo más cercano al Parque Nacional de Zion

Imponentes muros, que forman parte del cañón; majestuosa topografía, colinas, desfiladeros, altos precipicios, miradores, riachuelos, lagos, estanques, pantanos, desierto… Eso es Zion. Si eres amante de la naturaleza y de acampar, recorrerlo completamente requerirá de al menos 5 días.

El parque tiene 15 senderos con caminatas fáciles, moderadas e intensas. Los buses gratuitos te llevan desde el parqueadero hasta el comienzo de cada trayecto. En mi caso elegí ‘Canyon Overlook’. Es el único lugar en el que puedes parquear el vehículo en un punto cercano.

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La experiencia es fascinante. Parte del camino es tallado sobre las piedra, hay abismos en los que debes agarrarte de la sogas y subidas sobre rocas. El calor de julio, intenso. Pero con agua, ropa cómoda y gorra llegarás en una hora al punto panorámico, donde las montañas se entrelazan y le dan forma al cañón.

‘Narrows’ es la más famosa y difícil porque caminas por el río Virgin y el trayecto es de 8 horas. En cambio, ‘Angels Landing’ es el “estrella”, apta para los que no sufren de vértigo. Por tiempo no pude completar otro sendero porque debía manejar tres horas hasta llegar al pueblo de Page, cercano a mi siguiente punto. Antílope.

Cañón del Antílope o ‘Antelope Canyon’

Ubicado dentro del desierto en el estado de Arizona, para los indios Navajos, Antílope es su sitio espiritual, en el que ellos sienten esa armonía con la naturaleza.

Este cañón, con curvaturas en sus paredes, es sin duda uno de los sitios más fotografiados y visitados del país. Debido a su delgadez, la luz que penetra a la roca arenisca le da unos tonos naranja, amarillo y rojo espectaculares.

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El cañón alto tiene hasta 40 metros de altura.

Solo se puede ingresar con un tour dirigido por Los Navajos. La mejor hora por su luz, 12pm. Conseguir esos tickets, misión casi imposible. Hay que comprarlos con semanas de anticipación.

Con suerte conseguí para las 11am. Durante la espera, el calor, una vez más, era intenso. Luego una camioneta nos llevó  por una ruta de arena hasta el Antílope Alto, donde ya la marejada de turistas hacía línea para ingresar.

Adentro la atmósfera era única. Mágica. A medida que acercaba el mediodía, Antílope tenía una  fusión  de luces y sombras. En ciertos espacios era como estar dentro de la cueva. Tomarse fotos era desafiante por la cantidad de turistas y la estrechez del cañón. Y, se suma la forma del sitio porque no es circular.

Luego de una hora entre este fantástico juego de colores, la siguiente parada era a 15 minutos. La Curva de la Herradura (Horseshoe bend).

Mi favorito. La vista natural más espectacular de US. Es como un lienzo. La altura del cañón, Glen, y el perfecto meandro rodeado por el rio Colorado (400m. de altura), te erizará  la piel y te dejará sin aliento.

La ruta desde el parqueadero hasta el borde, es muy corta. 15 minutos. Pero, al ser desierto y con la temperatura de 42 grados, hay decenas de letreros aconsejando llevar mucha agua y protección solar. Y, tienen razón porque a los 5 minutos era difícil hasta respirar y caminar.

Una vez en el mirador, solo hay que disfrutar de la vista. Llenarse de energía y fotografiar cada rincón. Los más arriesgados se acercaban al limite para conseguir el retrato perfecto. La mejor hora. La caída del sol.

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Una vez culminada esta travesía, regresaba a Las Vegas. Pero un letrero de entrada al Lago Powell captó mi atención. Decenas de carros-casa estaban parqueados a lo largo del lago artificial. Al ver el agua cristalina y con la temperatura tan alta, era imposible no sumergirse antes de regresar a Nevada.

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El lago Powell se ubica entre Arizona y Utah.

Datos:

  • La entrada a Zion es de 35 USD por vehículo. El pase dura hasta una semana.
  • No hay muchos pueblos cercanos. Las mejores opciones son Springdale (cerca de Zion) y Page ( Antílope).
  • Antílope tiene dos cañones. Alto y bajo. La mejor vista es el primero. La entrada vale 60USD adultos. 30USD niños. Solo se puede pagar en efectivo.
  • Los aeropuertos cercanos a estos sitios son el del Las Vegas, Nevadas y el de Phoenix, Arizona.
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Bali, un mito para los viajeros

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El año pasado me sumergí en el archipiélago más grande del planeta y dentro de las cerca de 17,500 islas que conforman Indonesia, llegué a Bali.

Lo admito. Agregué a Bali en mi lista luego de regresar de la isla  Ko Phi Phi en Tailandia, leer el libro ‘Come, reza y ama’, cautivarme con las fotos de una amiga en un columpio contemplando una espectacular caída de sol y por el bombardeo mediático en redes sociales.

En el libro, la escritora Elizabeth Gilbert recreaba una isla tranquila con tradiciones milenarias, donde los turistas llegan en busca de esa “paz” espiritual. Su tapiz eran los verdes arrozales y sus playas turquesas.

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Pero la vida en Bali es una contradicción. Si bien es conocida por sus playas vírgenes y paradisiacas, a menos que te alojes en los lujosos hotels también hay áreas en las que te sumerges a nadar en medio de plásticos y la contaminación es visible.

La isla es un santuario Hindú, el único dentro de un país  musulmán. Sus ciudades principales Kuta y Ubud, en cambio, tienen un caótico tráfico y una marejada de turistas. Y, cuando digo tráfico me refiero a permanecer una hora y media en el carro por una distancia de 10 km.

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En el centro de Ubud

A diferencia de Tailandia, no hay templos con budas de oro, sino casas con altar. Cada mañana, los balineses ofrecen flores, arroz, comida e incienso a los dioses y espíritus de sus antepasados para pedirles protección contra los demonios.

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Y, por la tarde, las mujeres fabrican nuevas ofrendas con hojas y flores para dejar en las veredas al otro día. Estos cuadraditos de colores no duran más que una par de horas. Muchas ofrendas mueren bajo las motos, otras son aplastadas por los peatones, caen al río o quedan en la basura.

Bali genera expectativas. Es una isla gigante y para conocerla a fondo mis 5 días no fueron nada.  Así que al menos puedo sugerir 6 sitios para conocer si te atreves a vivir la aventura balinesa.

1.-Tirta Empul

Este templo fue construido en el año 926 d.C. durante la dinastía Warmadewa, es un lugar de peregrinación para los balineses ya que la leyenda cuenta que sus 12 fuentes tienen poderes curativos. Su precio es de 1USD. Incluso puedes bañarte entre los peces.

2.- Pura Ulun Danu Batur “El Templo del Lago”

Es la postal de Bali. Un templo con diferentes tejados que emerge de las aguas de un lago volcánico con un marco montañoso. Está dedicado a la diosa Dewi Danu, encargada de proteger el área como símbolo de fertilidad y prosperidad. Su precio es de USD 4

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3.-Ubud

Es una ciudad con mucho encanto en el centro de la isla. Para llegar pasarás por los arrozales. Se volvió famosa entre los turistas por el libro y la película Come, Reza y Ama. Por eso es parada obligatoria la casa (que ahora es un hostal) del sabio balinés  Ketut Liyer.

Aunque el curandero murió hace un par de años, su hijo hace lecturas de la palma de la mano, debido a las decenas de turistas que tocan su puerta y desean vivir la experiencia de la escritora y de la actriz Julia Roberts.

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4.-Monkey Forest, reserva de monos en Ubud

Es una reserva natural. Más de 340 monos  ‘macacos’ de cola larga viven en este bosque y campan a sus anchas por los senderos y árboles del recinto. Ten cuidado porque arranchan todo lo que tengas en la mano o aretes, gafas, carteras. La entrada a este templo cuesta 1.50 USD por persona

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5.- El mercado de Ubud

Máscaras de madera, carteras, sarongs (pareos), vestidos y recuerdos del viaje, es un mercado de dos pisos donde regateando comprarás todo a buen precio.

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6.- Dia de playa

Escapa del tráfico de la isla. Relájate todo el día en uno de los clubs privados a lo largo de la playa de Kuta. Mi favorito fue Potatoe Head. Una cama con vista al mar. El bar adentro de la piscina. Mojitos hasta ver la caida del sol.

Los columpios de la isla Gili Trawangan

Al planificar mi viaje me di cuenta que la caída de sol con los columpios que ví en las fotos, fueron en una de las tres islas Gili. Así que tome el ferry y en 3 horas llegué a esta playa que literal te tomará una hora darle la vuelta completa a pie y 15 minutos en el único medio de transporte. Los caballos.

Gili Trawangan al igual que el resto de Indonesia su población es musulmana. No decoraciones, ni ofrendas y solo se escuchaba por los parlantes los rezos provenientes de la  mezquita. Y, aunque pensé que la isla era  menos habitada, mi sorpresa fue ver la cantidad de turistas en busca de fiestas.

Luego de la lluvia y casi al final de la tarde llegué al sitio donde muchos se alistaban para disfrutar el espectáculo. A lo largo de la playa encontrarás decenas de columpios que forman parte de los hoteles y restaurantes del área.

Así fue que en uno de estos y con la gama de colores pasteles en el cielo disfruté mi último día en las playas de Indonesia.

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Ten years of journey

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It’s October 2nd. Your suitcase is ready. You still don’t know if the return will be in 6 months or in a couple of years. Worried? I know. You forgot to give the I94 back that day when you came back home in June. Well, that paper will change your plans. Don’t forget to bring the ID of the magazine.

Hey, it’s you. 10 years older, 10 pounds heavier and 10 thousand grey hair. Couple wrinkles, but I can tell, still looks like the old you.

Why am I writing to you? Just nostalgia. I miss writing. No, you will never go back to journalism as you hope to right now and I want to apologize. Your perspectives and priorities have been changed in all these years. But, good news. Finally, after studying in three schools, you speak English. Of course still afraid to talk on the phone.

New York is difficult. VERY. That is aggressive, intense, fascinating, noisy and extremely demanding, yes, like no other city in the world. Your life will be a challenge, full of ups and downs like a roller-coaster. Even though the patience,  tolerance, and resistance are going to help in the road.

This is not a vacation anymore. You will live the other face of the coin when it comes to rent, insurance, MTA’s card and Federal and State taxes. In the beginning looking for an apartment will be your worst nightmare. Jumping between apartments at Queens and The Bronx will all be part of the journey. Unfortunately, the Upper East Side and West Village are still in your dreams.

You will be working in a bakery, selling ice creams, making Christmas baskets until one day will find stability in the Hospitality business. But with the time you will become an Immigration Lawyer, financial adviser, economist, travel agent, guide tourist, plumber, electrical technician, handywoman…

Without any doubt, you will love and hate the city, even on the same day or an hour. When you enjoy a night with a glass of Moet on top of a nice building and then you are stuck in traffic on the bridge or on the train. Your favorite season will be Spring (after the allergies), Fall makes you feel sentimental and the sad days are when you hang all the coats and jackets in your closet.

Your friends will become your family. During these years some of them will disappoint you. True friends will help you anytime, with hospital appointments, giving you a hand and a couch to sleep on. Likewise, you will be that shoulder. And with the time you will have a lot of nephews.

I will warn you, a lot of times you will be scared. But there is one particular situation the fear will run through your veins until it feels like you can breathe. Believe me, this event is going to change your situation for good. It will be the door of your freedom, to the world, and after that, nothing stops you.

You will travel like you’ve never imagined, visiting places you read about in books. A little bit of Asia, Africa, Oceania and more of Europe. Will love the sunset. Traveling will enrich you so much and share it with your family even more.

Now you are a ‘Newyorker’. People say it when you’ve been here for more than 8 years. You are always late or in a rush and never keep quiet. Know your rights and vote for Hillary!

Finally, you found that stability and peace that you were working hard for through the years. For moments you thought it was your biggest mistake. But trust me. You have learned to accept that life doesn’t follow a pre-determined plan. Every person and opportunity appeared and happens at the right time.

You and I love New York. I feel an immense amount of gratitude toward this city that helped me grow into who I am today at my 36th’s. It’s become part of my identity. There’s still a lot to learn and experience. More museums, streets, neighborhoods, corners, building, restaurants, bars, exhibitions. A lot to try and work.

You have no idea how much longer you’ll be here, but you are completely certain it will not be another 10 years.

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